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En su edición de ayer el diario Tal Cual hace referencia a un estudio auspiciado por la Fundación Konrad Adenauer, de la democracia cristiana alemana y de larga presencia en Venezuela. (A lo largo de los años ha sido sostén importante de los esfuerzos copeyanos y, principalmente, de la acción docente del Instituto de Formación Demócrata Cristiana, IFEDEC). El estudio es de ámbito latinoamericano, y se contrae a medir la calidad de la democracia en nuestros países, mediante índice empleado por la sucursal argentina de la fundación, que fue el centro de elaboración del estudio.

El hecho de que el índice más alto (10.242 puntos) fuera adjudicado a Chile y el más bajo (1.552 puntos) a Venezuela, pareciera sugerir que se trata de un estudio «sesgado» a favor de los países en los que las reformas liberales se han asentado mejor, y en contra de aquellos que, como Venezuela, han adoptado un perfil de lucha contra el «neoliberalismo salvaje» y el liderazgo norteamericano. Chile es, por supuesto, el país en el que esas reformas a favor del libre mercado han tenido más éxito. Todos los indicadores de progreso económico y social muestran que la segunda patria de Andrés Bello marcha a la cabeza de sus hermanos de América Latina.

Pero tal impresión acerca de un posible sesgo liberal se desvanece al notar que el antepenúltimo país de la clasificación es Colombia (3.054 puntos), que ha forjado estrechísima alianza militar con los Estados Unidos, al menos desde la época Pastrana-Clinton, y que en general mantiene una política económica de corte liberal. Son otros, por tanto, los factores que determinan la clasificación.

En particular ha recibido gran peso la consideración de la seguridad, al elaborarse un indicador de «condicionamiento de libertades y derechos por inseguridad». Es éste asunto el que llama la atención de la Fundación Adenauer. Así concluye: «la inseguridad se instala en la región como un elemento significativo de la valoración ciudadana del comportamiento de sus instituciones».

De modo más general el estudio observa: «Los países en crisis presentan un peligroso deterioro institucional, la democracia parece perder vitalidad; se la prefiere aunque se desconfía de su capacidad para mejorar las condiciones de vida; los partidos políticos están en el nivel más bajo de la estima pública; el Estado es mirado con expectativa y recelo a la vez y en algunos casos, el ímpetu democrático que caracterizó las últimas décadas del siglo pasado se debilita».

Como se trata de una evaluación genérica pudiéramos concluir que no somos los únicos—mal de muchos…—en exhibir una patología política tan preocupante, aunque no es nada estimulador conocer que si alguna vez fuimos paradigma de democracia en la región, ahora hemos conseguido la dudosa distinción del puesto 18, el último.

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