LEA, por favor
Cuando ni siquiera habían transcurrido dos meses desde la «inauguración» de John Fitzgerald Kennedy, de cuya muerte se cumplieron ayer 41 años, el presidente que sería asesinado delineó las ambiciosas proporciones de un programa de cooperación de los Estados Unidos con toda América Latina: la Alianza para el Progreso. Es claro que su fraterna actitud hacia nosotros se expresaba en él como prioridad. En su propio discurso inaugural, el 20 de enero de 1961, anunció que convertiría «en buenas acciones las buenas palabras de Estados Unidos, mediante una nueva Alianza para el Progreso, para ayudar a los hombres y gobiernos libres a romper las cadenas de la pobreza».
Es así como un mes y 21 días después, el 13 de marzo de 1961, revela su propuesta estratégica ante los diplomáticos del continente en recepción ofrecida en la Casa Blanca. La Ficha Semanal #22 de doctorpolítico se compone de fragmentos de sus palabras a los representantes de nuestros gobiernos reunidos con esa ocasión.
La claridad y el realismo de Kennedy, su penetración hasta lo realmente importante, y su disposición al trabajo concreto, emergen luminosamente en ese discurso, pero por encima de todo sus horizontales y sencillas palabras evidenciaban el modesto y amistoso respeto que tenía por nosotros. En vez de imponernos un papel hegemónico pedía para la necesidad de aprender de nosotros: «Invitamos a nuestros amigos de América Latina a que contribuyan a enriquecer la vida y la cultura de Estados Unidos… Porque sabemos que tenemos mucho que aprender».
Después de leer ese su discurso, luego de constatar la grandeza y solidaridad de su perspectiva, la prontitud y el optimismo con los que acometió nuestros problemas, nos tienta un travieso y nostálgico juego de cuestionamientos imposibles. ¿Podría George W. Bush haberle ganado unas elecciones presidenciales a este hombre? ¿Habría llegado Chávez al poder en Venezuela si nuestras naciones hubieran vivido aquella vibrante década de los sesenta con el beneficio del aporte ofrecido por John F. Kennedy?
Nunca lo sabremos.
LEA
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Alianza para el Progreso
Nuestra tarea es demostrar al mundo entero que la insatisfecha aspiración humana de progreso económico y justicia social pueden cumplirla mejor hombres libres que trabajen dentro de un marco de instituciones democráticas. Si esto logramos dentro de nuestro propio hemisferio, y para nuestra gente, nos será acaso dado cumplir la profecía del gran patriota mexicano Benito Juárez, de que «la democracia es el destino de la humanidad futura».
Por eso he hecho un llamamiento a todos los pueblos del hemisferio para que nos aunemos en una nueva «Alianza para el Progreso», en un vasto esfuerzo de cooperación, sin paralelo en su magnitud y en la nobleza de sus propósitos, a fin de satisfacer las necesidades fundamentales de los pueblos de las Américas, un plan destinado a transformar la década del 1960 en una década de progreso democrático.
Quiero recalcar que solamente los esfuerzos resueltos de las propias naciones americanas pueden asegurar el éxito de esta empresa. Ellas, y solamente ellas, pueden movilizar recursos, alistar las energías del pueblo y modificar los patrones sociales, de modo que los frutos del crecimiento sean compartidos por todos y no sólo por unos cuantos privilegiados. Si se logra este esfuerzo, la asistencia del exterior dará un impulso vital al progreso; si no se logra, no habrá ayuda capaz de contribuir al bienestar del pueblo.
Si nuestra alianza ha de tener felices resultados, corresponde a cada nación latinoamericana formular planes de largo alcance para su propio desarrollo, planes que establecerían metas y prioridades; asegurarían la estabilidad monetaria; establecerían procedimientos para el cambio social vital; estimularían la industria y la iniciativa privadas, y facilitarían los medios necesarios para realizar un máximo esfuerzo nacional. Estos planes constituirían el fundamento de nuestro esfuerzo para el desarrollo, así como la base para asignar los recursos procedentes del exterior.
Debemos prestar apoyo a toda integración económica que verdaderamente logre ampliar los mercados y mayores oportunidades de competencia económica. La fragmentación de las economías latinoamericanas constituye un serio obstáculo para el desarrollo industrial. Ciertos proyectos, como el de establecer un mercado común centroamericano y zonas de libre comercio de la América Latina facilitarán el desarrollo.
Debemos acelerar inmediatamente nuestro programa de emergencia de «Alimentos para la Paz»; ayudar a establecer reservas de víveres en aquellas regiones de sequías recurrentes; proporcionar almuerzos a los escolares y ofrecer cereales forrajeros que fomenten el desarrollo rural. Porque el hambriento no puede esperar a que se celebren debates económicos o reuniones diplomáticas; su necesidad es urgente y su hambre es grave peso sobre la conciencia humana.
Todos los habitantes del hemisferio deben aprovecharse de las crecientes maravillas de la ciencia moderna; maravillas éstas que han captado la imaginación del hombre, han puesto a prueba su inteligencia, y le han facilitado los medios para un progreso rápido. Invito a los hombres de ciencia latinoamericanos a que colaboren con nosotros en nuevos proyectos en el terreno de la medicina y la agricultura, la física y la astronomía, y la desalinización, y a que ayuden a esbozar programas para los laboratorios regionales de investigación en estos y otros aspectos; y a que intensifiquen la cooperación entre las universidades del hemisferio.
Nos proponemos también ampliar nuestros programas de adiestramiento de profesores de ciencias, incluyendo en ellos a profesores latinoamericanos; ayudar a establecer tales programas en otros países de América y traducir y difundir materiales de enseñanza radicalmente nuevos, relativos a la física, la química, la biología y las matemáticas, en forma tal que la juventud de todas las naciones pueda contribuir con su talento al progreso científico.
Debemos acelerar el entrenamiento de los expertos que se necesitan para dirigir las economías de los países hemisféricos en rápido desarrollo. Esto requiere programas ampliados de adiestramiento técnico, para los cuales el «Cuerpo de la Paz», que actualmente se organiza entre la juventud de este país, estará a la disposición en cualquier sitio que se lo necesite. También requiere ayuda a las universidades latinoamericanas, a los institutos de investigación superior y a los institutos de investigaciones científicas.
Invitamos a nuestros amigos de la América Latina a que contribuyan a enriquecer la vida y la cultura de Estados Unidos. Necesitamos profesores versados en la literatura, historia y tradiciones latinoamericanas; necesitamos acceso a la música, al arte y al pensamiento de los grandes filósofos de América Latina. Porque sabemos que tenemos mucho que aprender.
Nos proponemos realizar la revolución de las Américas y construir un hemisferio en el que todos los hombres abriguen la esperanza de lograr niveles de vida adecuados, y en el que todos puedan vivir su vida en un ambiente de dignidad y libertad.
Esta libertad política debe aunarse a un cambio social. Porque a menos que se emprendan libremente las necesarias reformas sociales, inclusive la reforma tributaria y la reforma agraria; a menos que ampliemos las oportunidades para nuestros pueblos; a menos que las grandes masas del hemisferio participen en una creciente prosperidad, nuestra alianza, nuestra revolución, nuestro ensueño y nuestra libertad habrán fracasado. Pero pedimos un cambio social mediante hombres libres—cambio en el espíritu de Washington y Jefferson, De Bolívar y San Martín y Martí—, no un cambio que pretenda imponer las tiranías que hace siglo y medio derribamos. Nuestro lema es el que siempre ha sido: Progreso, sí; tiranía, no.
John Fitzgerald Keneddy
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