El argumento definitivo de quienes piensan que el 15 de agosto hubo más «Síes» que «Noes», su postulado final, una vez que se les expone que era muy posible que el gobierno ganara el referendo, es del tenor siguiente: «Yo estoy convencido de que hubo fraude». Con esto saldan cualquier discusión.
Así declara Pompeyo Márquez la semana pasada, y así lo recoge El Universal: «En la rueda de prensa ofrecida en la Quinta La Unidad, Márquez aseguró que los opositores están convencidos de que el 15 de agosto ‘no hubo derrota electoral, sino un robo electoral’.»
La rueda de prensa es toda una pieza de surrealismo inconsistente, corriente literaria que viene a superar el ya añejo realismo mágico. Dos declaraciones de Márquez, ejecutivo principal de una Coordinadora Democrática que se deshace en jirones, son especialmente sorprendentes.
La primera es la siguiente lamentable admisión: «No pusimos énfasis específico en la previsión y combate del fraude electrónico. No se construyó un repertorio de conductas para enfrentar el fraude desde el punto de vista técnico, jurídico y en la calle. Reconocemos públicamente tales errores, carencias y omisiones». Por esto tituló, aun más escuetamente, El Universal: «Incurrimos en errores que impidieron detectar el fraude». (El Caballero Blanco de Lewis Carroll: «Estaba pensando en un plan de teñirme los bigotes de verde, y usar luego un tan grande abanico, que no pudieran ser vistos»).
Uno debe recordar la profusa colección de advertencias que se hicieron llegar a la Coordinadora Democrática sobre el carácter ventajista y abusivo del gobierno, manifestado especialmente de manera obvia en una larga serie de acciones del CNE en contra de la ciudadanía y que todos sabemos, más o menos, de memoria. Uno puede recordar cómo fue que por ese entonces se despreció el valiente esfuerzo de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, cuando la CD insistió en participar en el proceso, y Pompeyo Márquez fue el vocero más enérgico, el defensor más denodado de la «rendija» de los reparos, el que explicaba en regaño a los ciudadanos que «político que no negocia no es político».
Pero asimismo Márquez dio pie, desde la desunida Quinta La Unidad, para que El Universal reportara que los miembros de la CD «Destacaron también sus logros, tales como el haberle impuesto al Gobierno el referendo revocatorio ‘que acorraló al régimen’ por lo que no tuvo otro camino que acometer ‘el fraude electoral’.» Ya no recuerda que en la difunta Mesa de Negociación y Acuerdos la CD quiso «imponer» más bien una enmienda constitucional para el recorte del período, y que en todo caso habrá sido el gobierno el que se acorraló a sí mismo, que llevó a esa mesa justamente la opción del referendo revocatorio.
Surrealismo político, definitivamente.
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