Fichero

LEA, por favor

La presente Ficha Semanal (#253 de doctorpolítico) reproduce extractos separados del capítulo 2—¿Liderar o engañar?—del libro Liderazgo sin respuestas fáciles, escrito por Ronald A. Heifetz. Además del título mencionado hay un subtítulo que marca todo un programa para la Venezuela de hoy: Propuestas para un nuevo diálogo social en tiempos difíciles.

Heifetz es un experto en liderazgo, tema al que ha dedicado más de dos décadas de investigación y enseñanza. (Es cofundador del Center for Public Leadership de la Escuela Kennedy de Gobierno en la Universidad de Harvard). Su primera capa de formación académica es en medicina y psiquiatría; luego se graduaría en la Escuela Kennedy. (También es un violoncelista razonable, beneficiado por instrucción recibida del gran Gregor Piatigorsky). El libro del que se construye esta ficha fue el primero de una serie dedicada al problema del liderazgo.

La prédica de Heifetz conlleva la finalidad de una sensatez que se deriva de la experiencia. Tal vez por esto algunas entre sus prescripciones suenan a lugar común: “Si queremos aprender un liderazgo mejor, nuestros propios errores son una fuente poderosa de aprendizaje. En ocasiones, lo más difícil del aprendizaje a partir del fracaso es percatarnos de que hemos fallado”. Otras no son tan obvias: “El liderazgo requiere una estrategia de aprendizaje. Un líder tiene que involucrar a las personas en el enfrentamiento del reto, el ajuste de sus valores, el cambio de perspectivas y el desarrollo de nuevos hábitos de conducta… Las demandas adaptativas de nuestras sociedades requieren un liderazgo que asuma responsabilidad sin esperar por una revelación o una exigencia. Quizás puede uno liderar con no más que una pregunta entre las manos”.

En los trozos extraídos para esta ficha hay lecciones sobre las que vale la pena meditar en nuestra actual circunstancia nacional. Por ejemplo, sobre cómo las organizaciones e incluso culturas completas se hacen refractarias al cambio, aun cuando estén sujetas a presiones francamente negativas. Entre nosotros, por ejemplo, los partidos políticos son organizaciones claramente renuentes a cambiar.

Heifetz aconseja con mucha claridad: “Si definimos los problemas por la disparidad entre los valores y las circunstancias, un desafío adaptativo es un tipo particular de problema en el que la brecha no se puede cerrar mediante la aplicación del conocimiento operativo corriente a la conducta de rutina”.

Si en los partidos venezolanos hay verdaderos líderes, es claro lo que deben procurar: que sus organizaciones muten, que hagan metamorfosis, que se conviertan en algo distinto de lo que son. Naturalmente, es una tarea que requiere conciencia diáfana y no poca valentía.

LEA

Cambiar para cambiar

Los sistemas vivos buscan el equilibrio. Responden a la tensión tratando de recuperarlo. Si el cuerpo humano es infectado por bacterias, el sistema responde para expulsar la infección y restaurar la salud. Cuando caminamos al aire libre en un cálido día de verano, sudamos y nos movemos lentamente para mantener una temperatura interna constante de treinta y seis grados. Cuando un incendio quema un bosque, las semillas que habitualmente llegan desde cierta distancia echan raíces en las cenizas. Apartados de su equilibrio, los sistemas vivos apelan a un conjunto de respuestas restauradoras.

Estas respuestas al desequilibrio son el producto de adaptaciones evolutivas que han transformado en rutinas los problemas que alguna vez fueron amenazas casi abrumadoras. En una mirada retrospectiva, nos maravilla el éxito de estas innumerables adaptaciones y la amplitud de las oportunidades explotadas. Pero tendemos a advertir los éxitos y las innovaciones más que los fracasos. Por definición, los éxitos sobreviven, mientras que los fracasos desaparecen. Los caminos de la evolución están sembrados con los huesos de criaturas que no pudieron prosperar en el mundo que sobrevino. En la selección natural, junto a los éxitos abundan los fracasos. La evolución trabaja mediante ensayo y error.

En un sentido, desarrollar una adaptación vigorosa a un nuevo desafío es un proceso de aprendizaje de la especie. A través de la supervivencia fortuita de algunos individuos más viables que otros, la especie se abre camino hacia nuevas capacidades adaptativas. A medida que los supervivientes transmiten a su prole las características que les han procurado una leve ventaja en la competencia por los recursos, estas aptitudes mejor adaptadas van quedando “incorporadas” a los programas genéticos de la especie; cambia el conjunto de genes que determinan los rasgos anatómicos y las especificidades de la generación siguiente. Por ejemplo, los seres humanos han desarrollado la capacidad de hablar e inventar lenguajes complejos. Estos desarrollos se produjeron como consecuencia de recombinaciones genéticas y mutaciones azarosas que fortalecían la capacidad reproductiva y de supervivencia de nuestros antepasados. Estos rasgos se han convertido ahora en parte de nuestra herencia.

No obstante, la naturaleza no es previsora. De hecho, no prevé en absoluto. La adaptación biológica no es el resultado de una planificación o designio de la especie, sino un desenlace que se produce cuando sucede que algún individuo nace con un rasgo que lo equipa para sobrevivir y reproducirse en un ambiente modificado. Esta variación suele ser el resultado de un “accidente” genético (una mutación) y a menudo resulta perjudicial para el individuo. Pero cuando el ambiente cambia, la variación que quizás habría sido un obstáculo en el medio anterior puede de pronto representar una clara ventaja.

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No sólo aprendemos, sino que también podemos dirigir nuestro aprendizaje. Creamos ricas culturas que transmiten lo que sabemos, y también enseñan a adquirir nuevos conocimientos. Podemos dar a los otros lecciones de todo tipo que no están en nuestros genes. La naturaleza nos ha dotado con la capacidad de reflexionar sobre nuestros problemas y cambiar nuestras respuestas a ellos. Moisés tardó sólo dos generaciones en transformar a un pueblo abyecto en una sociedad con autogobierno capaz de forjar leyes que trascendían al gobierno de los reyes. A la humanidad le costó sólo diez mil años pasar de la vida de cazadores y recolectores en áreas determinadas, a desarrollar una economía global e inventar las instituciones y tecnologías que la hacen posible. Tenemos nuevas aspiraciones que generan nuevos conjuntos de oportunidades y problemas. No sólo tenemos visión, sino también capacidad para analizar lo que vemos. Podemos incluso moderar nuestras visiones.

Pero en la historia humana son muchas las sociedades que han muerto en lugar de adaptarse. No es fácil clarificar las aspiraciones, enfrentar los problemas y elaborar un conjunto de respuestas socialmente adaptativas. Así como los individuos se resisten al dolor y la dislocación que acompañan al cambio de sus actitudes y hábitos, las sociedades también se resisten a aprender. Para que un sistema social aprenda, tienen que estar amenazadas las pautas de relación: los equilibrios de poder, los procedimientos acostumbrados, la distribución de la riqueza. Las antiguas aptitudes pueden volverse inútiles. Las creencias, la identidad y los valores orientadores (imágenes de justicia, comunidad y responsabilidad) pueden ser cuestionados. Los seres humanos son capaces de aprender, y las culturas de cambiar, pero ¿cuándo y con cuánta rapidez?

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La adaptación a los desafíos humanos exige que vayamos más allá de los requerimientos de la simple supervivencia. En las sociedades humanas, el trabajo adaptativo consiste en esfuerzos por cerrar la brecha entre la realidad y una multitud de valores que van más allá de la mera supervivencia. Percibimos problemas siempre que las circunstancias no concuerdan con nuestra idea de cómo deben ser las cosas. De modo que el trabajo adaptativo no sólo involucra la evaluación de la realidad, sino también la clarificación de los valores.

Estas tareas están conectadas inextricablemente. La evaluación de las circunstancias se vuelve compleja porque no siempre podemos definir objetivamente los problemas. Los métodos de la ciencia realizan una aportación básica al examen realista, objetivo, pero no pueden definir con fiabilidad absoluta nuestros problemas, porque el método científico tiene una capacidad limitada para formular predicciones, y también porque nuestros problemas sólo pueden diagnosticarse a la luz de nuestros valores. Con valores diferentes, tamizamos la realidad en busca de otra información y reunimos los hechos en un cuadro distinto. Si una sociedad valora la libertad individual, tenderá a realzar los aspectos de la realidad que ponen en peligro esa libertad. Como corolario, también se inclinará a desatender los elementos de la realidad en los que se centraría una sociedad con otro valor central, por ejemplo la responsabilidad compartida. El aspecto de la verdad que cada uno ve depende significativamente de lo que a uno le importa.

Lo típico es que un sistema social respete alguna combinación de valores y la competencia interna que se produce con esa combinación suele explicar por qué el trabajo adaptativo supone la aparición de conflictos. Las personas con valores conflictivos se comprometen y vinculan entre sí al enfrentar una situación compartida desde sus propios puntos de vista distintos. En el otro extremo, y en ausencia de mejores métodos de cambio social, el conflicto acerca de los valores puede ser violento. La guerra civil norteamericana cambió el significado de la unión y de la libertad individual.

Algunas realidades amenazan la existencia misma de una sociedad si no se las descubre y se las encara urgentemente por medio de las funciones sociales de la clarificación de los valores y el examen realista. A juicio de muchos ambientalistas, nuestro interés en la producción de riqueza, y no en la coexistencia con la naturaleza, nos ha llevado a descuidar los factores frágiles de nuestro ecosistema. Estos factores podrían volverse importantes para nosotros cuando finalmente comiencen a desafiar nuestros valores centrales de la salud y la supervivencia, pero para entonces quizás hayamos pagado ya un alto precio en términos del daño causado, y los costos del ajuste adaptativo podrían haber crecido enormemente.

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Si definimos los problemas por la disparidad entre los valores y las circunstancias, un desafío adaptativo es un tipo particular de problema en el que la brecha no se puede cerrar mediante la aplicación del conocimiento operativo corriente a la conducta de rutina. Para progresar, no sólo es necesario que la invención y la acción cambien las circunstancias a fin de armonizar la realidad con los valores, sino que quizá los valores mismos tendrán que cambiar. El liderazgo no consiste en respuestas o visiones seguras, sino en actuar para clarificar los valores. Plantea preguntas como las siguientes: ¿Qué nos falta aquí? ¿Hay valores en conflicto que suprimimos, en lugar de aplicarlos a nuestra comprensión del problema que tenemos entre manos? ¿Hay valores compartidos que permitirán el intercambio entre opiniones enfrentadas? Una capacidad adaptativa permeable requiere una mezcla de valores rica y en evolución que dé forma al proceso social de examen de la realidad. Requiere un liderazgo que encienda y contenga las fuerzas de la invención y el cambio, y que impulse el paso siguiente.

Ronald A. Heifetz

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