A José Luis Alcalá

El poder está en Oriente

Se impone la fuerza del «violín» de cuatros

 

Mi casa paterna tiene vocación de garito. Aunque muy rara vez se juega por dinero, casi no hay juego de mesa que no se practique en ella—Dominó, Bridge, Monopolio, Clue, Uno, Canasta, Scrabble, Ludo, Backgammon, Stratego, Mahjong, Mastermind, Damas chinas, Ajedrez (poco), Risk, Acorazado o La Vieja—cuando no jugamos Mímica o Quién quiere ser millonario. La lista precedente es incompleta. Recientemente, mi hermana María Elena y nuestro cuñado, Lisandro Lecuna, se trenzan en carreras por resolver de primeros el mismo problema de Sudoku.

He debido decir casa materna. Mi padre jugaba, sólo ocasionalmente, un dominó algo menos mediocre que el mío. Era mi madre quien azuzaba la formación de las mesas, intrigando entre nosotros para asegurar a los miembros clave que José Luis Alcalá, o Lisandro (Lecuna) o yo queríamos jugar, y que por tanto había que armar la partida. Ella misma disfrutaba enormemente el dominó, que jugaba egoístamente—si tenía tres blancos era perfectamente capaz de jugar contra los numerosos seises de su compañero— y, sobre todo, el bridge.

Entre nosotros, es José Luis mi hermano el maestro en dominó, seguido a cierta distancia por Lisandro y después por Ma. Elena. Un primo hermano, Florencio Torres Alcalá, está ahí, ahí con José Luis compitiendo por el liderazgo indiscutible. Si juegan juntos, son prácticamente imbatibles. Cuando el menor de nosotros, el prócer José Gabriel, nos recibe en su casa de Miami, no ofrece comida sino dominó. La esposa de José Luis, Marianela, no juega nada mal, quizás un poco mejor que ME, y la mía, Nacha Sucre, me supera desde hace rato y Luis Armando, nuestro hijo, también. (Le viene a mi mujer de su padre y de sus tíos. Armando, mi suegro, se cansó de ganar torneos de dominó, muchas veces en pareja con Alfredo Fernández Porras, el autor de El arte de las 28 piedras. De éste dijo Vladimir Korneev, Capitán de la Selección Rusa de Dominó: «Ante su visión analítica y matemática del dominó, me quito el sombrero»).

Portadilla del libro de Fernández

Pero quien escribe, que carece de disciplina en la mesa y es renuente a los reiterados, a veces humillantes consejos e instrucciones de José Luis, ama el dominó.

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El dominó tiene para nosotros, los venezolanos, hasta un sentido geopolítico. Es juego tan noble y rico como el bridge, cuya afición se extiende principalmente por los Estados Unidos y Europa. (Nada tan implacable y exacto como Il Blue Team, el equipo profesional de los italianos, que arrasara en campeonatos y olimpíadas de bridge bajo la dirección de su riguroso capitán, Carlo Alberto Perroux). El dominó, en cambio, predomina en el área latina, principalmente en América y, más específicamente, en el Caribe. Portorriqueños, dominicanos, mexicanos y, por supuesto, venezolanos, se encuentran entre los mejores jugadores del mundo. Cuba juega un extraño dominó de nueve pintas para dificultar todavía más la cosa, al que naturalmente se le llama dominó cubano. En Venezuela, son temibles la colonia portuguesa y la siria de nuestros estados orientales. En España, Italia y Argentina se juega muy buen dominó. Hay buenos dominocistas en California (San Francisco) y, obviamente, en Florida, coincidiendo con la presencia hispánica en los Estados Unidos. El dominó es de nosotros.

Como el bridge, este juego nuestro admite dos niveles de práctica: puede ser el refinado y entendido de los maestros, que juegan con sistemas estratégicos fuertes y gran precisión. Pero, igualmente, se le juega con menos exigencia en familia y entre amigos y es entonces fuente inagotable de regocijo, aunque también lleva el peligro de suscitar peleas ocasionales. Recientemente, dos grandes ejércitos se han añadido a lo que fuera juego de hombres y botiquines: las mujeres y los jóvenes. Eso ha renovado la población de jugadores y asegura, ciertamente, el futuro.

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Como cualquier arte, el dominó puede ser enseñado. En nuestro país, por un buen tiempo fue la Biblia del dominó el librito de Héctor Simosa Alarcón, el legendario «Tigre de Carayaca». Más recientes son las contribuciones de Ignacio Zaibert—Principios y Sistemas del Dominó por Parejas, Conceptos y Criterios del Dominó por Parejas—, abogado que escribe de dominó como abogado—por ejemplo:  El Principio atinente a “Indicar lo que se tiene”—y reivindica una tal «Doctrina Zaibert» del juego. Pero es de Alfredo Fernández Porras el Nuevo Testamento del dominó: El arte de las 28 piedras. Eduard Petreñas, Presidente fundador de la Federación Internacional de Dominó, ha escrito de él y de su obra: «Sabio del dominó y autor de un libro que es el catecismo dominocístico de muchos campeones. Es arte, el mejor pentagrama, el mejor libreto».

Sin embargo, este servidor ha echado en falta, en la literatura del dominó, la aproximación que encontró en un insólito manual de ajedrez del maestro ruso Irving Chernev. La abrumadora mayoría de los tratados de ajedrez sigue, como los libros de dominó mencionados, un enfoque sistemático y a veces críptico. (En su monumental Tratado General de Ajedrez, el maestro argentino Roberto Grau colocaba comentarios a las jugadas de las partidas que analizaba, los que con frecuencia eran del siguiente tenor: «Peón cuatro torre. La más elástica». Y uno se quedaba en la luna). El libro de Chernev—Ajedrez lógico jugada a jugada—, en cambio, se atuvo a comentar un buen número de partidas ejemplares explicando el proceso de razonamiento de un buen jugador de ajedrez para seleccionar cada movida. Con ese libro, aprendí más ajedrez que el que pude extraer a duras penas de los textos de Capablanca, Nimzowitsch, Pachman, Tartakower o Znosko-Borovsky.

Es la aproximación de Chernev la que, creo, sería más útil al principiante en dominó. Es lo que he suplicado miles de veces a mi hermano José Luis: que me enseñe a pensar como él lo hace. Hasta ahora, mis ruegos han resultado infructuosos; creo que él sabe que, de hacerlo, pronto lo superaría. A fin de cuentas, él sabrá jugar mucho dominó pero, con frecuencia inmerecida, soy yo quien gana muchas de las pollas que disputamos en la quinta Alcalareña.

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Es así como llego a explicar esta guerra que aquí aviso: este blog traerá todas las semanas, en día domingo, el análisis de una mano de dominó bien jugada, explicando paso a paso su lógica interna. Hay un antecedente de esta empresa: mientras ejercí el cargo de Editor-Jefe en El Diario de Caracas (por pocos meses de 1999 y 2000), introduje la misma cosa en el suplemento Corpus. De entonces data la notación que será empleada en el blog. Los libros de dominó que conozco, emplean una engorrosa manera de ilustrar la distribución de las piedras y reportar la secuencia de jugadas.

La notación y nomenclatura que aquí se adoptarán son las que se muestra al comienzo: la carga de cada jugador en su respectiva posición, colocando al sur la del salidor. Debajo de la fotografía (que espero mejorar) de la distribución, una tabla con la secuencia de jugadas y el total de puntos recabados por la pareja ganadora. La notación es obvia. 6-6 es el doble seis y 4-1 es el cuatro uno. La segunda cifra anotada indica la punta que queda abierta. Por ejemplo: la anotación 3-5 significa que se cierra un tres con el tres cinco, quedando el cinco abierto en la mesa; 5-3 que se cierra un cinco con esa piedra y es el tres lo que queda expuesto. El texto que siga contendrá el análisis propiamente dicho y la explicación de las razones de cada jugada. Este tratamiento no es original: es el empleado comúnmente en las columnas de periódicos y revistas, y en los libros, sobre bridge; sin duda, es más conciso y económico en cuanto a espacio. (Será conveniente al lector tener a mano un dominó de bolsillo para reproducir las jugadas que se analice o, alternativamente, imprimir la foto de la distribución y la tabla de jugadas. En este blog, un clic sobre cualquiera de sus ilustraciones la amplía y la aísla. Así es fácil imprimirla sola, sin tener que hacerlo con todo el texto).

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En Alcalareña recordamos con frecuencia a un tío obsesivo-compulsivo que no identificaré y jugaba un dominó fuerte. A la hora de los comentarios post mortem nos amenazaba así: «¡Vamos a reconstruir la mano!» Una ventaja del blog es que ofrece un espacio ilimitado, que no tenía Corpus. Esto permitirá discutir variantes de una misma distribución. Por ejemplo, esto pudiera haber resultado si Este, en lugar de cuadrar a cuatro con el 3-4 en su tercera jugada, lo hubiera hecho a tres con 4-3, para favorecer la pinta iniciada por su compañero:

Cómo perder una mano ganada

Pero, si Oeste en su quinta jugada, en lugar de cerrar el cinco, se hubiera ido de la cabeza de tres con 3-0, entonces el desenlace habría sido otro:

Una cosecha más pobre

Es obvia la superioridad del cuadro a cuatros sobre las otras dos vías, que no agotan las variantes en absoluto. El dominó es árbol de muchas ramas. Para mi tranquilidad, ya he asegurado la autorizada asistencia de Alfredo Fernández; sin ella, estoy seguro de que mi análisis sería frecuentemente incorrecto. Quizás José Luis se apiade de mí para ayudarme; también convocaré el auxilio de Gonzalo Pérez Petersen, abogado como Zaibert y un fino dominocista. Pero asimismo espero la contribución de los visitantes del blog. Si envían a alcala@doctorpolitico.com sus mejores manos (en la notación descrita), aquí nos ocuparemos de ilustrarlas y publicarlas con los créditos debidos. Estoy seguro de que entre ellos hay buenos cultores del dominó: Dominus, el Señor de los Juegos, que es arte radicalmente venezolano. LEA

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