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No es el fundador del famoso restaurante especializado en carnes de la urbanización La Castellana de Caracas, sino el copresidente del Iraq Study Group el Lee Hamilton que ha declarado: «La situación en Irak es grave y se está deteriorando. La actual aproximación no está funcionando, y la capacidad de los Estados Unidos para influir los eventos está disminuyendo».

El panel bipartidista de diez miembros ha arribado finalmente a conclusiones, y a la elaboración de casi ochenta recomendaciones específicas al gobierno de George W. Bush en materia de la guerra que él solo inventó e inició. El contenido del estudio, como ocurre en los Estados Unidos, es ya de conocimiento público.

No es que sea excesivamente preciso. Deja, por ejemplo, de especificar los niveles de fuerzas norteamericanas a mantener en Irak. (Aunque aboga por retiros muy significativas para a más tardar a comienzos de 2008). De esta vaguedad, y de la carencia de «claras prioridades» se queja Michael O’Hanlon, un experto militar del más longevo y prestigioso think tank de Washington, la Institución Brookings, que fue uno de los 48 expertos que asesoraron al grupo de los diez. O’Hanlon cree que la indefinición le hará más fácil a Bush la elusión del sentido general del reporte.

De todas maneras, el campanazo no deja de ser sonoro e inequívoco: el reporte ni siquiera garantiza que de seguirse la totalidad de sus recomendaciones se obtendría un éxito.

Pero como el informe viene de un panel compuesto por republicanos y demócratas, hay esperanzas de que pueda suscitar un verdadero cambio de política. La conclusión más simple es la expuesta por el senador republicano por Nebraska, Chuck Hagel: «…un reconocimiento de que no habrá solución militar en Irak. Se requerirá una solución política a la que se llegue desde una diplomacia y un compromiso de los iraquíes y de toda la región».

Continúa, pues, la acelerada erosión de la política de Bush, que ya ha costado la defenestración de Donald Rumsfeld y la renuncia de John Bolton a su cargo interino como embajador de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas. Quizás el único dique que impida un impeachment de Bush es la conciencia de que la presidencia norteamericana recaería en el vicepresidente Dick Cheney, que siendo más inteligente que su jefe sería por eso mismo mucho peor.

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