¿Será por necesidad de llamar la atención, como niño malcriado, como enfant terrible, que Chávez no firmó en el Sur el documento que varios presidentes—notablemente entre ellos Luis Inazio Da Silva—refrendaron en apoyo a la política antiguerrillera de Uribe Vélez? ¿O será más bien que se trata de ineptitud pura, de mera y terca incapacidad?
Lo cierto es que jamás se puso Chávez en peor evidencia: nunca un alejamiento suyo había sido tan marcado, tan solitario e inoportuno, tan revelador. Pero Uribe, que ya ha mostrado en sus visitas a este país, en sus entrevistas con nuestro mandatario que sabe—como muy pocos—picarle adelante a Chávez, ha vuelto a comprometerlo.
Esto declaró Uribe a su llegada a Bogotá desde el Paraguay: «La semana pasada le decía a Chávez, le dije: Presidente, deja de preocuparte tanto por la política de seguridad en Colombia, hazles saber a las FARC que si están muy aburridos con ella, que conmigo negocian en cinco minutos».
Realmente se necesita presencia de ánimo para decir algo así a quien había negado mezquinamente su apoyo al presidente colombiano en su lucha contra el terrorismo en su país. Se necesita un carácter muy fuerte y al mismo tiempo muy apacible para decirle a Chávez que es amiguito de la guerrilla en Colombia.
¿Se quedará Chávez con esa? Probablemente coja seña esta vez de su Vicepresidente, el cínico mayor del régimen, que comentó: «‘Si ese hecho es cierto, si la información se corresponde con un planteamiento del presidente Uribe al presidente Chávez—y advierto que quien debe pronunciarse al respecto es el Presidente de la República cuando llegue al país desde Argentina—en todo caso tiene que haber alguna motivación para que el presidente Uribe le confiriera un papel importante al presidente Chávez en función de facilitador de la paz en Colombia, y eso no es raro porque el presidente Chávez, ya durante la gestión del presidente Pastrana, facilitó muchos encuentros entre las FARC y el gobierno de Colombia, en territorio colombiano o venezolano».
Rangel eleva la bajísima condición reconocida por Uribe en Chávez—la de correveidile de unos terroristas—a la dignidad de «facilitador». Una verdadera alquimia política.
La banderilla, sin embargo, Rangel, está colocada en el morrillo del toro de Sabaneta. Tal vez pique e irrite demasiado y por eso, como muchas otras veces, quizás el zaherido presidente le contradiga y desautorice con algún altanero comentario. Esperemos «Aló Presidente» del próximo domingo.
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