Cartas

El periodista Roberto Giusti acaba de escribir un clarísimo y pertinente análisis para El Universal, en el que insiste sobre temas adelantados en la presente publicación. Su tema es el de las desventuras y traspiés de la oposición formal en Venezuela.

Después de una compacta y exacta caracterización del régimen chavista Giusti concluye: «Nunca antes un gobierno había fracasado tan estruendosamente y nunca antes una oposición fue tan inepta a la hora de meterse en el corazón de la gente y de identificarse con sus penurias». Y luego de exponer esta carencia fundamental, señala la siguiente verdad estratégica: «A todas luces se nota el imperativo de un liderazgo único, firme y con la autoridad para desarrollar una sola política, una sola estrategia y un solo discurso, lo cual no significa un solo líder».

En intuición que apunta en dirección aun más penetrante, José Antonio Gil formula: «carecemos de un paradigma basado en el justo medio». (Lunes 22 de septiembre, en el auditorio del IESA). La presentación de Gil Yepes registraba un aumento reciente en el apoyo popular a Chávez (de 31% a 35,6%) que igualmente preocupaba a Giusti: «A estas alturas, y con los resultados de los últimos sondeos, nos encontramos conque en realidad los problemas ahora son dos, el ya existente de un referendo aún sin fecha ni reglas y el de la posibilidad de que Hugo Chávez continúe su ascenso en las encuestas».

Se nos asegura que un llamado «Comando Luisa Cáceres de Arismendi» es en realidad la mampara de quien estaría empatado en el proyecto presidencial de Enrique Mendoza. En cualquier caso, un texto que por estos días ha circulado y ha sido atribuido al tal «comando» se permite una inmisericorde disección de los intestinos de la Coordinadora Democrática. El tal texto procede a armar su contexto: 1. «En la oposición hay tres grupos: el Bloque Democrático (0.1%), Salas Römer (2%) y la Coordinadora Democrática (97.9%). Por su parte, la Coordinadora Democrática está respaldada por un 35% proveniente de los partidos políticos, particularmente AD, Movimiento Trabajo, Primero Justicia, Proyecto Venezuela, Copei, Bandera Roja, MAS, en ese mismo orden, un 5% es de la multitud de ONGs existentes y el 60% restante es una enorme masa de independientes a la espera de liderazgos sólidos».

A continuación procede a descalificar sumariamente a la siguiente lista de nombres (en este orden): Salas Römer, Santana, Urbaneja, Borges, Naime, Torrealba, Parra, Aguiar, Sosa, Zambrano, García Defendini, González González, Peña Esclusa. En una sola andanada. El pontificante «comando» salva a Enrique Mendoza de la salva y «le pide» que encabece de una vez por todas la oposición. Éste cavila sin decidirlo todavía, mientras administra operaciones desde la recién inaugurada «Quinta Unidad»—¿emulación inconsciente de la Quinta República?—situada en la populosa y popular barriada de Campo Alegre.

Así están las cosas en la oposición. No en balde José Antonio Gil y Roberto Giusti se manifiestan tan preocupados, aunque se detienen a escasos centímetros del inevitable corolario de sus análisis: que hace falta un liderazgo totalmente diferente al descrito, pues éste no tiene salvación.

……………

¿Cuál puede ser la causa profunda de esta ineptitud dirigencial, exacerbada por la multiplicidad de pescueceantes cabezas?

El 20 de octubre de 1991 Arturo Úslar Pietri escribía en El Nacional y diagnosticaba ya que era la Política misma la que estaba ante una crisis conceptual de magnitud descomunal: «Esto significa, entre otras muchas cosas importantes, que de pronto el discurso político tradicional se ha hecho obsoleto e ineficaz, aunque todavía muchos políticos no se den cuenta.» Echaba en falta un nuevo lenguaje político, una nueva gramática, pero concluía con no poco dolor: «Toda una retórica sacramentalizada, todo un vocabulario ha perdido de pronto significación y validez sin que se vea todavía cómo y con qué substituirlo… Hasta ahora no hemos encontrado las nuevas ideas para la nueva situación…» (Subrayado de doctorpolítico).

A un año de las elecciones que pretendía ganar, las nuevas ideas continuaban perdidas para Salas Römer, quien decía: «En Venezuela hace falta un nuevo modelo político, pero yo no sé cuál es». (Auditorio Hermano Lanz, UCAB, 3 de diciembre de 1997).

Hoy se puede señalar unas cuantas buenas ideas, y esto es ahora la oportunidad de exponerlas. Ya basta de repetir, numerosamente, la misma estrategia que, durante décadas, no tiene éxito.

Está escrito:

Intervenir la sociedad con la intención de moldearla involucra una responsabilidad bastante grande, una responsabilidad muy grave. Por tal razón, ¿qué justificaría la constitución de una nueva asociación política en Venezuela? ¿Qué la justificaría en cualquier parte?

Una insuficiencia de los actores políticos tradicionales sería parte de la justificación si esos actores estuvieran incapacitados para cambiar lo que es necesario cambiar. Y que ésta es la situación de los actores políticos tradicionales es justamente la afirmación que hacemos.

Y no es que descalifiquemos a los actores políticos tradicionales porque supongamos que en ellos se encuentre una mayor cantidad de malicia que lo que sería dado esperar en agrupaciones humanas normales.

Los descalificamos porque nos hemos convencido de su incapacidad de comprender los procesos políticos de un modo que no sea a través de conceptos y significados altamente inexactos. Los desautorizamos, entonces, porque nos hemos convencido de su incapacidad para diseñar cursos de acción que resuelvan problemas realmente cruciales. El espacio intelectual de los actores políticos tradicionales ya no puede incluir ni siquiera referencia a lo que son los verdaderos problemas de fondo, mucho menos resolverlos. Así lo revela el análisis de las proposiciones que surgen de los actores políticos tradicionales como supuestas soluciones a la crítica situación nacional, situación a la vez penosa y peligrosa.

Pero junto con esa insuficiencia en la conceptualización de lo político debe anotarse un total divorcio entre lo que es el adiestramiento típico de los líderes políticos y lo que serían las capacidades necesarias para el manejo de los asuntos públicos. Por esto, no solamente se trata de entender la política de modo diferente, sino de permitir la emergencia de nuevos actores políticos que posean experiencias y conocimientos distintos.

Amén.

LEA

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