Cartas

Bertrand Russell observó una vez que ciertas calificaciones pueden exhibir un carácter resbaladizo según se las conjugue en las distintas personas gramaticales. El ejemplo que adelantó para explicar el punto fue el siguiente: «Yo soy tenaz; tú eres un poco terco; él es un cabeza dura». Es decir, la misma calificación se hace progresivamente más dura a medida que nos alejamos de la primera persona gramatical.

La reciente visita conciliatoria de Álvaro Uribe Vélez trajo una dinámica de progresión inversa, pues se procuraba bajar el tono de una polémica (el caso Granda) que en algún momento amenazó con irse a mayores, como si se tratara de una mini «crisis de los misiles» como la que hubo entre Estados Unidos y la Unión Soviética en 1962. Como previeron prácticamente todos los analistas del caso, los presidentes de Venezuela y Colombia pudieron quitarle el fusible al artefacto explosivo y retratarse hermanados con la mayor felicidad. Las promesas recíprocas estipulan que Venezuela evitará facilitar la presencia de irregulares y terroristas en su territorio, mientras Colombia se compromete a no resolver futuros casos como el de Granda fuera del debido respeto a la soberanía de nuestro país. Para contribuir a la reconciliación, en una suerte de efecto Russell inverso, Enrique Vargas Ramírez, Embajador de Colombia en nuestro país, declaró que la lista de nombres de asiduos visitantes guerrilleros que su gobierno entregó al nuestro, no debía ser vista como una «acusación» sino como una pieza de «información». El lenguaje diplomático arregla todo.

Pero esta «vuelta de página», que señala la reanudación de las interrumpidas relaciones comerciales (incluida muy especialmente la reactivación del proyectado gasoducto transgoajiro) y la normalización del tránsito fronterizo, no cambia nada respecto del fondo del asunto. Rodrigo Granda continúa preso en Colombia, Venezuela no ha explicado satisfactoriamente su presencia en nuestro territorio y su nacionalización y registro electoral posterior, y por tanto sigue vigente la impresión de que el gobierno presidido por Chávez, en el mejor de los casos, se hace la vista gorda ante el turismo guerrillero procedente del vecino país. En otras palabras, a Uribe nadie le quita lo bailado.

En el fondo, esta visita de Uribe, enfocada sobre un solo tema, pareciera tener menor significación que los eventos de la víspera, con la firma de un amplio conjunto de acuerdos entre Venezuela y Brasil, que tanto Hugo Chávez como Luis Inazio Lula Da Silva han calificado de «alianza estratégica». Ambos mandatarios declararon preferir, con mucho, el trabajo hacia una comunidad suramericana de naciones al tratado del ALCA con los Estados Unidos.

Esta ola hacia «la izquierda» ocurre, esencialmente, del lado atlántico de América del Sur, con Chávez en Venezuela como el «cabeza caliente» del grupo, pero está claro que el curso más distanciado de los norteamericanos es preferido en Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina. En cambio, los países del lado del Pacífico, comenzando por la estrecha alianza colombo-norteamericana, buscan su incorporación al ALCA con tratados de libre comercio (TLC). Después de que Chile se alineara con los Estados Unidos desde hace ya un buen tiempo, de la presidencia «neoliberal» de Toledo, y de la señalada alianza entre Colombia y los norteamericanos, Lucio Gutiérrez, alguna vez presumido como «un segundo Chávez» por sus antecedentes golpistas, ha decidido abogar activamente en Ecuador por la firma acelerada de un TLC y Carlos Mesa procura en Bolivia la misma cosa.

Claro que tanto Mesa como Gutiérrez han generado oposición a este paso. En Ecuador grupos sindicales e indígenas se oponen al asunto, pero Gutiérrez está decidido y ha dicho el Día de Reyes que el TLC es una «oportunidad comercial que marcará la vida del Ecuador, en las próximas décadas… Si se firma el TLC, con una buena negociación y los ecuatorianos aportamos ideas, el país saldrá beneficiado porque al exportar se requerirá más mano de obra e, inclusive, vendrán capitales para invertir en el Ecuador… Por esa razón, invito a los ecuatorianos a que no se opongan y expongan sus dudas en el Ministerio de Comercio Exterior o que conversen con los negociadores; también estamos dispuestos a dar charlas para conocer y entender la verdadera trascendencia de este Tratado».

Por lo que respecta a Bolivia, el gobierno de Carlos Mesa también se decidió a favor de una aceleración en la firma de un TLC, pero ha generado mayor resistencia política interna, sobre todo a raíz de que el vicecanciller Maidana anunciara oficialmente la disposición del gobierno en septiembre del año pasado.

¿Son estas alineaciones las que explican el «vuelvan caras» de Chávez hacia el Atlántico y su alianza con Brasil? ¿Es esto lo que explica los recientes torpedos dirigidos por Chávez a la comunidad andina de naciones?

En su afán por marcar distancia de los Estados Unidos, sin embargo, la política exterior de Chávez pareciera reducirse a la sustitución de unos gigantes por otros. En la raíz del análisis que propugna una integración sudamericana está la razonable idea de que sería mejor conformar un poderoso bloque sureño que negocie en más ventajosas condiciones con el Norte, que completar el rosario de pactos bilaterales, uno a uno, con los Estados Unidos.

Pero entonces ¿a qué viene la negociación bilateral con el gigante brasileño, en pactos comerciales que seguramente favorecerán al desmesurado país de habla portuguesa? ¿A qué viene la pretensión de aliarse, como si se tratara de iguales, con la portentosa China? ¿Es que hay en Brasil o en China algún elemento que les haría comportarse, a diferencia de los Estados Unidos, como corderitos altruistas? ¿Es que la Realpolitik es desconocida en Itamaraty y en Beijing?

Por ejemplo, cualquier acuerdo petrolero entre China y Venezuela empalidece ahora con el reciente acercamiento entre Rusia y China, que incluye un marcado aumento del aporte energético ruso, acuerdos sobre oleoductos estratégicos, construcción de vías de comunicación entre ambos países y electrificación a lo largo de las carreteras, en conformación de una alianza sino-rusa que preocupa grandemente a los Estados Unidos.

Tampoco puede vanagloriarse el gobierno venezolano de la compra de 100 mil fusiles tecnológicamente superados y 10 helicópteros de transporte a Rusia, cuando sus pretensiones habían sido por 300 mil fusiles, 50 helicópteros artillados y decenas de cazas Mig-29. Según reporta Everett Bauman, ya Bush y Putin comentaron el tema y llegaron, otra vez, a un acuerdo entre gente grande que limita las aspiraciones de un muchachito presuntuoso como Chávez.

¿Cree Chávez que en estas grandes ligas de la política internacional Venezuela puede considerarse par de los chinos y los brasileños? Sólo para la alianza con Brasil tendría sentido el fortalecimiento de una comunidad andina de naciones, visto el desbalance derivado de la escala brasileña en América del Sur. Pero el mismo Chávez ha hecho la integración venezolana a un lógico esquema de ese tipo poco menos que imposible, al alienar a Chile, aupar a Evo Morales, proteger a Vladimiro Montesinos, burlarse de Lucio Gutiérrez y pelearse con Uribe. La superficial reconciliación con este último no bastará.

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