Fichero

LEA, por favor

La Ficha Semanal número 13 de doctorpolítico es algo extensa, pero vale la pena. En realidad es una cita de citas, por cuanto es un fragmento de la introducción de un trabajo del suscrito de septiembre de 1987, un año antes de la campaña que enfrentaría a Carlos Andrés Pérez, en pos de su segunda presidencia, con Eduardo Fernández, el candidato que desde cierto punto de vista no debía perder. El trabajo en cuestión llevó por nombre Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela.

El fragmento escogido corresponde a un intento por comprender conceptos útiles a la consideración anticipada de «sorpresas», y cita a Alexis de Tocqueville, a Bohdan Hawrylyshyn y, sobre todo, a mi amigo, maestro y mentor, el profesor Yehezkel Dror. Es gracias a estas citas, a pensamiento ajeno, que la ficha de hoy puede ser valiosa.

El estudio en sí consideró dos tipos de sorpresa en la Venezuela, siendo una de ellas el golpe militar. En las conclusiones se apunta: «Por lo que respecta a un golpe militar antes de las elecciones de 1988 las probabilidades aparecen como minúsculas, aun cuando el deterioro continuase, como parece lo inevitable. Sólo un deterioro muy fuertemente acelerado en lo que resta desde ahora hasta las elecciones, pudiera provocar un intento serio de golpe militar. Por esto el sistema político venezolano deberá estar pendiente de acciones intencionales de agitación y agravamiento de la situación por parte de elementos que estuviesen jugando a esta posibilidad. En cambio, de ganar las elecciones de 1988 uno de los candidatos tradicionales, probablemente lo haría con un porcentaje muy reducido de votos. En ese caso el próximo gobierno sería, por un lado, débil; por el otro, ineficaz, en razón de su tradicionalidad. Así, la probabilidad de un deterioro acusadísimo sería muy elevada y, en consecuencia, la probabilidad de un golpe militar hacia 1991, o aún antes, sería considerable».

Un mes y cuatro días después de que se agotara la vigencia de esa predicción de 1987, Hugo Chávez Frías y sus compañeros de asonada cometían el abuso del 4 de febrero.

LEA

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La vida te da sorpresas

Dror ha enumerado los rasgos de un modelo de confección de políticas (policymaking) en las condiciones actuales al que ha llamado el «modelo de apuesta difusa». «Una buena imagen para considerar la confección de políticas como apuesta difusa es la de un casino inestable, donde la opción de no jugar es en sí misma un juego con altas probabilidades en contra del jugador; donde las reglas del juego, las proporciones necesarias de suerte y habilidad y los premios, cambian en forma impredecible durante la apuesta misma; donde formas impredecibles de ‘cartas locas’ (tales como un ataque terrorista o la distribución de diamantes por millonarios pródigos) pueden aparecer súbitamente; y donde la salud y la vida de uno mismo y la de sus seres amados puede estar en juego, algunas veces sin uno saberlo».

El modelo extremo de apuesta difusa involucra situaciones en las que la dinámica que da origen a los resultados de una decisión es desconocida y toma la forma de indeterminación, discontinuidad y saltos. Algunas de las consecuencias de este estado de cosas son las siguientes:

a. Los resultados no pueden ser predichos ni en términos de posibilidades definidas ni en términos de riesgo, en el sentido técnico de distribuciones de probabilidad

b. La adjudicación de probabilidades subjetivas es un acto que puede ser calificado de ilusorio.

c. La no-decisión, o las decisiones incrementales (modificación de las cosas «poquito a poco»), constituyen estrategias fútiles como modo de contener la incertidumbre, dado que la repetición del mismo acto o la misma política puede dar origen a resultados radicalmente diferentes en cada ocasión.

d. Los valores, y las metas mismas, pierden su constancia en la toma de decisiones, entre otras cosas a causa de cambios impredecibles en los contextos que establecen las prioridades.

e. Una mejor inteligencia, en el mejor de los casos, no puede hacer otra cosa que hacer más explícita la ignorancia.

f. Se está en presencia de una alta probabilidad objetiva de que eventos de baja probabilidad ocurran frecuentemente. En términos subjetivos, domina la sorpresa.

Estos son los rasgos de un caso extremo y abstracto de «apuesta difusa» que, no obstante, puede ser más pedagógico a la hora de comprender el tipo de situación que confrontamos. Un modelo más cercano a la realidad modera la gravedad de esos rasgos y puede ser descrito, a su vez, en los siguientes términos:

a. Una cierta proporción de los resultados podrá ser prevista en términos de riesgo—estimación cuantitativa—y en términos de posibilidades—estimación cualitativa. La proporción restante adoptará la forma de configuraciones impredecibles, con discontinuidades y saltos.

b. En una cierta proporción, las situaciones podrán ser diagnosticadas como tendiendo más hacia la discontinuidad o como tendiendo más hacia la continuidad. En una cierta proporción la ignorancia domina, sin que exista la posibilidad de evaluar de antemano las situaciones como conducentes a la continuidad o a la ruptura.

c. La utilidad del empleo de probabilidades establecidas subjetivamente, y la del análisis de decisiones que se base en ellas, la constancia de valores y metas, la capacidad de la inteligencia para contener y reducir la ignorancia, etcétera, dependerán de una mezcla de incertidumbre e ignorancia.

d. Eventos considerados como de baja probabilidad ocurren con frecuencia variable y la sorpresa llega a ser endémica.

Puede ser que esta última enumeración no parezca mejorar las cosas demasiado. Sin embargo, permite una aproximación más constructiva al asunto. Por ejemplo, será posible, al menos para el tratamiento de una parte de los posibles eventos políticos o la preadaptación a ellos, una clasificación de los mismos en cuatro categorías a considerar, según sea su probabilidad de ocurrencia y el grado de impacto que tendrían: 1. Eventos de alta probabilidad y alto impacto, para los que sería una locura no prepararse. (Verbigracia, Carlos Andrés Pérez en la Presidencia de la República). 2. Eventos de alta probabilidad y bajo impacto, para los que no se requiere demasiada prevención, dado que modificarían poco el statu quo. (Por ejemplo, Eduardo Fernández en la Presidencia de Venezuela.) 3.. Eventos de baja probabilidad y bajo impacto, los que pueden ser más o menos desatendidos. (Tales como los casos de Rafael Caldera y Octavio Lepage como presidentes). 4. Eventos de baja probabilidad y alto impacto, para los que es aconsejable, al menos, tener previsto un plan contingente, ya que de ocurrir aquéllos las cosas cambiarían significativamente. (Estos pueden ser, entre otros, la posibilidad de un verdadero outsider como Presidente o la posibilidad de un golpe de Estado militar).

(Es importante advertir que en materia de la clasificación anterior no estamos calificando los impactos en términos de bondad o maldad. Un alto impacto puede ser positivo o puede ser negativo. Sobre todo en materia de los ejemplos expuestos, no es objeto de este trabajo discutir si la titularidad de Eduardo Fernández, Octavio Lepage, Rafael Caldera o Carlos Andrés Pérez en Miraflores es positiva o negativa en cada caso. Tan sólo hemos afirmado que, a nuestro criterio, de esas cuatro posibilidades únicamente la última introduciría cambios más marcados respecto del estilo y orientación general de la actual administración del Presidente Lusinchi. Puede haber outsiders positivos y negativos. Lo que sí sostenemos es que aún el proceso problemático venezolano no ha llegado a un grado de deterioro tal que un golpe de Estado deje de ser francamente negativo, y que no creemos que un golpe de Estado militar condujera de inmediato a una mejor forma de gobernar el país o a la solución de sus principales problemas.)

Desde el punto de vista de las posibilidades que provee una situación turbulenta, es necesario advertir que aumentan las probabilidades de éxito de aventuras que intencionalmente busquen cristalizar a su favor las múltiples tensiones existentes, siempre y cuando sean bien ejecutadas y den realmente salida a tales tensiones. En Road maps to the future, Bohdan Hawrylyshyn dice lo siguiente: «En química, puede uno disolver más y más sólidos en una mezcla hasta que se alcanza el estado de saturación. Un solo cristal adicional puede entonces precipitar a todos los sólidos fuera de la solución. La historia reciente muestra que los eventos pueden ser precipitados en una forma análoga en sociedades en las que se acumulan demasiadas tensiones. Lo que se requiere entonces es sólo un catalizador. En Portugal puede haber sido un libro publicado por un general. En Irán, que también tenía un ejército fuerte y una implacable organización de seguridad interna, fue la voz de Khomeini, oída directamente (como del cielo) en cassettes de audio. En Polonia, el Papa, durante su reciente visita, pudo haber desencadenado casi cualquier conjunto de eventos según su escogencia».

Yehezkel Dror emplea, junto con un análisis riguroso, varias sugestivas imágenes para el enfoque del tema en «Cómo sorprender a la Historia» (How to spring surprises on history). Por ejemplo, nos recuerda a Maquiavelo, para «considerar la posibilidad de convergencia entre oportunidades históricas raras (ocassione) que provee la historia (fortuna) y que pueden ser utilizadas por gobernantes que tengan las raras cualidades necesarias (virtu)».

Nuestra percepción popular incluye la expresión «en río revuelto ganancia de pescadores». No otra cosa es la percibida por líderes emergentes, distintos a los que militan en los partidos tradicionalmente poderosos de Venezuela. Es lo «revuelto» de la actual situación lo que ha estimulado la emergencia, en proporción jamás vista en Venezuela, de nuevos pretendientes al trono de la esquina de Miraflores. Apartando los consabidos candidatos de A.D. y C.O.P.E.I. y los que surgirían de los partidos menores—en gran medida también tradicionales (U.R.D. y el M.A.S., principalmente)—han asomado con mayor o menor fuerza, entre otros, los nombres de Jorge Olavarría y su Nueva República; Godofredo Marín y el partido de los evangélicos; Marcel Granier, que busca servirse de un eje comunicacional (RCTV y Diario de Caracas) al que añade el Grupo Roraima y ahora el M.I.N. de Gonzalo Pérez Hernández; el Rector Edmundo Chirinos, que había anunciado ya al comienzo de su rectorado que lo que perseguía era «un proyecto político»; el ex rector Ernesto Mayz Vallenilla con su Movimiento Moral, Reinaldo Cervini ofrecido como candidato de consenso para «las izquierdas», al igual que Alberto Quirós Corradi desde su plataforma de El Nacional; el Rector Pedro Rincón Gutiérrez como otra solución similar a los dos últimos nombrados; Leopoldo Díaz Bruzual que ya ha adornado algunos puntos urbanos con un afiche de su efigie en fondo morado; Vladimir Gessen, igualmente en afiches y pancartas de su Nueva Generación Democrática.

(Es nuestra impresión que la situación actual de la política venezolana corresponde a la situación de saturación descrita anteriormente en los términos de Hawrylyshyn. Por esta razón pensamos que ninguno de los nombrados en esta lista tiene la potencialidad de ser el «catalizador» que cristalice, o mejor, canalice a su favor las tensiones. La gran mayoría de ellos ha tenido ya exposición pública suficiente, por lo que, si hubiera sido percibido alguno como el líder buscado, hace tiempo ya que se hubiera producido la estampida y hace tiempo ya que esto se hubiera manifestado en los registros de opinión pública.)

No todas las personas perciben, no obstante, la situación de esa manera, como inminencia de cambio radical. Sobre todo en personas de relativa alta cultura política, y que pertenecen de algún modo a las élites políticas o económicas, es marcada la tendencia a considerar la situación como pasajera y resoluble mediante expedientes más o menos tradicionales. Esto es una tendencia relativamente común. Alexis de Tocqueville destaca, en L’Ancien Régime et la Revolution, la paradoja de la presencia evidente de los signos prerrevolucionarios y la ceguera de muchos de los actores sociales de Francia en 1789. «Ningún gran evento histórico está en mejor posición que la Revolución Francesa para enseñar a los escritores políticos y a los estadistas a ser cuidadosos en sus especulaciones; porque nunca hubo un evento tal, surgiendo de factores tan alejados en el tiempo, que fuese a la vez tan inevitable y tan completamente imprevisto… Las opiniones de los testigos oculares de la Revolución no estaban mejor fundadas que las de sus observadores foráneos, y en Francia no hubo real comprensión de sus objetivos aún cuando ya se había llegado al punto de explotar… es decididamente sorprendente que aquellos que llevaban el timón de los asuntos públicos—hombres de Estado, Intendentes, los magistrados—hayan exhibido muy poca más previsión. No hay duda de que muchos de estos hombres habían comprobado ser altamente competentes en el ejercicio de sus funciones y poseían un buen dominio de todos los detalles de la administración pública; sin embargo, en lo concerniente al verdadero arte del Estado—o sea una clara percepción de la forma como la sociedad evoluciona, una conciencia de las tendencias de la opinión de las masas y una capacidad para predecir el futuro—estaban tan perdidos como cualquier ciudadano ordinario».

Dror ofrece la tesis de que en el mundo contemporáneo la probabilidad de discontinuidades está aumentando, lo que provee «situaciones en las que es posible estimular o hacer surgir algunas discontinuidades mediante la intervención consciente». Variables exógenas de importancia (esto es, no controladas desde dentro de un sistema político en particular) así como tendencias de creciente aproximación a soluciones de crisis, son los tipos principales de factores que hacen aumentar las ocurrencias sorpresivas. A su juicio, tres situaciones principales pueden justificar o motivar los intentos conscientes de provocar mutaciones políticas: «a. Si las tendencias actuales son vistas como crecientemente negativas y cada vez más peligrosas para los valores aceptados. b. Si se ha dado un salto en los valores que lleva consigo un imperativo categórico de tratar de cambiar la realidad, aun cuando ésta sea satisfactoria para los valores previos. c. Si la realidad se percibe en cualquier caso como turbulenta y mudable, requiriendo respuestas bajo la forma de saltos en políticas como el único modo de tener, tal vez, ‘feedback’ positivo. (Bien sea para evitar cambios negativos o para aprovecharse de oportunidades positivas.)»

Es también útil tomar en cuenta los pocos comentarios tentativos que puede Dror ofrecer (él mismo reconoce que en este terreno se mueve en terra incognita ) ante el problema operativo: cómo se planifica mejor una sorpresa a la historia. Copiamos textualmente:

«a. La selección y el éxito de intentos por mutar tendencias depende del macroanálisis de situaciones socio-políticas y político-estratégicas y su evolución. Algunas veces un individuo se muestra capaz de asir tales Gestalten. Pero, para hacerlo sistemáticamente, son necesarias unidades especiales compactas, altamente calificadas e interdisciplinarias. Los equipos de análisis político y de inteligencia del tipo convencional son incapaces de hacer el trabajo.

b. Es posible definir situaciones en las que se justifiquen intentos de ir más allá del incrementalismo y de sorprender a la historia. Tendencias al deterioro que constituyan amenazas cada vez más serias; ideologías y aspiraciones que no tengan chance sin rupturas radicales de la continuidad; turbulencia histórica que o se vuelve demasiado riesgosa o provee oportunidades que no volverán; todo esto, como ya ha sido mencionado, son condiciones que pueden ser analíticamente diagnosticadas y que justifican políticas de shock.

c. Puede ser posible a veces el diseño de una política de shock como política dominante, la que en el mejor de los casos logra desplazamientos muy deseables en los eventos y que en el peor de los casos no involucra costos serios. En otras situaciones puede ser posible reducir los riesgos de fracaso o sus costos, mediante un sondeo y aprendizaje preliminares, construyendo sobre la base de la reversibilidad o por varias estrategias de ‘compensación de apuestas’. (Hedging).

En vista de la incertidumbre de la postdiscontinuidad, las políticas de cambio radical usualmente confrontan riesgos irreductibles e indefinibles. Por tanto, a pesar de las posibilidades arriba mencionadas, tales políticas son intelectual y emocionalmente ‘apuestas difusas’. Todas las metodologías de confrontación de incertidumbre son útiles, pero de utilidad limitada.

d. La prudencia (que es un juicio de valor en «loterías») requiere por tanto de un «análisis del peor caso», en el que lo pésimo de la continuación de tendencias o de la no intervención en la turbulencia ambiental se compara con lo pésimo de los intentos de causar discontinuidad. La comparación de lo pésimo de la no intervención con lo óptimo de la intervención es un enfoque muy riesgoso que no puede ser recomendado. (Aunque, inherentemente, esto es un asunto de juicios de valor sobre las actitudes ante el riesgo.) Por el otro lado, la comparación de lo óptimo de la no intervención contra lo pésimo de la no intervención tampoco puede ser recomendada, por más que esto sea una difundida postura intelectual del incrementalismo y del conservatismo».

Por último, incluiremos este párrafo de Dror sobre una de las condiciones esenciales a la mutación histórica: «Un empresariado político (policy entrepreneurship) es un requisito para darle sorpresas a la historia. Implica la existencia de políticos singulares que sean innovadores, anulen el conservatismo y quizás sean más aventureros, aceptadores de riesgo y propensos a apostar». Y advierte: «Esto hace surgir un dilema: una demasiada concentración de poder en políticos singulares, o en un grupo muy pequeño de tomadores de decisiones, aumenta los peligros de acciones precipitadas y de equivocaciones. Por otro lado, un sistema demasiado cuidadoso de frenos, contrapesos y controles mutuos puede impedir las innovaciones políticas radicales del tipo histórico-mutante. Pequeños núcleos de políticos de altura, auxiliados por pequeñas islas de excelencia bajo la forma de equipos altamente calificados, pueden que sean lo óptimo para darle sorpresas a la historia. Este tipo de estructuras gubernamentales es aceptado en países democráticos bajo condiciones de crisis aguda».

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