Escudo de armas de Montevideo

Escudo de armas de Montevideo

Era el año de 1962 cuando viajé por primera vez al exterior de Venezuela. Tenía 19 años y mi destino, y el de otros tres compañeros, era Montevideo, la capital de la República Oriental del Uruguay, donde asistiríamos a sucesivos encuentros de estudiantes e intelectuales católicos. El invierno de julio y agosto nos recibió en la amable ciudad, que entonces albergaba la mitad de los dos millones de uruguayos. Cariñosamente, sus habitantes se referían a ella como «la Aldea», en referencia no poco reverente a Buenos Aires, allá del otro lado del Río de La Plata.

Ya en aquel momento, Uruguay tenía fama de sociedad sofisticada, a pesar de que el 50% de su población vivía en el campo. Cuando se celebró en Caracas (1954) la X Conferencia Panamericana, algún consejero advirtió a Marcos Pérez Jiménez que debía respetarse a Uruguay, y le dijo que era «la Suiza de América». (El dictador respondió con ingenio miope: «¿Ah sí? ¿Y por qué no hace  relojes?»). Hoy en día, la admiración por Uruguay, especialmente por su vida universitaria y científica, ha crecido más aún. Destacados investigadores se han encargado de distinguirla, entre otras áreas, en el muy difícil campo de la Física Teórica.

Es el Presidente de ese país de unos tres millones trescientos mil habitantes un especialísimo personaje: el exguerrillero tupamaro José Mujica que, como Nelson Mandela, se ha construido con la madurez de sus años un moderado y pragmático pensamiento en política.

El amigo Orlando Amaya me envió el enlace a una extraordinaria entrevista de veinticinco minutos que Mujica concedió a Radio Televisión Española; hoy ha aparecido en la web de la emisora, de donde se ha procedido a incrustarla en este blog. Al verla, supe que había sido tocado por una sabiduría a la vez simple y superior. LEA

 

Entrevista posterior a José Mujica en El País de Madrid: El radicalismo de baja intensidad de Mujica

 

Share This: