A distancia los expertos, que son de gran utilidad cuando operan en el sitio necesario, pueden llegar a ser impertinentes, altamente ineficaces y hasta dañinos. Hace unos años ya que debí disgustarme con un médico admirable—internista y endocrinólogo—porque insistía en diagnosticar a un pariente por teléfono sin examinarlo. Su justificada confianza en su excelencia profesional le llevó a transmitir su dictamen—a la postre resultó equivocado—sobre la base de información imperfectamente transmitida por las líneas de CANTV.
Algo así ocurre en el caso de la profesora Emma Brossard, autora (2001) del libro Power and Petroleum: Venezuela and Cuba. La profesora Brossard fue, por otra parte, asesora de la Presidencia de PDVSA entre 1985 y 1994.
En artículo escrito en Estados Unidos y publicado en la Internet, Brossard acusa a las transnacionales Exxon/Mobil y Shell en los términos siguientes: «Hoy vemos a las mismas petroleras que socorrieron a los comunistas rusos y permitieron la consolidación de la Unión Soviética ayudando al nuevo enemigo de Estados Unidos (y de Venezuela): Hugo Chávez».
De lo que se acusa a las petroleras extranjeras es de rompehuelgas, de esquiroles. La sagrada misión de los ex empleados petroleros venezolanos—parar la primera industria venezolana para ver si Chávez caía—habría sido boicoteada en reciente esfuerzo de apoyo desde el exterior, pues una oleada reciente de técnicos de ambas empresas habría venido en ayuda del déspota.
Así, escribe Brossard: «El domingo 27 de abril ocurrió una gran explosión e incendio en la planta de hidrodesulfurización de la refinería de Amuay, donde están trabajando técnicos de Exxon. El problema es que Chávez ya no puede culpar de sabotaje a la Gente de Petróleo y seguramente sus nuevos chivos expiatorios serán los técnicos de Exxon y de las demás multinacionales petroleras que corrieron a ayudarle».
La verdad es otra, y mucho más simple. Los técnicos extranjeros visitan rutinariamente el país y asesoran a PDVSA ¡desde hace 27 años!
A raíz de la nacionalización de la industria petrolera venezolana, las operadoras subsidiarias—Lagovén, Maravén, Corpovén, Menevén, etc.—se preocuparon por asegurarse el apoyo tecnológico de sus anteriores casas matrices (Lagovén de Exxon, Maravén de Shell, Corpovén de Mobil, Menevén de Gulf, y así sucesivamente).
En el caso específico de Exxon, por ejemplo, priva un contrato de soporte tecnológico para una unidad específica dentro de la gran refinería de Amuay: su unidad de flexicoking, que opera, por otra parte, sobre tecnología propiedad de Exxon bajo licencia a favor de PDVSA. (Antes, en concreto, a favor de Lagovén).
La presencia de técnicos de Exxon en Amuay, por tanto, es rutinaria, consuetudinaria, habitual y contractual desde hace casi tres décadas, y no obedece a una posición política adoptada por la empresa a favor del gobierno chavista.
En cierta ocasión el agudo sociólogo Antonio Cova era objeto de una entrevista radial. Mi antiguo profesor quería destacar con un ejemplo el hábito periodístico de la exageración. Decía Cova: «Supongamos que se rompe una tubería de agua en alguna calle caraqueña y comienza a manar agua del tubo roto. El problema exacto y objetivo es el siguiente: agua mana de tubo. Pero ¿cómo titularía un diario típico la noticia? ¿Se conformaría con registrar que agua mana de tubo? No, jamás. Hay que titular así: ¡Caos urbano!»
En la defensa—discutible por lo demás—de la sabiduría del paro petrolero que culminó con el inmisericorde despido de veinte mil empleados de nuestra primera industria, es explicable el deseo de atacar al gobierno con cualquier cosa. Pero la gente del petróleo es profesional y precisa. No necesita que desde afuera venga a ayudarle la exageración, que saca de contexto y de proporción correcta lo que es un hecho rutinario y perfectamente normal para convertirlo en una acusación efectista e injusta.
Y conste que no opino, en absoluto, desde la pretensión de ser yo mismo un experto petrolero. Nada estaría más lejos de la verdad. Se trata de que la lucha contra la mentira chavista no debe emprenderse desde una inexactitud de la oposición.
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