Mientras las encuestas registran todas un aumento del «tercer lado» (en la terminología de William Ury) o de los «Ni-ni» (en argot local), un mar de fondo se prepara en el seno de la Coordinadora Democrática.
Sin duda la señal emitida con la constitución del «Grupo de los Cinco»—Enrique Mendoza, Henrique Salas, Julio Borges, Henry Ramos, Juan Fernández—tuvo algún efecto positivo en el sentido de mostrar una aparente unidad de los principales factores de poder dentro de la oposición. (La Asamblea de la ONU es a la Coordinadora Democrática—14 partidos, 40 plus ONGs—lo que su Consejo de Seguridad es al Grupo de los Cinco—4 partidos, 1 ONG, o tres socialcristianos, un socialdemócrata y un tecnócrata). En teoría, es allí donde está el poder efectivo (Gente del Petróleo sería, con mucho, la ONG más grande, al punto de que algunas encuestas la sitúan sólo por debajo de Acción Democrática si se la mira como partido. Lo más probable es que, efectivamente, ése sea el destino final de Gente del Petróleo: hacer metamorfosis en organización política al tiempo que deje a la organización de Horacio Medina la ingrata tarea de pelear por los intereses de 19.000 petroleros cesantes).
La unidad operativa real del Grupo de los Cinco es otra cosa. Algunos mandos medios de la Coordinadora intentaron reunirse con los Cinco para plantear que la presencia partidista fuese enfriada a cero absoluto de aquí al reafirmazo. (Y también para añorar «dirigencia» que no existiría y solidez estratégica que tampoco). Supuestamente había aquiescencia de uno de los Cinco, pero a la fecha fijada no se presentaron sino unos cuantos comacates y tres de los Cinco dijeron no estar enterados del asunto.
Pero la verdadera tranca está planteada en torno a la presidencia de la transición: la hipotética presidencia corta que transcurriría entre la cesantía de Chávez y la culminación del período en agosto de 2006. Tres de los Cinco han dejado saber que no pretenden tal responsabilidad: Borges, Ramos y Fernández. Quedan sólo dos trenes: Salas y Mendoza. Tan irreconciliables serían estas dos campañas que Alfredo Keller ha decidido medir intención de voto a tres candidatos—Chávez, Salas, Mendoza—e indicaba en septiembre que aún en estas condiciones sería posible ganarle a Chávez. (Las mediciones de Keller muestran a Salas con significativa ventaja sobre Mendoza en este escenario: Chávez 31, Salas 31, Mendoza 24, Indecisos 14).
Versiones contrarias corren sobre si Enrique Mendoza aceptaría no ir a reelección en 2006 de ser él escogido como presidente de la transición. Hay quien afirma que Mendoza aceptaría la condición, pero hay quienes aseguran que jamás consentiría, como Salas Römer, en cortarse esas alas. Y este punto puede ser el pivote determinante, porque los restantes factores probablemente optarían por apoyar al candidato «más unitario», y éste ciertamente sería el que aceptase, como Mesa en Bolivia, ser un presidente de período recortado.
¿Cómo pudieran darse los apoyos? Ya Acción Democrática se cuadró una vez con Salas Römer en 1998—a la tardía defenestración de Alfaro Ucero—por lo que un entendimiento entre estos dos factores es camino ya trillado. La posición más cómoda y fuerte pertenece en este caso a Ramos Allup, el jefe del partido tradicional más recuperado, con tiempo en sus manos, pues por tales razones es un complemento apetecible por Mendoza tanto como por Salas, y literalmente puede sentarse a esperar las ofertas de ambos pretendientes.
Pero Primero Justicia no es de despreciar, aun si sus números no son tan robustos como los de AD o, incluso, los mismos de Gente del Petróleo. PJ aportaría, a un candidato que como Mendoza aparece todavía más ligado a COPEI que Salas Römer, la cara fresca de políticos jóvenes post cuarto republicanos. En la «base» de Primero Justicia Salas Römer tiene fuerte rechazo, por otra parte, de modo que en principio sería más tragable una alineación de los primerojusticieros con el gobernador de Miranda que con el de Carabobo.
En síntesis, debe partirse de por lo memos una irreversibilidad: la candidatura de Salas. Como Chávez, no ha ocultado sus propósitos, y será candidato hasta que se convenza, para usar sus palabras, de que hay un gallo que sea más gallo que él. (O que su «pollo». Salas ha insistido en la bicefalia de su gallináceo corral valenciano. Ramsés I y Ramsés II están disponibles).
Pero si Mendoza termina por aceptar la condición de la presidencia corta, su figura, ya posicionada como la de hombre que sabe jugar en equipo en el seno de la Coordinadora, emergerá con un carácter más unitario que la del divisivo Salas—quien ha manifestado intencionalmente en más de una ocasión deslindes con la Coordinadora, pues pretende captar votos en el «tercer lado». En tal caso, Proyecto Venezuela pudiera terquear frente a Mendoza aunque éste llegue a reunir en torno suyo una coalición de los restantes factores.
Ahora bien, todo esto se mueve a espaldas de la sociedad civil, dentro de la que el estado de opinión más fuerte es justamente el de ese «tercer lado» o «Ni-ni. Tal cosa está directamente relacionada con la erosión de la Coordinadora Democrática. Alfredo Keller escribe: «Aunque ha quedado el sentimiento de desconfianza hacia la Coordinadora Democrática, causa de la neutralidad de más de un tercio de los electores, también se ha perdido su imagen de ‘factor dirigente’ de la Oposición. En los Focus Groups ninguno de los participantes pudo identificar quién la dirige porque ya no existe más una figura central que actúe como su jefe visible, como fue con el caso de Carlos Fernández y Carlos Ortega. Esto hace que se refuerce la idea de que la Oposición carece de líderes y de que, por consecuencia, está desunida. Y esta percepción refuerza la idea, a su vez, de que ‘con una oposición así Chávez es imbatible’. La solución más obvia parece ser la de fortalecer liderazgos en vez de a la CD».
Sobre esa pantalla acústica tienen algún eco proposiciones como las de Elías Santana o Aíxa Armas en dirección de unas primarias que determinen un candidato unitario fuera de los manejos entre telones de dos de los Cinco. De nuevo Keller: « en los Focus Groups observamos dos actitudes inusitadamente firmes y convencidas: 1) la necesidad de ‘escoger muy bien’ en el futuro al próximo presidente y, 2) la necesidad de no dejarse influir por intermediarios (partidos políticos o la Coordinadora Democrática en especial). De estas dos actitudes se desprende la conclusión, en todos los grupos analizados, de que sólo el pueblo puede escoger al candidato que represente a la Oposición».
Pero tal vez el factor determinante real lo tengan otros factores de poder: los asignadores de recursos, sean éstos los financieros necesarios a una campaña o los espacios en medios masivos de comunicación.
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