Cartas

Fragmentos tomados de ediciones en 2003

Nº 20 – 01/01/03

No debe ser un secreto para nadie que la Coordinadora Democrática arribó a regañadientes a la convocatoria del paro cívico nacional. Dos acicates le impulsaron a decidirla: la presión de las abejas más africanizadas del enjambre ciudadano, que ya una vez fueron a la Plaza Francia a seguir el llamado de los militares rebeldes, quienes parecían ser capaces de sustituir el precario liderazgo de la Coordinadora; el incesante aguijón de Hugo Chávez, que quería una confrontación definitiva de la que esperaba salir triunfante, una vez que su estrategia de agotamiento funcionara. Puede decirse con propiedad que Chávez estimuló el paro por todos los medios a su alcance.

Es posible que Chávez no calculara la intensidad y extensión del paro petrolero que se superpuso a un vacilante paro cívico nacional. Hasta ahora es la acción opositora de mayor fuerza, pero forma parte del carácter de Chávez el estar dispuesto a pagar altísimos costos con tal de imponer su «revolución», y ahora está en la creencia estratégica de que este paro de la «gente del petróleo» es una bendición: así sale de esa gente y toma control férreo sobre la primera industria nacional, del mismo modo como controló mejor—en apariencia—a la Fuerza Armada una vez que descabezó a los oficiales que se pronunciaron contra él en abril de 2002.

En todo caso, el liderazgo difícilmente colegiado de la Coordinadora más CTV más Fedecámaras pareciera ser capaz de táctica antes que de estrategia. En la convicción de que un paro indefinido, reforzado por la inactividad petrolera, daría al traste en tiempo más bien breve con el gobierno de Chávez, ese liderazgo entró en él sin mayor profundidad estratégica. Las evidencias son claras: cada día del paro sirve para que Ortega o Fernández reciten el memorial de agravios contra el gobierno y propongan una vuelta de tuerca más.

Nº 26 – 12/02/03

La Coordinadora Democrática es una federación. (Dieciocho partidos y unas cuarenta organizaciones no gubernamentales). Como tal, tiene las ventajas y desventajas de toda federación. Los Estados Unidos de Norteamérica son el caso clásico de federación. En sus comienzos (1776) no disponían de lo que más tarde sería su constitución (1787) y debieron apañarse con sus Artículos de Confederación. Este extraordinario documento crea la figura del Congreso de los Estados Unidos, pero fue incapaz de establecer un poder ejecutivo fuerte. Lo que estableció fue un comité del congreso, una suerte de comisión delegada de las nuestras.

Pero para la conducción de la guerra no dudó. George Washington fue investido con los poderes de General en Jefe. La guerra de independencia contra los ingleses no fue conducida por un comité, sino por un mando único. Así, la Coordinadora debe buscar la emergencia de una figura ejecutiva capaz, teniendo claridad, por supuesto, sobre cuáles son las funciones que les son posibles.

Una función principalísima, a la que ahora debiera dedicar el mayor de los esfuerzos, es la selección de un candidato democrático, pues puede darse por cierto que de una manera u otra vamos a enfrentar elecciones presidenciales.

Nº 29 — 26/03/03

Con la proliferación de un renovado interés político en la población, gracias al patológico proceso del chavismo, muchas organizaciones recién nacidas—y también más de una de cierta antigüedad—han entendido que deben aportar o proponer un «proyecto de país». Alguna de ellas, que se complace en reivindicar reiteradamente el mérito de estar conformada por jóvenes, proponía que ese proyecto tuviese un alcance de 100 años.

Detrás de tan persistente noción opera una mezcla de ingenuidad con algo de soberbia. La equivocada idea de que podemos imponer a generaciones futuras la anatomía y fisiología de un país.

Los países tienen la mala costumbre de hacerse solos. Cada vez es menos la capacidad que tienen los gobiernos de determinar el desempeño de las naciones. Y esto es así aun en el caso de sistemas autoritarios.

Nº 31 – 10/04/03

A un costo terrible, sin embargo, hay que saludar la terminación del tiránico régimen del déspota iraquí. Es de desear que los iraquíes puedan establecer ahora un sistema democrático de gobierno, como Japón fue capaz de hacerlo a partir de 1945 bajo la tutela del mismo campeón: los Estados Unidos. Habrá que ver si esta poderosísima nación permite una verdadera autodeterminación de Irak o si establecerá un tutelaje determinante y duradero que se limite a controlar los ricos yacimientos petroleros iraquíes.

Los triunfadores no nos han reportado, hasta ahora, que hayan encontrado en Irak depósitos significativos de armas químicas o biológicas, cuya presunta existencia fue justamente el pretexto de la invasión. Ya nos contarán, y entonces recordaremos la sentencia del inglés que afirmara: «La propaganda del vencedor es la historia del vencido».

Nº 35 — 07/05/03

Un cierto matiz avícola ha teñido recientemente la política nacional. Desde el orgulloso anuncio de la importación de tres mil toneladas de pollo que ofreciera Chávez Frías, pasando por su previo dibujo de los estratégicos gallineros verticales y las ejecutorias criminales del prócer revolucionario Manuel Arias -alias «Pollo Ronco»- hasta las imágenes gallináceas que maneja con insistencia Enrique Salas Römer.

Uno no sabe si el hijo de este último caballero—el gobernador de Carabobo, Henrique Salas Feo—se siente cómodo con las continuas referencias que su padre hace de él con el gallináceo cognomento de «El Pollo». (Naturalmente, si el padre es gallo el hijo es pollo).

Lo cierto es que Salas Römer ha adelantado su candidatura con el argumento de que él es «gallo», que habría que ver si hay alguien que «sea más gallo» que él—en cuyo caso apoyaría la candidatura de ese posible gallo alfa—dentro de lo que, suponemos, puede ser descrito como la gallera política venezolana.

Nº 39 – 05/06/03

No es un secreto que el gobierno de Hugo Chávez adjudicó un carácter vengador al régimen de control de cambios. Los voceros económicos del gobierno repitieron como loros que no habría divisas para los «golpistas». Y comoquiera que bajo esta etiqueta se describe a la inmensa mayoría de empresarios venezolanos que entraron en paro a partir de diciembre pasado, pues no hay divisas prácticamente para nadie.

Más allá de tal intención justiciera, la ineptitud del gobierno en materia económica es ya en sí misma un arquetipo de antonomasia. En ninguna parte del mundo se ha visto la implantación de un control de cambios sin que las agencias llamadas a administrarlo estén completamente listas al momento del arranque.

Nº 45 — 17/07/03

Ya amenaza con convertirse en rutina la explosión de artefactos claramente terroristas. En las postrimerías del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y durante el interinato de Ramón J. Velásquez tuvimos el coche bomba del CCCT y los sobres explosivos que mutilaron la mano de un empleado de la Biblioteca Nacional. Ahora, con Chávez, la producción aumenta y tenemos los atentados contra Globovisión, la granada lanzada contra la División de Tránsito de Chacao, la explosión en el edificio Caracas Teleport donde se reuniría la Mesa de Negociación y Acuerdos, el C4 empleado contra las representaciones de España y Colombia, y ahora la destrucción de instalaciones de PDVSA en Chuao. (Esto sin contar el más rudimentario ataque contra el vehículo de Marta Colomina).

Si el gobierno no está metido en estas cosas es por lo menos grandemente inepto, puesto que sus cuerpos de policía técnica se han mostrado incapaces de descubrir a los culpables. Antes teníamos la impunidad de la corrupción. Ahora tenemos la de la violencia política.

Y no hay nada más fundamental a la vida de una sociedad que su seguridad. Si un gobierno fracasa en garantizarla fracasa en todo. Éste es el caso del gobierno de Chávez.

Nº 50 – 21/08/03

Fue precisamente la crisis de la política venezolana—en realidad una crisis de la Política misma en tanto profesión—la que trajo la anticrisis de Chávez. Es muy difícil que la solución a esta última provenga de los mismos estilos, las mismas prácticas y técnicas que originaron lo que ahora vivimos.

Y es que la causa profunda de las carencias no es la mala voluntad de ninguno de los que criticamos. Nadie puede poner en duda que han dedicado esfuerzos y mucho trabajo en la tarea de combatir la «Quinta República». Pero no se trata de eso. No basta, como parece proponer Enrique Mendoza «trabajo, trabajo y más trabajo». Es preciso «una clara percepción de la forma como la sociedad evoluciona, una conciencia de las tendencias de la opinión de las masas y una capacidad para predecir el futuro». Y esto sólo es posible desde un paradigma político diferente.

Nº 53 – 11/09/03

Es bueno que la oposición enmiende sus errores. El firmazo del 2 de febrero, se recordará, fue un increíble ejercicio ciudadano y un estupendo esfuerzo de la Asociación Civil Súmate, pero su foco no estuvo claro, ni concentrado en el único objetivo del revocatorio presidencial. Convocado a raíz de que el referendo consultivo—previsto para el mismo 2 de febrero—fuese detenido por decisión administrativa del Tribunal Supremo de Justicia, contó con no más de tres semanas de preparación—lo que habla muy bien de la eficiencia de Súmate—y se trató en realidad de un «combo» de muy variadas opciones, no de una convocatoria única a revocar el mandato de Hugo Chávez.

Ahora tendremos, por tanto, la posibilidad de volver a hacer la tarea o, si se quiere, de ir a examen de reparación. Tenemos que sacar una nota de 20 en esta ocasión. Todo está dispuesto para que éste sea el resultado, y por fortuna contamos con la muy seria y valiente organización de Súmate para un nuevo firmazo. A la tercera va la vencida: luego de la frustración del consultivo frenado y de la inminente declaración de invalidez sobre el firmazo del 2 de febrero, el tercer intento tendrá éxito y de paso servirá para recalentar la presencia de una mayoritaria oposición en la calle.

Nº 57 – 13/10/03

Carlos Andrés Pérez, que metió su mano el 11 de abril, que acompañó el paro, que comulga con el Bloque Democrático, no tiene la razón, por ejemplo, cuando dice a Malavé que el Artículo 350 ordena a los venezolanos que desconozcamos el régimen de Hugo Chávez. El Sr. Pérez no entiende de derecho constitucional, porque si lo hiciera sabría que las constituciones no ordenan nada al Pueblo, sino que es éste quien ordena la constitución. Como decía el Sr. Nuncio Apostólico en Venezuela, Monseñor Dupuy, así como Jesús de Nazaret expuso que el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado, es el caso que la Constitución está hecha para el Pueblo y no el Pueblo para la Constitución.

Nº 62 – 14/11/03

Las cadenas de radio y televisión son cada vez más evidentemente tenidas por lo que son: un abuso de poder. Pero como cualquier mal político, como cualquier mal ejecutivo, Chávez reitera incesantemente su uso, en parte porque le fueron eficaces en un principio, en parte por su neurótica necesidad de escucharse a sí mismo como el venezolano más digno, más valiente, más justo, más significativo. En gran medida, pues, una soberbia desbocada que, como saben los psicólogos desde hace tiempo, sirve para disimular la inseguridad, para calmar la fantasmagórica angustia de la inferioridad.

Nadie tiene derecho a creerse superior a su grupo nacional. Ya no porque la base marxista de su coartada específica para el autoritarismo esté francamente errada, sino por el hecho más fundamental aun de que, hoy más que nunca, los pueblos son más sabios que sus gobernantes.

El folklore judeocristiano sabe desde hace mucho que la soberbia es la más poderosa fuente de maldad, y al nivel mitológico de lo demoníaco la duración paradójica de la maldad es conmensurable con la de la historia de la humanidad entera. Pero en la realidad toda tiranía expira, y muchas veces con la muerte o el exilio del tirano. Puede ser aislado y preso en medio del Atlántico, si se ha sido tan importante como Bonaparte; puede ser asesinado como Pol Pot, cuando el dictador busca refugio en una selva guerrillera; a veces linchado como Mussolini o Ceasescu; en algunos casos se da el suicidio, como el de Hitler.

Es posible que la de Chávez sea una personalidad suicida que no se basta con una nota al juez de media página; que prolonga y multiplica sus ególatras cadenas porque está justificando su deceso a la escala épica que cree merecer.

Nº 65 – 04/12/03

No otra cosa que una descarada mentira es la acusación de «megafraude» lanzada contra la recolección de firmas para convocar el referendo que puede revocarle su mandato. Su problema, sin embargo, es que esa mentira no se la cree nadie, ni siquiera los que la corean. A partir del «reafirmazo» Chávez ha resbalado de las arenas duras de la lucha política a la arena blanda y movediza en la que se hunde. Y cada pataleo, cada brazada agónica no hace otra cosa que hundirle más.

El impacto del «reafirmazo» ha sido tan grande que ya se siente el deslave. El discurso de Calixto Ortega en la Asamblea Nacional así lo demuestra. Poco característico, hablaba de «respeto democrático» a las firmas válidas para convocar al revocatorio, y ya el chavismo light regresa a viejos cálculos que prescinden de Chávez para no hundirse con él. Chavismo sin Chávez, si es que tal cosa es viable.

Lo que no significa que Chávez no continuará dando la pelea o que no la ofrecerá según su inescrupuloso estilo. No tendrá éxito, sin embargo. Los observadores del MVR en las mesas de recolección de firmas saben muy bien que ya no son mayoría, y hasta hubo entre ellos quienes optaron por firmar también el último día, vista la inocultable avalancha. (En Maracaibo).

LEA

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