Soledad Morillo Belloso escribió un artículo con alusión directa al suscrito—“Mi amigo Luis Enrique Alcalá”—el pasado 26 de enero, para comentar un escueto análisis mío en el que se expone alguna erraticidad de Primero Justicia respecto de las salidas a la crisis venezolana.

Soledad, que es militante de Primero Justicia, me acusa de incurrir en el pecado de arrancarle páginas a la historia, de leerla y analizarla desordenadamente, de no entenderla, de atar mal los cabos y de llegar a conclusiones equivocadas. A todo esto lo llama un “error confundido”. También de incurrir en imprecisiones que, según su evaluación, son al menos honestas e involuntarias.

La amiga Soledad está bastante equivocada. No estoy llegando a conclusiones. Estoy enumerando hechos, y es obvio y connatural a cualquier recuento que se haga abstracción de innumerables otros datos que ni la cabeza humana, ni mucho menos un pedazo de papel o un espacio digital, son capaces de registrar en totalidad, no digamos interpretarlos cabalmente. ¿O es que el recuento que ella ofrece en defensa de su partido sí es completo y no le arranca páginas a la historia? Como cualquier mortal, limitada, ha escogido su peculiar selección, la que entre otros determinantes tiene el muy importante de su militancia en Primero Justicia y, en consecuencia, su natural inclinación a defender la trayectoria de su partido.

Por otra parte, la amiga Soledad, una vez intentada su descalificación, procede a relatar algunas de las peripecias políticas en las que Primero Justicia ha estado envuelta, con la esperanza de anular la lectura que hago: que Primero Justicia ha sostenido posiciones contradictorias en materia de salidas a la crisis política venezolana.

Pero es que nada de lo que aduce tiene éxito en refutar ni una sola de mis observaciones.

¿Es una imprecisión anotar que Primero Justicia defendía la tesis de la enmienda constitucional a las alturas de febrero y marzo de 2002?

¿Es una imprecisión indicar que luego, abandonando su prescripción inicial, optó por promover el referendo consultivo?

¿Es una imprecisión anotar que, en lugar de saludar la aceptación del fondo del asunto por el TSJ, Primero Justicia saltó a la idea de constituyente, rechazando la enmienda que antes proponía?

¿Es una imprecisión hablar del éxito de Primero Justicia del 4 de noviembre y reconocer su mérito?

¿Es una imprecisión reproducir la defectuosa argumentación de Borges para oponerse a lo que antes defendió?

¿Es la dolida defensa de Morillo un recuento completo que no le arranca páginas a la historia?

Creo que la respuesta a la media docena de preguntas precedentes es siempre la misma: una sencilla y rotunda negativa.

Es evidentísimo que la relación de Soledad Morillo deja muchos huecos. Por mencionar sólo dos pequeñas cosas. Primero Justicia tuvo que expulsar apresuradamente a un connotado dirigente suyo, Leopoldo Martínez, luego de que Carmona presentara su mamotreto y se supiese que el primero era uno de los efímeros ministros del segundo. Eso forma parte del recuento completo. ¿O no?

Como también debiera aparecer en su crónica que Borges inventó la vistosa y poco científica teoría de los “seis terremotos”—“viernes negro”, “caracazo”, asonada de Chávez, etc.—según la cual el último y más funesto de los terremotos habría sido la decisión del 19 de enero de 1999, por la que la Corte Suprema de la época asentó la doctrina de que el pueblo, en su carácter de poder constituyente originario, es un poder, el único, supraconstitucional.

Puedo asegurarle a Soledad Morillo que la mitad de su caracterización de afirmaciones “honestas e involuntarias” tiene razón. Digo lo que digo desde un compromiso irrenunciable con la honestidad intelectual, postura que me ha traído no pocos sinsabores y dificultades. Pero no hay nada de involuntario en lo que escribí. Se trató mi escrito, por lo contrario, de un acto perfectamente consciente y voluntario.

Admito, por supuesto, que la situación es compleja. Pero es precisamente la complejidad del asunto la que requiere que el liderazgo sea capaz de absorberla y explicarla. Esa dificultad no es excusa. Es un reto para superarlo, cosa que Primero Justicia no ha podido hacer.

En suma, Soledad Morillo escogió un intento de descalificación completamente inválido de mis argumentos, y aun cuando hubiera sido válido, el mismo habría sido perfectamente aplicable a su propia argumentación. Es decir, tiene la misma estructura del rechazo “de fondo” de Borges a la enmienda, que repele la enmienda que una vez defendió porque carece de soluciones que tampoco tiene el referendo consultivo. No es, como dice Morillo, que Primero Justicia (Borges) se opuso a la enmienda solamente por su inoportunidad—lo que admití como buen argumento—sino también por defectos que aparentemente antes no veía y que, en cualquier caso, son defectos que también tiene el referendo.

LEA

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