Es evidente que la actividad ejemplar y eficaz de Súmate es lo que más duele al régimen encabezado por Hugo Chávez Frías. El inestimable servicio cívico de la asociación es lo que ha permitido a la sociedad civil contar con una base sólida y blindada, para usar la manida expresión. De allí los redoblados ataques contra Súmate—provenientes de la Presidencia, la Vicepresidencia, la Fiscalía, el propio Consejo Nacional Electoral, la Asamblea Nacional, etcétera—pues es su trabajo lo que hace cristalizar el ejercicio originario—constituyente—de la democracia venezolana. Es algo que el chavismo se ha mostrado notoriamente incapaz de lograr, aun en momentos de su mayor popularidad.
Súmate se estableció primero como plataforma técnica y operativa para recoger las firmas que solicitaban un referendo consultivo y las que optaban por pretender la iniciativa de una enmienda constitucional de recorte de período. El trabajo estuvo tan bien hecho que no hubo manera de vulnerar el consultivo sobre la base de un cuestionamiento a las firmas, por lo que el Tribunal Supremo de Justicia dejó correr el proceso hasta que faltaran sólo once días para el 2 de febrero de 2003, la fecha prevista para su realización, reventándolo entonces con una decisión de corte administrativo. Al día siguiente (23 de enero de 2003) reportábamos en esta carta la decisión del TSJ: « el curso del referendo consultivo fue severamente descarrilado por efecto de una decisión de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, que declaró inválida la reincorporación de Leonardo Pizani a la directiva del Consejo Nacional y, como consecuencia, la invalidez de todas las decisiones en las que Pizani participó desde esa reincorporación, incluidas, por supuesto, las relativas a la celebración del referendo consultivo convocado válidamente, por iniciativa popular, el 4 de noviembre de 2002.».
El antichavismo institucionalizado había querido aprovechar una mayoría accidental en su directorio—presidido por Alfredo Avella Guevara, de valiente ejecutoria—para incorporar a Pizani, quien había renunciado a su cargo con dos años de antelación y desde entonces no había cumplido función alguna en el organismo. Por esto comentamos asimismo: «La Sala Electoral—accidental y muy «accidentada» en su composición, luego de una larga cadena de recusaciones e inhibiciones—dictaminó correctamente, por más que esto duela a quienes adversamos el régimen chavista. Así no se hacen las cosas, y para un asunto tan gravemente importante como el referendo consultivo, legítimamente convocado por iniciativa popular, se ha debido ser más serio y cuidadoso. Conformar una mayoría accidental en el CNE como consecuencia de un procedimiento incorrecto, a todas luces tramposo, era en efecto un acto irresponsable que, a la postre, resultó ineficaz».
Así se perdió el primer trabajo de Súmate. No sería el único que se perdería. Un grave desorden estratégico en el seno de la Coordinadora Democrática, a raíz de la mortal decisión del TSJ, la llevó a intentar el «combo» del «firmazo» del 2 de febrero de 2003, como modo de no perder la fecha mágica sobre la que tantas esperanzas habían sido puestas. (De todas maneras, la CD había vulnerado ella misma la potencia del referendo consultivo—el que capitalizaba casi exclusivamente Primero Justicia, y tal vez precisamente por eso—al iniciar un mes antes, junto a Fedecámaras y la Confederación de Trabajadores de Venezuela, el desastroso paro de fines de 2002 y comienzos de 2003).
Ha debido esperarse para fecha posterior y organizar todo con más sosiego y sentido, pero una histeria dirigencial forzó toda una nueva y compleja operación para la misma fecha. A pesar de esto Súmate reasumió el reto de organizar una nueva recolección de firmas, aun cuando sus directivos y ejecutivos estaban conscientes de la debilidad intrínseca al «combo» de ofertas: referendo revocatorio, enmienda de recorte de período, convocatoria a constituyente, documentos de apoyo a los medios y a los trabajadores petroleros, etc. (Unas ocho planillas en total).
Otra vez Súmate hizo el trabajo impecablemente, aunque contara sólo con once días para la preparación de un esfuerzo de magnitud nacional. Tal cosa permitió que el 20 de agosto del año pasado—un día después de cumplida la mitad del período—se solicitara al CNE la convocatoria de un referendo revocatorio del mandato del Presidente. Esta vez el disparo de torpedos le correspondió al nuevo Consejo Nacional Electoral, que optó por obviar, una vez más, las firmas recabadas y mató el asunto sobre la base de una supuesta extemporaneidad de las mismas.
Esta vez, sin embargo, la molestia contra Súmate se hizo más evidente, pues la asociación fue objeto de un destemplado regaño en la altanera y defectuosa dicción de Francisco Carrasquero, quien leyó el 12 de septiembre de 2003: «Que una de las solicitudes presentadas ante éste Órgano lo fue por la Asociación Civil Súmate, en la cual no aparece claro el título representativo e interés electoral con que actúan, porque no siendo una organización política o inscrita para tales fines en este Organismo Electoral, no parece justificado que pueda realizar actos electorales o cumplir fases integrantes de ellos; función que no es propia de las organizaciones componentes de la denominada ‘sociedad civil’, ya que ésta debe ser ejercida por ‘instituciones transparentes en cuanto a sus objetivos y a su permanencia en el tiempo en relación a esos objetivos, impidiéndose tal representación a asociaciones o sociedades civiles que esporádicamente vienen a actuar en la vida con fines precisos, como los electorales, así como a individualidades que se autopostulan’, ya que al así hacerlo denotan carecer de respaldo colectivo, tal como lo ha venido estableciendo la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en decisión de fecha 30 de junio de 2000, caso Defensoría del Pueblo contra Comisión Legislativa Nacional. Tal conducta no resulta congruente con la función representativa y los actos que en esta materia ha venido cumpliendo una asociación civil, como sin duda es Súmate, y la evidente connotación político electoral que ostenta el hecho de la presentación de solicitudes a los fines de activar un proceso de referendo revocatorio».
Ya antes el gobierno había intentado vulnerar el ejercicio ciudadano mediante infructuosa incursión de la policía del alcalde Rangel Jr., que descarada y abusivamente envió un destacamento armado para allanar los depósitos de la asociación en Boleíta. La ineptitud de Rangel y la oportuna reacción de la sociedad civil impidieron el desaguisado.
Pero a la tercera va la vencida, y Súmate volvió a organizar la recolección de firmas entre el 28 de noviembre y el 1º de diciembre de 2003 para iniciar la convocatoria de un referendo revocatorio presidencial, entonces dentro de las astringentes y absurdas normas aprobadas por el CNE, que además impidió, envidioso y abusivo, la asistencia computarizada que Súmate estuvo en capacidad de ofrecer a los Electores.
Una verdad tenaz es invencible. Súmate le propinó un gancho brutal al hígado del gobierno. Produjo un plan extraordinario, organizó los equipos, instruyó a los Electores, se atuvo a las difíciles reglas, aun a las más arbitrarias, proveyó voluntarios, proveyó consejo, asistencia y transporte, ejerció vigilancia, custodió nuestras firmas, las transcribió, las registró ópticamente, las duplicó, las entregó, al CNE y a los ciudadanos. Todo esto con una serenidad, una discreción, una elegancia que jamás podría soñar siquiera el Vicepresidente, no digamos Chávez y Carrasquero.
Por esto la reacción dolida y airada del gobierno. Súmate y sóbate.
Súmate ha sido nuestro táctico tenaz, inteligente, organizado, eficaz, brillante. Ha servido a estrategas equivocados. De todos modos hubiéramos hecho el revocatorio sin ellos, aunque tal vez no lo hubiéramos hecho sin Súmate.
Súmate es el núcleo vital de la nueva organización política que necesitamos. Ella merece mejores estrategas. Primarias, sí, pero primarias de los Electores, no primarias de coordinadores.
A Súmate hay que defenderla con la vida. Ella ha defendido nuestras firmas con la suya.
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