Cartas

Si el lema de Enrique Mendoza—trabajo, trabajo y más trabajo—fuese suficiente legitimación, nadie más legitimado que Hugo, pues nadie defiende su proposición política más que él defiende su revolución. Hugo está, seguramente, entre las personas que menos duermen en el país. Esto, seguramente, afecta la calidad de su comando y le pone en riesgo elevado de surmenage.

Hugo trabajó mucho desde antes de encargarse del coroto. Ya electo pero aún sin que la banda presidencial hubiera cruzado su pecho se ocupaba de su espejismo: reunía la Comisión Presidencial Constituyente en La Viñeta, por ejemplo. Combellas, Olavarría, Quijada, Escarrá (Herman), Mayz Vallenilla, Ángela Zago, Elechiguerra… O se reunía con la Presidenta de la Corte Suprema de Justicia, Cecilia Sosa, en el apartamento de Alfredo Peña, haciéndose acompañar por quien sería después su primer Director de la DISIP: Enrique Urdaneta Hernández. (¿Qué función cumpliría, por cierto, un policía político en esa reunión previa al 2 de febrero de 1999 que no fuese imponer una atmósfera intimidatoria desde el comienzo para asegurar la decisión del 19 de enero que abriría la puerta a la Constituyente?) Chávez trabaja mucho y tiene trabajando mucho tiempo. ¿No es así, Mendoza?

¿Algo así como George Bush? ¿Qué hacía Bush ya electo antes de tomar posesión de la Presidencia de los Estados Unidos? Por ejemplo, recibía un briefing del Secretario de Defensa de Clinton, William S. Cohen.

La reunión tuvo lugar el 10 de enero de 2001, diez días antes de la toma de posesión de Bush y a dos años de la llegada de Chávez a la Jefatura del Estado en Venezuela. Dick Cheney, el Vicepresidente norteamericano, especificó de antemano lo que Bush quería oír: de lo primero que debía informársele era sobre las opciones con respecto a Irak. Sólo unos poquísimos habitantes del planeta podían imaginar entonces que ocho meses y un día después dos altivas torres neoyorquinas se verían reducidas a escombros y el Alto Mando Militar norteamericano recibiría el insulto en su propia casa. Y que dos meses después del 11 de septiembre Bush ordenaría a Rumsfeld, mientras se desarrollaba la invasión de Afganistán, la preparación acelerada y secreta de un plan de invadir Irak para deponer a Hussein y anular sus posibles armas de destrucción masiva y su presumible apoyo a Al Quaeda.

Uno supone que Cohen no tendría, en realidad, que sorprenderse con tan específico pedimento de Cheney; a fin de cuentas los Bush son clan petrolero, Dick Cheney venía de presidir Haliburton, Irak es un país petrolero, Bush padre—del que Cheney había sido, precisamente, Secretario de Defensa—no había hecho el mandado completo con Sadam, etcétera.

A la reunión asistió el propio estado mayor de George, hijo: Cheney, Colin Powell, Secretario de Estado, Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa, Condoleezza Rice, Asesora Nacional de Seguridad. Un equipo compacto y experimentado. (Rumsfeld ya había sido Secretario de Defensa de un gobierno republicano, el gris período de Gerald Ford, y Colin Powell, naturalmente, había comandado la Operación Tormenta del Desierto, la primera guerra contra Irak bajo la presidencia de Bush, padre).

El joven Bush está ahora ante una elección que no tiene asegurada. No necesita más malas noticias, realmente. Y ahora resulta que mientras Chávez trata de manejar sus quemados en Fuerte Mara, Bush tiene que declarar a televisoras árabes sobre los abusos a prisioneros iraquíes, tiene un altercado con Rumsfeld (porque se ha enterado por los medios de comunicación—¿dónde está Jesse?—sobre este asunto), y auxiliares de Powell adelantan que no acompañaría a Bush cuatro años más, que los resultados en Irak le preocupan mucho y que el embargo sobre Cuba es la política más estúpida del mundo. (En declaraciones a la revista GQ). Este arreciar después de que hace poco Condoleezza Rice se viera forzada a ofrecer explicaciones. ¿Se rompe el equipo que escuchó el 10 de enero de 2001, como primera cosa, cuáles eran las opciones militares en Irak? ¿Puede Bush darse el lujo de perder a Powell y Rumsfeld, nada menos, a seis meses de las elecciones? ¿Está Cuba mal cuando el comando del Departamento de Estado descree de la política de embargo contra la isla?

Bueno, Fox y Toledo están a punto de una ruptura de relaciones con La Habana. ¿Formidables oponentes al Tirano del Caribe? La aceptación de Toledo en Perú sigue en el piso, y Fox, aunque mucho más fuerte que el primero, continúa bajando en las encuestas. Quizás aspire a que su feudo con el comunista le reporte un alivio a este respecto.

Por de pronto Chávez parece resbalarse por la ventana de inmunidad que la campaña electoral norteamericana le provee. Junto con Fidel observa con regocijo cómo se produce la baja enemiga de Otto Reich y lee el comentario de El Universal junto a la noticia que el periódico anunciaría en su titular de primera plana: «EEUU auspicia solución negociada en Venezuela». Tenía que ser así en una política de oposiciones: si Kerry está recomendando mano dura contra Chávez, entonces Bush debe suavizarse.

Cuando la política de poder entra en ciertas barrenas lo absurdo emerge: a Chávez le conviene más que gane Bush en noviembre. Y mientras tanto, como asegura El Universal, negocia con George. ¿Qué cosas? De las más variadas. Petróleo, of course. O tal vez que no mandará acusar al pobre Shapiro en La Haya de haber visitado Fuerte Tiuna o a Carmona en horas muy curiosas de días muy particulares. «You know, Hugo, sería una big raya en la carrera diplomática de Charles. No le eches esa broma. ¿OK?» «Cuenta con esa vaina, George. No te voy a venir a fastidiar precisamente durante tu campaña. Más bien ¿por qué no le ofreces el puesto que tenía Reich?»

Pero George, malcriado como es, no se quedará con esa. «Ah no, Hugo, pero no seré yo solo quien tendré campaña electoral que ganar. ¡Tú también contarte!» Y nuestro comandante ofrecerá: «¡Claro George! Mira, esta gente no va a recoger las firmas, pero yo les voy a ofrecer renunciar para que haya elecciones. Y tú preferirás que gane yo. Mira que Mendoza no sabe nada de petróleo, que es nuestro negocio. Yo sé más de petróleo, pues, que la Gente del Petróleo. Yo cogí mi curso con Mandini & Ciavaldini. Por cierto, ya le puedes decir a Dick que el cheque de CITGO para tu campaña está listo».

Después, cada quien a lo suyo. Bush a enjabonar las orejas de Rumsfeld, esencialmente, porque se supo lo de los soldados abusivos en Irak. Chávez a intentar el remiendo imposible de la conflagración de Fuerte Mara. ¡Cómo se parecen Hugo y George!

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