Lo que parecía insuperable ha sido superado. La reciente disertación del Comandante General del Ejército sobre el posible referendo revocatorio del mandato de Hugo Chávez, rastrera, mediocre, insincera, ya no es la última palabra militar sobre el asunto.
García Carneiro habló, al menos, vestido de civil. Tal vez este atuendo haya agravado la evidente incomodidad que se manifestaba en su lenguaje corporal, clarísima señal de la inseguridad que acompaña al mentiroso aficionado.
Pero Eugenio Gutiérrez, Comandante General de la Guardia Nacional, habló sobre el referendo en uniforme de campaña y flanqueado por los oficiales superiores de su fuerza. Y no es que haya dicho algo mucho más grave que lo expresado por García Carneiro—de hecho, si es que esto es posible, Gutiérrez se revela como bastante menos inteligente que su colega del Ejército—sino que lo dijo con obvia satisfacción. Gutiérrez se divertía.
Que un oficial armado investido con su responsabilidad haya declarado sobre territorio exclusivamente político, y se permitiera despreciativas opiniones acerca de la oposición venezolana, es el más patente signo de la degradación que Hugo Chávez ha logrado introducir en nuestras fuerzas armadas.
La aparente valentía del hombre armado e insolente ante civiles no es otra cosa que cobarde abuso de su ventaja. Es ésa la enseñanza que Chávez deja a los hombres de armas. Que no vale el esfuerzo profesional tanto como un arrastrado acatamiento a su delirio totalitario.
Hoy puede un alemán, aun después de Hitler, sentirse orgulloso de su linaje nacional. Pero antes tuvieron los connacionales de Goethe y de Beethoven que aprender a superar su vergüenza, a construir una nueva república sobre las ruinas del holocausto nazi. Nosotros, ahora, sentimos vergüenza de Chávez; sentimos vergüenza por los García Carneiro y los Gutiérrez, brutos armados que siguen un guión de película barata y vil. Después de ellos la vergüenza nos durará hasta que logremos cambiarla por los logros de una patria en sus cabales.
No va a ser fácil limpiar a nuestras fuerzas armadas de la polución chavista que las ha contaminado. No será tan fácil contar con ellas cuando Chávez impida, como dictador que es, la expresión constitucional de la voluntad popular. Ésta va a tener que expresarse supraconstitucionalmente.
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