Al finalizar el año 2004 (31 de diciembre), The New York Times publicaba un artículo firmado por Joseph Kahn en Yanzhou, China, el 24 de diciembre. La pieza en cuestión contiene un análisis de las circunstancias, precedentes y consecuencias de desórdenes ocurridos en esa pequeña población portuaria del Yangtsé el 18 de octubre del año pasado.
Los desórdenes se suscitaron a partir de un incidente completamente aleatorio. Un hombre que llevaba una bolsa cargada pasó al lado de otro hombre y su mujer en una acera. La bolsa del hombre rozó el pantalón de la mujer, sobre el que dejó una mancha de fango. Al cruce de palabras sucedió la riña, profusa en golpes. ¿Por qué tendría que surgir la agitación social de un episodio tan pedestre?
Pues resulta que uno de los hombres, Yu Jikui, era un simple e inferior portero, mientras que el otro, Hu Quanzong, se jactaba de ser un alto funcionario gubernamental. El señor Hu golpeó al señor Yu con el palo que este mismo portaba para su trabajo complementario de cargador y luego amenazó con mandarlo a matar. Incluso mencionó la cantidad que tendría que desembolsar—20 mil kuai (US$ 2.500)—para asegurarse el resultado. Fue el desprecio social con el que se expresó del señor Yu, y su seguridad respecto de que los funcionarios de su clase pueden disponer de la vida de un «patán»—así llamó al señor Yu—lo que inflamó los ánimos de los habitantes de Yanzhou. Al anochecer decenas de miles de habitantes abarrotaban la plaza central del pueblo, destrozaron vehículos gubernamentales, atacaron a los policías y prendieron fuego al ayuntamiento.
Según Kahn, una docena de incidentes similares han ocurrido en China recientemente, y las estadísticas policiales dan cuenta de cerca de 60 mil protestas públicas en 2003. Son tantas porque son pequeñas y locales, pues un movimiento con fuerza nacional sería impensable en China, donde sería implacablemente reprimido. Muchas de las protestas fueron detonadas por la prepotencia clasista y gubernamental, por » la corrupción, el abuso policial, la inequidad de las riquezas adjudicadas a los poderosos y bien conectados», dice Kahn. Apunta también: «Aunque está experimentando una de las expansiones económicas más espectaculares de la historia, China está pasando más trabajo para mantener el orden que en cualquier otro momento posterior al movimiento pro democrático de la Plaza Tiananmén en 1989».
Y es con un país así con el que el Estado venezolano pretende establecer relaciones preferentes. Ésa es la clase de democracia con la que el gobierno chavista nos quiere emparentar, una vez que se ha casado con la satrapía cubana. Ése es el modelo de respeto a los derechos humanos de los pobres que nos quiere vender a raíz de sus más recientes aventuras extranjeras.
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