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Continúa el desfile de «presidenciables» por las sesiones de una prestigiosa y ya venerable reunión de ilustres caraqueños. De hecho, puede aventurarse la predicción de que quien aspire a convertirse en el «Presidente de la Transición» no podrá serlo a menos que se someta al escrutinio de los habitués de esas tenidas. Paso infaltable para estar in.

En esta ocasión le tocó el turno a Américo Martín, quien el lunes de esta semana hizo una brillante demostración de su dominio de la oratoria y planteó su candidatura sin decirlo, de modo elegantemente oblicuo.

Martín fue presentado, justamente, como una de las personas que ha sonado con más insistencia como posible presidente de cierre de período. A pesar de esto, jamás dijo que él quería serlo. Por lo menos no directamente.

Con gran habilidad habló durante una hora y cuarto acerca de las vicisitudes de la extinta Mesa de Negociación y Acuerdos, en la que él, naturalmente, participó. Con gran elocuencia fue tejiendo un tapiz interpretativo en el que el dibujo mostraba a la tal mesa como la verdadera protagonista del esfuerzo opositor por salir de Chávez. Ocasionalmente hacía referencias anecdóticas, que lo mostraban como interlocutor de Gaviria u otros importantes personajes de la actual escena internacional, como si se tratase de la figura de Guillermo el Conquistador sobre el Tapiz de Bayeux. La tesis a demostrar ni siquiera fue dicha, dejando a los circunstantes la tarea de atar cabos y producir la conclusión: premisa mayor, la política es algo verdaderamente muy complejo que requiere un conocimiento de primera mano de los actores principales del elenco; premisa menor, evidentemente Martín tiene este conocimiento, puesto que se permite tomar por el brazo y decirle «vale» o «chico» a, por e! jemplo, Roger Noriega («Entonces yo le dije…»); conclusión, Martín debe ser el candidato único de la oposición.

Después de este nutrido periplo, dedicó diez minutos al tema de la transición, diciendo entre otras cosas que había que reactivar la economía, que había que pedir prestado para no imponer un nuevo ajuste a los golpeados venezolanos, y que había que hacer un gobierno tan inclusivo que aun podría—o debería—tener ministros del chavismo en el gabinete. (Así lo enfatizó con ejemplos históricos, entre los que destacaba el caso de la sucesión de Francisco Franco: Adolfo Suárez había guiado un consejo mixto de ministros, en el que algunos miembros lo habían sido del último gabinete falangista).

Uno de los asistentes le formuló una pregunta que no quiso contestar (ni siquiera referirse a ella ante reiteradas peticiones de que la afrontara): «¿Cuáles entre los ministros de Chávez conservaría Ud. en un gabinete de transición?» Con esta evasiva concluyó la presentación, que había comenzado por una aclaratoria probablemente innecesaria, pero que él consideró de ineludible importancia: no debía pensarse que él gustaba de maquillarse; la uniforme lisura de su tez se debía a que venía de un estudio de televisión, donde habían aplicado pancake a su rostro. (Con lo que de paso hacía notar a los oyentes que él era, además, persona profusamente televisada). Eso fue exactamente lo primero que dijo.

Es digno de notar que Martín se mostró decididamente de acuerdo con elecciones primarias para determinar un candidato unitario de la oposición a Chávez. Buena cosa. Martín tiene seguramente títulos para medirse en ellas.

En suma, una muy hábil peroración de un hábil y educado político convencional, que demostró un detallado manejo de la anécdota y la alusión histórica, en la que convenientemente dejó de incluir una referencia tal vez importante: que en 1961 fue uno de los principales líderes del MIR (el fenecido Movimiento de Izquierda Revolucionaria). El MIR se escindió en protesta de Acción Democrática en ese año, cuando el gobierno de Betancourt decidió buscar sanciones de la OEA contra Fidel Castro porque el tirano caribeño estaba financiando movimientos guerrilleros en Venezuela—hasta el desembarco de armas en las playas de Machurucuto—actividad violenta y asesina que luego el partido de Martín decidió apoyar.

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