Ahora que Octavio Lepage y Luis Piñerúa Ordaz han cuestionado por escrito la campaña presidencial de Acción Democrática, vale la pena advertir algunas cosas.
Hace ya más de un año que se pensaba que ese partido podía sustentar, como ningún otro partido podía hacerlo, una estrategia de no ganar las elecciones presidenciales. Pensando en profundidad, Acción Democrática podía apostar a un futuro más mediato, en el que su indiscutible predominio regional permitiría la emergencia de nuevas figuras, que por primera vez en muchos años, podían manifestarse con alguna profusión como figuras presidenciables.
Claro, en esos momentos quien parecía irremediablemente encaminada a Miraflores era Irene Sáez y no Hugo Chávez Frías, pero la lectura general permanecía incólume en cualquiera de los dos casos. No parecía que ningún candidato adeco pudiera convertirse en presidente. Ninguno entre los posibles llegó a superar un 2% en las encuestas.
En tales condiciones, que Alfaro Ucero hubiese permitido el combate interno de estas precandidaturas habría sometido al partido a tensiones que su espíritu de hombre de la organización consideraba harto peligrosas. Por señalar un solo punto, las poco definidas posturas de Ledezma respecto del perecismo hubieran reeditado temas que ya habían sido superados con éxito.
Alfaro, estoy persuadido, prefirió sacrificarse él como candidato perdedor antes que permitir una lucha desgastadora que en todo caso no conduciría, con ninguno de los posibles candidatos, al triunfo electoral en diciembre de este año.
De mediados de 1997 data una entrevista a Luis Herrera Campíns en la que el Presidente de COPEI consintió en someterse a un ejercicio análogo a la libre asociación de ideas de la que se sirven los psicólogos. Se le daba una lista de nombres y se le pedía que ofreciera, sin pensarlo mucho, una rápida caracterización de cada uno. Así, cuando le dijeron “Caldera” dijo “reflexivo”, cuando le dijeron “Donald Ramírez” dijo “muy trabajador”. Cuando le nombraron a Alfaro Ucero contestó de inmediato: “un hombre serio”.
Luis Alfaro Ucero no puede ser caracterizado como idealista, o romántico, o como persona que no tiene los pies sobre la tierra. Por lo contrario, su aproximación a las cosas sigue un estilo muy concreto y operativo. Por esto presumo que él mismo sabe perfectamente bien que no ganará las elecciones de diciembre. La conclusión es obvia: Alfaro Ucero se embarcó en la candidatura presidencial para preservar al partido.
Y esto no es una meta despreciable. No lo es cuando todas nuestras instituciones están sometidas al descrédito o la desconfianza, cuando COPEI se desmorona, cuando el carácter aluvional del movimiento chavista y del “Proyecto Venezuela” de Salas Römer no son sustituto de los partidos que tradicionalmente han canalizado la actividad política ciudadana, para no hablar de lo que queda del MAS o la Causa R.
El país necesita y necesitará de las organizaciones políticas para continuar en su proceso democrático. Aquellas que sobrevivan el estrujamiento electoral de 1998 tendrán, so pena de desaparición, que hacer metamorfosis. Pero si algún partido de los tradicionales tiene alguna posibilidad de perdurar es Acción Democrática.
Porque una posible evolución o reacomodo de tendencias políticas en Venezuela puede estar de nuevo encaminada a un bipartidismo en el que Acción Democrática, lo que quede de Convergencia y eso que llaman el “MAS sensato”, sirvan de núcleo a un partido “demócrata” enfrentado a una tendencia más conservadora y aristocrática que hubiera podido nuclearse con el COPEI derechista de Alvarez Paz y Berríos. Eso que Teodoro Petkoff llamó “el entronque histórico” bien pudiera estar por ocurrir en Venezuela.
Y entonces el sacrificio de Alfaro tendría sentido. Los adecos deben recordar que su triunfo electoral de 1995 se debió en no poco, y más allá de la ya apuntada execración de Pérez, al apoyo serio que su partido brindó a la gestión de Rafael Caldera en este su segundo período. Si no hubiera habido una cierta afinidad ideológica, si no hubiera habido un “centro-izquierdismo” común, esta circunstancia no hubiera sido posible.
Creo que convendrá a la dirigencia acciondemocratista preservar estas cosas en la conciencia a la hora de evaluar con profundidad lo que vaya a resultar su desempeño electoral de este año. Le convendrá no perder de vista estas verdades, como le convendrá ver más lejos que lo que la miope visión de Lepage y Piñerúa ha plasmado en su poco constructivo documento.
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