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Altos de Pipe. Territorio del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC. Hasta allí llegan metástasis del chavoma. Por primera vez en la historia del instituto se niega la entrada a su cuerpo de investigadores a un candidato claramente idóneo para integrar sus filas por razones exclusivamente políticas.

El candidato tiene impecables credenciales, fue un destacado investigador en INTEVEP, tiene un merecido doctorado de una prestigiosa universidad, estaba avalado y solicitado por un notable investigador titular que ostenta más de un premio de ciencia. Pues no valió que todas las instancias de calificación del instituto aprobaran el ingreso. No se permitió porque el candidato se opuso a la huelga laboral en el IVIC de 1992, el año del primer abuso de poder de Hugo Chávez.

Valle de Sartenejas. Universidad Simón Bolívar. Asamblea para que la comunidad tome conciencia de trapaceras maniobras oficialistas que buscan desacreditar a la universidad y facilitar el control definitivo de la misma. Las autoridades logran, por los momentos, refutar la ofensiva.

La campaña contra la inteligencia institucionalizada nacional ha comenzado hace rato.

Es una campaña que el doctor Orlando Albornoz ha descrito en reciente libro—en inglés—que traza la parábola de la penetración del régimen en el sistema de educación superior. Tres mil investigadores, señala, conforman el sistema de ciencia y tecnología nacional. En el exterior, al mismo tiempo, nueve mil profesionales venezolanos se restan a la inteligencia nacional. Tres mil de ellos son doctores. Pero el régimen prefiere que la civilización huya, lo que requiere la entronización de la barbarie.

Pareciera que en la Universidad Central de Venezuela se ha logrado contener el avance electoral de este ataque totalitario. Pero partidarios de la plancha ganadora en la primera vuelta de las elecciones de autoridades en Los Chaguaramos parecieran entender el asunto como una restauración cuasiborbónica. Al conocer los resultados se lanzaron a cantar el himno de Acción Democrática y procedieron a festejar la victoria con profusa libación alcohólica. Hay gente que no aprende.

Es preciso que las universidades piensen agresivamente su conducta próxima. Es urgente que se unan para impedir que el cáncer crezca, también, en su seno. Esta pelea no puede pelearse sólo caso por caso o plantel por plantel. Aquí también vale la pena un frente unido. Si no pronto escucharemos que las universidades son golpistas y después sólo quedará apoderarse de la vinotinto y los diablos de Yare.

Pero aquí también, en esta nueva lucha, debe asentarse una exigente claridad: que esta revolución no se combate con restauraciones.

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