El Jefe del Poder Legislativo Nacional

 

Mi esposa no tenía la razón al suponer que Julio Borges lo habría hecho mejor que Henry Ramos Allup, como primer Presidente de la primera Asamblea Nacional de oposición en diecisiete años. Parecía razonable sostener eso, después de que este último declarara la guerra del parlamento al Ejecutivo el mismo día de su toma de posesión, se opusiera al referendo revocatorio, auspiciara inicialmente una enmienda de recorte de período, luego hurgara en la nacionalidad de Nicolás Maduro, se negara durante todo 2016 a recuperar la eficacia del órgano que presidía solventando su desacato a la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia y, por último, solicitara a la Organización de Estados Americanos que suspendiera a Venezuela de su condición de estado miembro, el estado del que la propia Asamblea es parte. Puede añadirse el primer gol que se dejó meter al no poner a discusión el primer decreto de emergencia económica en 48 horas, como manda la Ley Orgánica de Estados de Excepción. («¡Nosotros le preguntamos a Maduro y él nos dijo que teníamos ocho días!» ¿Preguntó Churchill a Hitler de cuánto tiempo disponía para tomar cinco playas normandas?) El logro más concreto de Ramos Allup en un año entero de presidencia fue la extracción de los retratos de Chávez y del Bolívar black is beautiful del Palacio Legislativo.

Pero Borges quiso superar a su predecesor muy rápidamente: el 9 de enero de este año presidía la sesión parlamentaria que declaraba el abandono del cargo (?) por parte del presidente Maduro. (Hasta ahora ha omitido oficiar al Consejo Nacional Electoral para que convoque a elecciones presidenciales, considerando que la falta absoluta del Presidente de la República se produjo en tiempo constitucionalmente hábil para causarlas). Ya aventajaba a Ramos Allup muy decididamente, pues era él quien hubiera cumplido lo que aquél sólo había esbozado como objetivo: «buscar nosotros, dentro del lapso de seis meses a partir de hoy, una salida constitucional, democrática, pacífica y electoral para la cesación de este gobierno». Lo que Ramos creyó le tomaría 180 días lo había hecho Borges ¡en cuatro solamente!

Ahora, habiendo dejado cesante a Maduro, quiere superar eso, pero no ya como asambleísta sino como jefe de Primero Justicia en el papel rotativo de vocero de la Mesa de la Unidad Democrática. Ayer daba cuenta lapatilla.com: «La Unidad Democrática anunció este martes en una rueda de prensa la activación del artículo 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, una nueva hoja de ruta y su respaldo a la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz. (…) Borges procedió a dar lectura a un documento que contenía los acuerdos y la nueva hoja de ruta de la coalición política: «En primer lugar establecieron que ninguna de sus acciones (TSJ) pueden ser reconocidas según lo establecido en el 350 de la Constitución».

Eso no es exactamente activar el Artículo 350, que dice: «El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos». Se trata de desconocer al régimen, no meramente a sus actuaciones, por una parte y, por la otra, no hay nada de nuevo en esa idea; así se registraba el 27 de octubre de 2005 (El Castillo de los cardenales de Lara):

No es un secreto para nadie que el más reciente campeón del empleo de nuestro tres cincuenta es el cardenal Rosalio Castillo Lara. (Antes lo han propuesto muchos, incluidos los militares que acamparon en la plaza Francia de Altamira. Poco antes de la emergencia de Castillo Lara como “ancla” del 350, la gente de la poco popular “Alianza Popular”—Oswaldo Álvarez Paz—ha manejado la noción, y más recientemente aún, el infaltable Alejandro Peña Esclusa ha publicado incluso un pequeño libro contentivo de instrucciones para establecer núcleos de resistencia en “cinco mil puntos” de la geografía nacional. Serían miríadas de “guarimbas” organizadas a la manera de células, con comisionados logísticos y de comunicación y todo).

El problema en estas cosas es que el Pueblo significa en el renombrado artículo, y en cualquier otra parte de la Constitución, la mayoría del Pueblo, y esto último tiene que certificarse; no basta una encuesta o una manifestación de calle. ¿Cuánta es la población, en promedio, que ha salido a protestar contra el gobierno en los dos últimos meses en Venezuela? ¿Un millón de personas? Tal cosa es la vigésima parte del registro electoral vigente. También escribí después de la cita antecedente:

Pero el Pueblo, que en la práctica es imposiblemente unánime, no puede ser tenido por menos que la mayoría absoluta de una opinión. Es sólo una mayoría de la Nación políticamente hábil la que puede decretar el rechazo radical de un gobierno o régimen, y de nuevo es éste el verdadero problema. Castillo Lara y quienes le rodean o hablan por él están en minoría, como todas las encuestadoras serias del país lo saben. Todavía Hugo Chávez es apoyado por la mayoría de los electores. Que primero el cardenal solitario y quienes piensan como él restituyan la mayoría que una vez fuimos quienes repudiamos a Chávez y lo consideramos mayormente pernicioso; una vez logrado esto, ya no sería necesario actuar dentro de la caja definida por el Artículo 350 y el encierro provisto por Rincón Urdaneta. Cuando seamos mayoría podremos mandar. (Ver Manda Su Majestad, 17 de diciembre de 2016).

Por estas cosas se discutió la aplicabilidad del Artículo 350 el 5 de abril de 2014 en el programa #89 de Dr. Político en RCR, y al día siguiente se escribió en El Gran Referendo:

Es sólo en esta semana que concluye cuando entendí que la manera correcta de aplicar el Artículo 350 de la Constitución—El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos—es a través de un referéndum. El titular del derecho de rebelión es una mayoría de la comunidad, como lo formulara con la mayor claridad la Declaración de Derechos de Virginia (12 de junio de 1776):  “…cuando cualquier gobierno resultare inadecuado o contrario a estos propósitos—el beneficio común y la protección y la seguridad del pueblo, la nación o la comunidad—una mayoría de la comunidad tendrá un derecho indudable, inalienable e irrevocable de reformarlo, alterarlo o abolirlo, del modo como sea considerado más conducente a la prosperidad pública”. (Sección Tercera).(…) Tal postura explica la proposición de incluir una tercera pregunta en el referendo consultivo, que he venido recomendando como tratamiento correcto de la más aguda de nuestras enfermedades políticas: ¿Desconoce Ud. el gobierno presidido por el ciudadano Nicolás Maduro, por las razones descritas en el Artículo 350 de la Constitución?

Dicho de otra manera: he sostenido consistentemente que la solución profunda de nuestros problemas está en las manos del Pueblo. Como le puse a una dama que me escribiera sobre el tema de las protestas al gobierno: No es algo así un expediente que cuente con simpatías entre líderes de la oposición formal; el protagonismo pasaría de ellos al Pueblo, y no es fácil entrevistar a éste en CNN. Pero no creo en la deposición violenta del Sr. Maduro; ni siquiera la valientísima diputada Machado puede garantizar que una cosa así redundaría en un curso sano para la república. En cambio, creo desde hace casi cinco años que la clave del asunto es la convocatoria del Poder Constituyente Originario; para quienes creemos verdaderamente en la democracia, eso es la verdadera salida.

Tampoco podría entrevistarse al Pueblo en Vladimir a la 1, y tengo la impresión de que lo que está resaltado en cursivas en el segundo párrafo sigue siendo cierto. (Lo que tampoco es nada nuevo; el liderazgo político profesional se entiende en Venezuela—seguramente también en otras latitudes—como una clase especial de compatriotas. Pedro Pablo Aguilar, exSecretario General de COPEI, afirmaba ya el 7 de junio de 1986: “Mi planteamiento es que los intelectuales, los sectores profesionales y empresariales, los líderes de la sociedad civil no pueden seguir de espaldas a la realidad de los partidos, y sobre todo, a la realidad de los partidos que protagonizan la lucha por el poder.” Es decir, no eran los partidos los que estuvieran de espaldas a la realidad del país; éramos nosotros, el Pueblo, quienes estábamos de espaldas a la realidad de los partidos).

Borges ofreció ayer el «apoyo total» de la Mesa de la Unidad Democrática «y el Pueblo» (¿habla en su nombre?) a la fiscal Ortega Díaz. Me temo que, en el mejor de los casos, ésta no se dará por aludida. Ayer mismo puse en Facebook:

La MUD ha ofrecido apoyo incondicional a la Fiscal luego del anuncio de su antejuicio de mérito. Mi apuesta es ésta: Luisa Ortega Díaz lo rechazará (el apoyo, no el antejuicio). Siempre me pregunté por los motivos de Ortega para su agresiva militancia reciente; llegué a pensar, por ejemplo, que tras ella estaría la oferta de salvoconductos, de inmunidad. Pero eso ha podido comprarlo a un precio menor: su objeción a las sentencias 155 y 156 habría bastado. Creo que Ortega se ve ahora como candidata presidencial del «centro», captadora de ni-nis. Si no me equivoco, va a deslindarse de la MUD.

En efecto, el 12 de junio la prensa nacional traía una referencia de Tarek El Aissami a la Fiscal: “Escuchamos ayer otra vocera de la derecha reaccionaria que se pretende ahora erguir como una líder de la transición». Es muy interesante que no dijera «líder de la oposición». Ortega Díaz anda buscando otra cosa que no es congraciarse con Julio Borges o Luis Almagro; quiere ser Larrazábal II (Ugalde dixit). Por de pronto, ni Borges ni Ortega son mencionados en el Flash Nacional 800 (7-9 de junio) de la Encuestadora Pronóstico. LEA

………

Borges desconocido

 

 

 

 

Hoy comenté a un amigo estos resultados: «Diosdado quintuplica las preferencias por Ledezma, quien a su vez septuplica las del ‘Tigre’, y Cabello se coloca a 1,6% por debajo de Ma. Corina. Maduro duplica a Ramos Allup y cuadruplica a Falcón. Borges no aparece. (Ortega Díaz tampoco)».

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