Continúa el desbrozo del terreno político venezolano, cada vez más yermo, a la espera del abono y la siembra. Organizaciones de corte más radical, que parecían beneficiarse del fracaso de soluciones «democráticas, pacíficas, electorales y constitucionales», como el señero Bloque “Democrático», son puestas en ridículo con algazaras como la escenificada a raíz de la «desaparición forzada» del coronel Silvino Bustillos. Su «aparición voluntaria» no ocurrió suficientemente a tiempo como para impedir una verdadera inundación de indignadas condenas y vestiduras rasgadas que ahora se desinflan sin siquiera la compañía de la vergüenza.
Así evalúa el asunto una habitué de la política de Internet: «De nuevo la sociedad civil es engañada por sus supuestos líderes. El Bloque Democrático nuevamente nos pone en zozobra, creando historias y haciendo que nos las creamos. Yo por mi parte no los sigo más, haré lo que he debido hacer desde un comienzo que no es más que trabajar y dejar de escuchar tantas estupideces y a sus estúpidos». El más puro «ninismo».
Crece y se asienta, pues, el desengaño con liderazgos autoungidos que han producido fracaso tras fracaso. La aguda analista Argelia Ríos lo diagnostica de este modo: «El viejo sistema de partidos, columna vertebral de la llamada IV República, ha quedado demolido, bajo un amasijo de escombros. Los desafíos que la oposición tiene por delante son en extremo exigentes. Demasiado como para despacharlos con artificios benignos… Al conformismo del enorme fragmento-país (casi un 60%) que, por causa de la calamitosa sucesión de fracasos acumulados, no se siente identificado con el chavismo, ni con la oposición. El mercado, pues, está disponible para la política escrita en letras mayúsculas». (El Universal, 7 de noviembre de 2004).
No han desaparecido, por supuesto, los tomadores de atajos. Premunidos de sus «oportunas advertencias», continúan predicando que la solución venezolana radica en la precisión con la que un proyectil 7.62 pueda toparse con una cierta verruga frontal, o en la identificación del «traidor apropiado» que, bajo el influjo de la adulación, pudiera ver sus agallas recrecidas, las que le impelerían a «cogerse el coroto». La estupidez es tenaz.
Pero cada vez son, gracias a Dios, menos numerosos y menos eficaces los predicadores de golpes, magnicidios y guarimbas. Lo que viene ahora es trabajo político de gente grande.
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