Una práctica prescrita por Moisés en tiempos bíblicos

 

Si tiramos una piedra, un guijarro, un «canto», en un estanque, produciremos una serie de ondas concéntricas en su superficie que, extendiéndose, irán afectando los diferentes obstáculos que encuentren a su paso: una hierba que flota, un barquito de papel, la boya del sedal de un pescador… De forma no muy diferente, una palabra dicha impensadamente, lanzada en la mente de quien nos escucha, produce ondas de superficie y de profundidad, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, involucrando en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, y que se complica por el hecho de que la misma mente no asiste impasible a la representación. Por lo contrario, interviene continuamente para aceptar o rechazar, emparejar o censurar, construir o destruir.

Gianni RodariEl canto en el estanque (citado en El peso político de las palabras, 12 de junio de 2018)

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Hace nada, María Corina Machado amenazaba con retirar a Vente Venezuela de la Mesa de la Unidad Democrática y declaraba (9 de febrero de 2017) al diario Tal Cual: “Durante mucho tiempo no hubo reuniones en la MUD y ni siquiera había dónde expresarlo. Es un momento de profunda autocrítica para aprender de los errores y para hacer las cosas muy distintas. Creo que uno de los errores fundamentales en los cuales incurrimos en Vente y yo asumo mi responsabilidad directa fue no haber hecho público esas posiciones de profundas diferencias. Las puse por escrito, las dije en encuentros informales, pues no había espacio porque la MUD no se reunía”. Pero se le ocurre al papa Francisco observar en contestación a una entrevista improvisada lo siguiente acerca de las nuevas peticiones al Vaticano: «Es curioso… la misma oposición está dividida”, y se le llama comunista, se le quiere lapidar y se celebra en Facebook una caricatura de Edo en la que se lo representa como Poncio Pilatos. Alguien se limitó a comentarme que el Papa había sido inoportuno. La verdad, aunque a veces resulte incómoda—Terencio: “La verdad engendra odio”—, nunca es inoportuna.

De Facebook como Coliseo – 3 de mayo de 2017

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La ritual execración de la figura presidencial proporciona al opositor adicto un progreso indirecto en la imagen ética que tiene de sí mismo. En efecto, mientras puedo hablar peor del Presidente, mientras más malvado lo encuentro, yo soy por implicación una mejor persona. Como no soy como él—¡Dios me libre!—entonces soy bueno. Mi bondad progresa relativamente, sin que yo haga mérito independiente, porque su maldad crece todos los días. Así obtengo satisfacción moral.

Enfermo típico – 26 de enero de 2006

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Imaginemos un paciente en grave condición. Está acostado sobre una cama, asaetado por agujas hipodérmicas de todos los calibres, vendado, amarrado, cosido, conectado. Y supongamos que todo el personal médico y paramédico del hospital se agrupa a su alrededor, y que también todos los miembros de su larga familia se hallen presentes, y periodistas, sacerdotes, sepultureros y vendedores de seguros estén también allí, todos hablando en voz alta, opinando, criticando, debatiendo. “Se ve muy mal. Yo vine a verlo ayer y hoy está mucho peor. Ese suero no está goteando casi nada. El adhesivo se le está desprendiendo. Por aquí se está desangrando. Por este lado le está saliendo pus. Qué sala tan horrible, no hay derecho. A mí me han dicho que ese médico es un pirata. A mí me dijeron que bebía. Este paciente no tiene remedio”. ¿Cómo pensamos que puede recuperarse un paciente en estas condiciones?

La peor enfermedad – 12 de octubre de 1995

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―Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices? Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Y, como ellos lo acosaran con preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: ―Aquel de vosotros que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Juan 8, 4-7

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El deporte de la lapidación es ahora cosa de todos los días; su espacio, el digital de lo que conocemos como redes sociales: Twitter, Facebook, Instagram y varias otras. Un compulsivo ritual cotidiano nos obliga a consultar el teléfono móvil y a encontrar en su pantalla la confirmación de la que no podemos prescindir: que estamos muy mal. No nos interesa, sin embargo, entender el proceso y su mecanismo, sino fijar el culpable para apedrearlo.

Pereza: decisiva para explicar la ruptura de la convivencia y finalmente la guerra civil. Pereza, sobre todo, para pensar, para buscar soluciones inteligentes a los problemas; para imaginar a los demás, ponerse en su punto de vista, comprender su parte de razón o sus temores. (Julián Marías: La guerra civil. ¿Cómo pudo ocurrir?).

Nicolás Maduro, por ejemplo, a quien se lapida cotidianamente desde el amanecer. Pero se aplaude a Donald Trump porque ya practica el deporte que denuesta de aquél y del país en general, mientras vende armas a Mohamed bin Salmán y se refiere a Kim Jong-un como su amigo. Sería nuestro «deber cívico» seguir «la ruta del coraje»: esperar que otros resuelvan el problema por las malas.

Hace nada me consultaba un amigo acerca de nuestra situación; cada explicación que le ofrecí fue interrumpida a mitad de camino con dudas y desvíos. Entonces le pregunté por la salida que veía y contestó: «Que vayan y lo saquen». Él sólo tiene que sentarse a esperar, mientras contribuye patrióticamente cada día, orgulloso de sí mismo, con una o dos buenas pedradas digitales.

Así hemos alcanzado, habría dicho Hannah Arendt, la banalidad de la lapidación. Pienso que podría hacer bastante dinero—cosa para la que nunca he servido mucho—estableciendo el sitio web www.lapidacion.com. LEA

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