Por surcar mejor agua alza las velas
ahora la navecilla de mi ingenio,
que un mar tan cruel detrás de sí abandona;
y cantaré de aquel segundo reino
donde el humano espíritu se purga
y de subir al cielo se hace digno.
Los versos que anteceden corresponden a las dos primeras estrofas del Canto Primero del Purgatorio, Segunda Parte de La Divina Comedia, la obra magna de Dante Alighieri. He refrescado su lectura inducido por exacta caracterización de Mauricio Báez Cabrera, Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Pensilvania, profesor del post grado en Ciencias Políticas de la Universidad Simón Bolívar, antes su Director.
El Dr. Báez tiene la propiedad de encapsular en sintéticas frases, a veces en una sola palabra sugestiva de una imagen también única, el significado de una compleja situación. Es como si hubiera dominado el arte de los haiku políticos. Hace pocos días observó: «Aquí estamos: en este purgatorio».
La imagen es perfecta, porque con un solo vocablo –purgatorio– tres ideas encuentran expresión: primera, que allí se sufre penas terribles, pues no son agradables las llamas que abrazan a las ánimas en pena; segunda, que estas penas no son eternas, que tienen término y no durarán por siempre; tercera, que de allí no se sale para bajar, sino para ascender al paraíso. Todo eso pudo sugerirlo el Dr. Báez con el íngrimo sustantivo de purgatorio.
……..
Pero además de la «metáfora Báez», reflejo especular de las tribulaciones políticas venezolanas y su futura dinámica, las circunstancias de una compatriota muy concreta llenan cabalmente la misma designación: Linda Loaiza, que pudo por fortuna librarse del infierno al que su victimario la sometiera con la mayor saña y sin la menor compasión, para ascender a un verdadero purgatorio que en los momentos la obliga a una huelga de hambre como único modo de que el terrible sistema judicial venezolano le ponga algo de atención. Cinco comunicaciones ha dirigido la Srta. Loaiza al omiso y desentendido «Defensor del Pueblo»—sólo diligente cuando de defender la «revolución» se trata—en las que expresa su grave preocupación por la posibilidad cierta de que su agresor, mediante triquiñuelas procedimentales, salga pronto en libertad, impune de un crimen continuado del que los animales más feroces se avergonzarían.
Linda Loaiza es símbolo de nosotros mismos y requiere nuestro apoyo. Es posible saludarla y solidarizarse con ella por conducto de correos electrónicos y es posible auxiliarle económicamente depositando nuestras contribuciones en la cuenta corriente abierta en Fondo Común, a nombre de la Fundación Amigos de Linda Loaiza.
Si a nosotros puede tomarnos todavía unos dos años salir del purgatorio político en el que nos encontramos—y del que no saldremos hasta que verdaderamente purguemos nuestras reiteradas equivocaciones sociales—es urgente librar a la Srta. Loaiza del suyo inmerecido, y exigir con toda nuestra fuerza ciudadana que se le haga justicia.
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