Hace ya tiempo que asenté la convicción de que una de las más esenciales y democráticas instituciones sociales es la institución del jurado, la del juicio por pares, que pone en manos de los ciudadanos iguales a uno la terrible responsabilidad de determinar la culpabilidad de un indiciado en un juicio penal. Naturalmente, el jurado es un grupo de personas, un cuerpo colegiado cuyo tamaño varía, pero que usualmente se compone de doce ciudadanos elegidos con sumo cuidado, celo que es garantizado por muy elaboradas y consideradas prescripciones desarrolladas a lo largo de los siglos.
Pero he aquí que el lunes 20 de abril leo, como todos los días, el diario El Nacional y me encuentro con que un jurado unipersonal, un Jurado que es además Toro, emite un veredicto condenatorio de la periodista y profesora Marta Colomina, por el terrible y doble delito de manifestar abiertamente su desacuerdo y su crítica respecto de la candidatura de una ex Miss Universo y de haber deslizado algún comentario ante la proposición de aclamar la candidatura de quien hace no mucho yo llamé Miss Titanic. (Por aquello de lo inundible del legendario transatlántico).
No sé quién es el Sr. Jurado Toro. No guardo en mi memoria dato alguno sobre su trayectoria, ni he leído ninguna de las obras que dice haber publicado, aunque puedo decir que tampoco tengo apetito por leerlas, pues si su artículo contra la profesora Colomina es un botón de muestra, está muy claro que escribe bastante mal. Y tampoco siento necesidad de averiguar de él más nada. Soy poco dado a ese falacioso modo de argumentar ad hominem, que en vez de descalificar las argumentaciones a las que uno se opone, procede en cambio a descalificar a quien las profiere.
Pero tengo que desmentir rotundamente las muy amargas y retorcidas aseveraciones del Sr. Jurado Toro, porque creo que Marta Colomina no debe descender al defectuoso nivel de razonamiento del articulista de marras. Toca a nosotros defender de la estulticia a quien es hoy por hoy una cátedra cotidiana de la comunicación asentada sobre firmes principios éticos.
Primero. Ignoraba que fuese censurable ser español-catalán, nuevo grupo étnico que Jurado Toro parece aborrecer y que incluye unos cuantos nombres egregios, como los de Casals y Gaudi, o el de Grases entre nosotros, por escoger tres de una lista interminable. ¿Es que los apellidos Jurado y Toro son apellidos no españoles? ¿Son alemanes o japoneses acaso? Que se esgrima un origen de nacimiento como descalificación, en momentos cuando el mundo construye aceleradamente una civilización planetaria, constituye una abominable y muy obsoleta postura chauvinista.
Luego Sr. Jurado-Toro, no es precisamente por “posiciones acomodaticias” por las que Marta Colomina es conocida. Por lo contrario, me consta, como a muchos otros, su valiente rechazo de ofertas monetarias de quienes creyeron que podrían comprar su silencio ante la banal candidatura de la Srta. Sáez, lo que les hizo luego cambiar las ofertas por amenazas. Y me consta también de otras valerosas actuaciones que el espacio me impide detallar y cuya relación no hace la más mínima falta.
Es cierto, Sr. Jurado-Toro, que la profesora Colomina fue acusada por presuntos delitos de salvaguarda en su conducción de Venezolana de Televisión. Pero ¿sabía Ud. que por decisiones unánimes del Tribunal Superior de Salvaguarda y la Corte Suprema de Justicia Marta Colomina fue absuelta absolutamente de toda culpa al demostrarse la insustancialidad de todas las acusaciones? ¿Sabía Ud. que entre los “honestos trabajadores” que despidió se encontraban con facilidad parásitos y reposeros que la amenazaron con vengarse de su, otra vez, valiente decisión de separarlos de la teta pública? Ojalá, Sr. Jurado-Toro, hubiera más funcionarios públicos con la dignidad y el valor de la profesora Colomina.
Y puedo certificarle, Sr. Jurado-Toro –¿venezolano-oriental, venezolano-maracucho, venezolano-llanero?– porque conozco al doble fruto de la maternidad de Marta Colomina, que no hay abandono de su papel de madre, ni tampoco de los otros papeles que Ud. dice ella ha abandonado, como pueden atestiguar, por ejemplo, sus muchos discípulos y discípulas de la universidad. Yo conocí a sus hijas primero que a Marta Colomina, y por su excepcional calidad humana y profesional ya pude suponer la excepcional calidad de la madre. Si sus hijas llegasen a leer sus desacertados denuestos estoy seguro que preferirían la risa a la indignación, tan absurdas son las acusaciones que Ud. endilga a una madre a la que adoran.
De resto, Sr. Jurado-Toro, Ud. debe estar muy solo en la apreciación de que Marta Colomina importuna a los venezolanos a través de la prensa y la televisión. (Se le olvidó la radio). No Sr. jurado unipersonal: más bien Marta nos oportuna. Más bien Marta nos ilustra y nos guía. Si hay algo bueno en el periodismo de los últimos años en Venezuela eso es lo que ha venido escribiendo y diciendo Marta Colomina. Como es evidente que Ud. mismo no logra encontrar otro mérito que no sea el cosmético en la candidata que Ud. desea aclamar. Ud. no ofreció otro argumento que no fuese el de que la Srta. Sáez es “la mujer más bella, admirada y conocida de la Venezuela actuante” y el de que ostenta una “elegantísima manera de vestir”. ¿Es que puede Ud. darse cuenta de su propia indigencia argumental?
LEA
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