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En el número 111 de esta Carta Semanal de doctorpolítico, de hace siete semanas, se adelantaba, a raíz de la aplanadora electoral del 31 de octubre, la siguiente predicción: «¿Qué va a hacer Chávez, gladiador sin oponentes? Supremamente aburrido con Venezuela, cuyo manejo político confiará a algún lugarteniente de confianza—ya tiene el encargo el teniente Jesse Chacón desde el Ministerio del Interior y Justicia—volverá la mirada al exterior y tratará, con los bolsillos llenos, de extender la revolución ‘bolivariana’ por el mundo».

Así, pues, luego de Cuzco y Ouro Preto—y de la inevitable visita a Cuba—el presidente Chávez pasará navidades en China, una vez que Gadaffi le impusiera un premio como defensor de los derechos humanos y que antes dejase una estela escandalosa en España y fuese a comprar fusiles incomprensibles a Putin mientras se envenenaba con dioxina a Yushchenko en Ucrania. Muy ocupado, como acá se previó, internacionalmente.

De hecho, al tiempo que el Airbus presidencial traga kilómetros, se prepara una «mesa de diálogo» de dos patas—¿no será harto inestable?—cuyos ejecutivos son William Brownfield y Bernardo Álvarez, el embajador norteamericano en Caracas y el venezolano en Washington, para intentar arreglar las relaciones entre ambos países. Por el olvido de los comprometedores documentos de la CIA sobre el golpe de abril de 2002 pudiera pactarse el enterramiento de los insultos que Chávez ha lanzado contra Bush en más de una ocasión.

Por lo que respecta al vecino suroccidental, unas declaraciones de Pedro Gómez, negociador colombiano en la Comisión Binacional, ofrecieron pretexto para que Julio Borges intentara proyectarse como estadista; esto es, como hombre preocupado por temas de Estado. Gómez declaró a la prensa de su país que Venezuela habría reconocido los derechos de Colombia en el Golfo de Venezuela, lo que a su vez motivó un emplazamiento de Borges al gobierno venezolano para que aclarase en qué consistiría tal reconocimiento. Alí Rodríguez Araque señaló de una vez que el tema del Golfo de Venezuela no fue incluido, por expresa petición del mismo Gómez, en la agenda de la comisión, por lo que mal podría haberse discutido o reconocido nada al respecto. Borges ripostó diciendo que la clarísima declaración del Canciller era poco clara. Ergo, Borges es un estadista de duras entendederas.

Aquí adentro, prosigue la ejecución del plan delineado por Chávez el 12 de noviembre y reflejado en los apuntes de clase de Marta Harnecker, que se han convertido en best seller digital. No ha faltado quien señale con agudeza que lo que la oposición tendría que hacer es copiarle ese plan a Chávez y ejecutarlo ella misma.

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