LEA, por favor
Como saben los suscritores de doctorpolítico, este servidor se aproxima a la Política desde un punto de vista médico; esto es, hace Medicina Política. Comoquiera que se trata de un punto de vista poco común, ha sido un alivio comprobar que una honestidad y capacidad intelectuales y profesionales como las del Dr. José Toro-Hardy hace tiempo han indicado que la insistencia médica no es un desvarío. El Dr. Toro-Hardy es, sin duda, uno de los más prestigiosos economistas venezolanos, y uno de los más conocidos también, gracias a sus recientes y aleccionadores programas de televisión, en los que exhibe el dominio de su profesión y del especial tema petrolero enmarcado en un detallado conocimiento de la historia pertinente, sea ésta local o mundial.
En uno de sus múltiples y positivos roles, el de educador, el Dr. Toro-Hardy propone que se organice a la Economía según el patrón de la Medicina: una Anatomía Económica, una Fisiología Económica, una Patología Económica. Así dice en el capítulo Conceptos Fundamentales de sus Fundamentos de Teoría Económica (Panapo, mayo 2003): «En un intento por facilitar la comprensión de la economía, nos ha parecido oportuno sugerir que ésta sea enfocada de la misma forma como se estudia la medicina».
Fundamentos de Teoría Económica es un transparente y utilísimo libro de texto de Economía que además contiene una extensa segunda parte: Un Análisis de la Política Económica Venezolana. Se trata de un compacto y bastante completo recuento de las políticas económicas del Estado Venezolano de 1936 hasta fines de 1992, organizado por períodos presidenciales y presentado desde la virtud pedagógica que caracteriza al autor. Pero el Dr. Toro-Hardy ha escrito otros libros, y esta Ficha Semanal # 30 de doctorpolítico se compone de un trozo de la amplia introducción de Oil: Venezuela and the Persian Gulf, libro que puede ser considerado la biblia argumental de la apertura petrolera venezolana. Publicado en 1994 y escrito originalmente en inglés, constituyó el discurso promotor principal del regreso de operadoras petroleras a Venezuela durante la segunda presidencia del Dr. Rafael Caldera. En este período el Dr. Toro-Hardy perteneció al Directorio de PDVSA que presidió el ingeniero Luis Giusti.
Este libro-motor esboza su tesis fundamental en una sucinta nota introductoria de dos de los obsequiantes del libro, la Editorial Panapo y el Grupo Zuma, empresa privada venezolana a la que el Dr. Toro-Hardy estaba entonces asociado. Al advertir que el libro repasaría las crisis petroleras más importantes de la segunda mitad del siglo XX, la nota en cuestión expone y anticipa: «Todos estos conflictos y factores han interrumpido periódicamente la estabilidad de los mercados petroleros mundiales. En cada crisis Venezuela vino al rescate de un mundo atribulado por la escasez de energía. En la actualidad, este país ha admitido la necesidad de promover nuevas fórmulas de asociación en su industria petrolera con participación de capital privado extranjero y nacional».
Todo el libro es un impecable discurso sobre la profunda lógica de la inversión extranjera en la industria petrolera venezolana desde el punto de vista de las compañías transnacionales, vista la estabilidad política ofrecida por el país a lo largo de la media centuria recontada en el libro: «Venezuela nunca ha puesto el petróleo al servicio de ninguna causa política…» Este rasgo otrora distintivo de Venezuela ha dejado de poderse asegurar al mundo con las orientaciones del gobierno de Hugo Chávez, que justamente hace lo contrario. El gobierno del sobresalto es, ante todo, el mayor factor de inestabilidad endógena para los venezolanos y, como mantiene un esquema de despliegue transnacional, asimismo uno de los mayores desestabilizadores en América del Sur. Y si el libro del Dr. Toro-Hardy funciona como un nutrido y válido teorema, no debe ser tan difícil sacar conclusiones. LEA
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Historia de dispendio
Tal vez el efecto más sorprendente de los drásticos aumentos de los precios del petróleo a partir de 1974 se sintió en las propias naciones de la OPEP. En términos de ingreso, el petróleo había contribuido con 7 mil millones de dólares a las naciones de la OPEP en 1970, mientras que en 1980 la cifra excedió los 300 mil millones.
La pregunta a formular es la siguiente: ¿qué ha sucedido con el enorme volumen de recursos que estas naciones tuvieron a su disposición? ¿Qué efecto tuvo esta riqueza sobre estas sociedades?
La respuesta es simple. Ninguno de estos países estaba en condiciones de absorber eficientemente el volumen de ingreso en un tiempo tan breve. De hecho, la calidad y cantidad de los recursos humanos no fueron suficientes para lograr las ambiciosas metas de desarrollo que habían sido establecidas. Por tanto, en la mayoría de los países miembros de la OPEP la bonanza trajo más daño que beneficio.
Examinemos por ejemplo el caso de Irán. Hacia 1979 la desestabilización debida al exceso de riqueza había alcanzado tales proporciones que la posición política del Shah se hizo insostenible y éste fue forzado a abandonar el país. El control pasó a manos de un gobierno teocrático encabezado por el Ayatollah Khomeini. A partir de entonces Irán, dirigido por musulmanes fundamentalistas pasó a ser por un buen tiempo—quizás todavía—un elemento desestabilizador en toda la región del Medio Oriente.
Poco tiempo después, en 1980, explotó la guerra entre Irán e Irak, causando el sacrificio de la vida de cientos de miles de jóvenes, con notable éxito en ocasionarse mutuamente el mayor daño posible. Ahora ambos países sufren las ominosas consecuencias de una guerra que terminó ocho años más tarde, sin que rindiera ventajas especiales para ninguno de los bandos y dejando exhaustos a ambos contendores.
Como resultado de esa guerra, la economía de Irak quedó en serios problemas y la tasa de endeudamiento del país llego a ser astronómicamente elevada. Para resolver el problema, Irak decidió, unos años después, invadir a Kuwait, un estado vecino pequeño pero inmensamente rico, que antaño había sido uno de sus principales benefactores—cerca de 16 mil millones de dólares habían sido prestados a Irak por esa nación durante el conflicto con Irán. Esta invasión dio origen a un serio trauma en todo el mundo en momentos cuando se creía que el fin de la guerra fría pudiera introducir una prolongada era de paz que pudiera beneficiar a toda la humanidad.
Incluso Arabia Saudita, el más rico de los miembros de OPEP, ha tenido que enfrentar serios problemas económicos que han llevado a esta nación a sucesivas devaluaciones monetarias y la posposición de sus ambiciosos programas de desarrollo. Muchos analistas consideran que la casa reinante en Arabia Saudita podría encontrar dificultad a largo plazo para sobrevivir ilesa el trauma causado por la invasión de Kuwait a manos de Irak.
En una situación igualmente comprometida está Nigeria, un país sumergido en problemas sociales tremendos como consecuencia de una población recrecida de casi 95 millones de habitantes. Desde 1979 ha habido allí varios intentos de golpe de Estado.
Por lo que respecta a Libia, los problemas de esta nación son también de proporciones dramáticas. Este país se ha convertido en un factor desestabilizador cuyos tentáculos se han extendido por el mundo entero en el patrocinio de las más variadas actividades terroristas. La consecuente y trágica pérdida de incontables vidas por este concepto es difícil de evaluar. Según autoridades norteamericanas, existe evidencia de que Libia es capaz de fabricar armas de guerra química, incluyendo gas letal. Los intentos de esta nación para la procura de cohetes que puedan alcanzar territorio israelí son bien conocidos. En diversas ocasiones Libia ha tenido confrontaciones agresivas abortadas con los Estados Unidos, incluyendo el bombardeo norteamericano de varios enclaves estratégicos en territorio libio.
En el caso de Venezuela, después de la bonanza de los 70, la aguda y prolongada crisis que ha sufrido el país es conocida por todos. En 1990 el nivel y estándar de vida de los venezolanos era inferior al de 1973. La más deplorable consecuencia de la súbita riqueza que envolvió a esta nación durante esos años fue la profunda crisis moral y el tremendo desarreglo de valores que había sufrido la sociedad.
Como resultado de los ingresos extraordinarios cosechados con ambos shocks petroleros, el país se acostumbró a un nivel de gasto público que se hizo insostenible una vez que los precios petroleros bajaron. Sin embargo, los gobiernos sucesivos fueron incapaces de reducir los gastos. Esto trajo consigo un endeudamiento externo masivo, la progresiva devaluación de la moneda y niveles inflacionarios desconocidos en esta nación hasta ese momento. Una reducción en el salario real de los trabajadores y la percepción de una corrupción generalizada condujo al enjuiciamiento del presidente Carlos Andrés Pérez por el Congreso en 1993. No obstante, Venezuela nunca abandonó el camino constitucional y continúa siendo la nación democrática más vieja de América Latina.
José Toro-Hardy
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