Una vez, en un programa dominical de radio que hacía en 1.090 AM de Caracas entre noviembre de 1993 y noviembre de 1995, invité a debatir sobre política a Hugo Chávez Frías. No he sabido que él se haya enterado de esa invitación. Por mi parte, mi opinión sobre su oferta política no ha mejorado. Es más bien lo contrario.
Lo responsable en política es ver las cosas médicamente. La política no tiene justificación a menos que pueda ofrecer solución a los problemas públicos. El que para el 4 de febrero de 1992 era el Comandante Chávez actuó como cirujano. La imagen del 4 de febrero como acto quirúrgico ha entrado hace tiempo en nuestras cabezas. Pero los militares que participaron en la acción, independientemente de su valentía y de la pasión que los animaba, abusaron del pueblo venezolano. Porque es que ningún cirujano tiene derecho a intervenir sin el consentimiento del paciente, a menos que éste se encuentre inconsciente y, por tanto, privado de su facultad de decidir si se pone en las manos del cuchillero. Y el pueblo venezolano no estaba inconsciente y el Comandante Chávez no nos consultó sobre la operación y nosotros no le autorizamos a que lo hiciera.
Podemos hasta conceder que el diagnóstico estaba correcto. Carlos Andrés Pérez debía separarse del cargo. Yo escribí a fines de 1991, poco antes del golpe, y refiriéndome a la proposición uslariana de que Pérez asumiera la conducción de un programa de emergencia nacional, estas palabras: «Pero el problema fundamental de su récipe consiste en creer que Carlos Andrés Pérez debe dirigir los tratamientos, cuando él es, más propiamente, el propio centro del tumor.»
Y el Comandante Chávez quiso resolver quirúrgicamente la remoción del tumor, sin autorización de nadie e ignorando, a pesar de que había sido dicho bastantes veces, que todavía existían los medios clínicos, los procedimientos médicos para el mismo objetivo. En ese mismo texto en el que reconocí la recomendación del Dr. Uslar de que Pérez nos salvara, recordé: «Propuse el 21 de julio algo más radical que las píldoras del Dr. Uslar. Receté, para la urgencia más inminente de la enfermedad, la renuncia de Carlos Andrés Pérez y que el Congreso elija, según pauta la Constitución, a quien complete su período como Presidente, porque, como Uslar dice, es importante preservar la constitucionalidad.»
En febrero de 1992 yo no estaba defendiendo a Pérez, Sr. Chávez. Un día antes de su infortunada aventura salía publicado un artículo mío en el diario El Globo. Su título era “Basta”, y era el cuarto o quinto artículo en el que pedía la renuncia de Pérez, siendo el primero de ellos del domingo 21 de julio de 1991. Escribí este artículo, precisamente, como un intento de mostrar una ruta que no fuese inconstitucional ante la disyuntiva de Pérez o golpe. Sentía que su salida podía lograrse con la presión cívica. Por esto sentí, además del azoramiento y la vergüenza venezolana, que su acto del 4 de febrero de 1992 había estropeado la marcha hacia una deposición cívica de Carlos Andrés Pérez. Es decir, y para que esté muy claro Sr. Chávez, yo me sentí personalmente afectado por Ud., y por tanto no puedo ofrecerle mi objetividad.
Lo que puedo entonces ofrecerle es debate, como lo hice antes en aquel programa de radio. Yo sé que no soy, como Ud., un candidato presidencial. Soy solamente alguien que ha dedicado ya bastantes años al tema general de la política y específicamente al caso clínico venezolano. ¿Tendrá Ud. objeción a debatir conmigo? ¿Es que los candidatos presidenciales no pueden debatir sino con otros candidatos? ¿Es que un ciudadano venezolano en posesión de sus derechos políticos no tiene derecho a confrontarle?
Yo le reto a Ud. a un debate público, Sr. Chávez. No tiene que ser algo rimbombante. No tiene por qué ser en televisión. ¿Qué le parecería escoger un auditorio, digamos, en la parroquia 23 de Enero, donde Ud. tiene la mayor aceptación, y discutir allí, a la vista de los Electores de la parroquia, cosas tales como la idea de una Asamblea Constituyente? ¿Como la manera más adecuada de entender la política, y la forma más responsable de tratar el caso político venezolano?
Ud. es hombre formado en el combate, Sr. Chávez. Ud. aprecia y practica el honor de la virilidad. Ud. sabe lo que es un reto.
Yo supongo que Ud. está muy convencido de sus ideas y apreciaciones de las cosas, de modo que no tiene nada que temer. Yo supongo que encontraré verdad en más de una de sus observaciones. Yo supongo que pasará lo mismo con Ud.
Pero yo creo que Ud. está fundamentalmente equivocado en demasiadas cosas. Quiero la oportunidad de decírselo directamente en presencia de Electores que no me conocen.
Y quiero tener la oportunidad de escuchar su visión constitucional, su visión de un nuevo Estado venezolano, además de su visión constituyente, que ya conocemos. Ud. debe tener alguna idea sobre eso, y si las que tiene son sólo reformas al concepto del Estado de 1961, entonces basta para introducirlas a referéndum el Congreso elegido según el texto constitucional de ese año, el mismo que Ud. ofreció como justificación de su fallido intento de golpe de 1992.
Yo creo que debe haber una constituyente. Lo creo desde hace mucho tiempo. No es mi convicción a este respecto una postura circunstancial. Pero imagino una constituyente seguramente muy distinta a la que Ud. puede haber pensado. Por eso, esencialmente, es por lo que quiero confrontarle.
Porque la recomposición del sistema operativo de un Estado es cosa muy seria, Sr. Chávez, y una constituyente que pretenderá pautar su configuración inicial en el siglo XXI es asunto que debe ser acometido con la mayor responsabilidad. En este mundo de recursos finitos y amplias necesidades no puede exigirse una herramienta si se desconoce a qué obra será aplicada. Si Ud. centra su discurso en la convocatoria de una asamblea constituyente, ¿qué es lo que espera que ella apruebe?
Yo creo que Ud. está en el deber de contestarme estas cosas, Sr. Chávez. Yo creo que sería poco viril y muy irresponsable que Ud. no dijera nada al respecto. Por eso le invito a una confrontación como la que le he propuesto o alguna similar a ella que Ud. desee sugerir.
Ud. debe conceder que ningún daño a la República puede derivarse de algo así.
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