Definitivamente, no es hora de derechas en América del Sur. Una gravísima situación política se ha suscitado en Bolivia con las últimas ejecutorias de los agitadores del Movimiento al Socialismo, partido dirigido por el diputado y líder cocalero Evo Morales, uno de los buenos amigos de Hugo Chávez. Varias carreteras troncales han quedado interrumpidas por centenares de palos y piedras y la propia ciudad de La Paz ha quedado aislada. Negándose a provocar derramamientos de sangre—seguramente buscado por sus opositores—con el envío de la fuerza pública para desbloquear las vías, el presidente Carlos Mesa anunció anoche su dimisión e indicó que en horas tempranas de hoy lunes la oficializará ante el Congreso.
Mesa explicó su disposición en transmisión especial por las emisoras de radio y televisión, en discurso que fue asimismo un ataque frontal contra la irresponsable oposición que lidera Morales. Después de señalar que no continuaría gobernando «en función de las locuras que me plantee cualquier sector», el presidente renunciante increpó así a su oponente: «Evo Morales, con quien he hablado muchas veces y le he explicado detalladamente esta realidad, tiene mucha facilidad para salir a bloquear Bolivia, porque eso es muy cómodo. Honorable Evo Morales, es muy cómodo bloquear Bolivia, es muy fácil bloquear Bolivia. Venga usted a gobernar y verá lo que es la administración, la responsabilidad de un hombre de Estado. Usted, honorable Evo Morales, es el jefe de la oposición, ya no puede permitirse el lujo de salir a las calles como un dirigente sindical».
Al explicar su determinación Mesa indicó: «»No estoy dispuesto a matar y le debo decir algo bien clarito: no voy a poner a las Fuerzas Armadas, ni a la Policía a desbloquear».
Al cierre de la ruta principal entre Cochabamba y Santa Cruz, iniciado hace una semana, se ha interrumpido la comunicación carretera entre el oriente y el occidente del país. También han sido puestos bajo sitio algunos de los campos petroleros bolivianos, en especial los operados por la empresa Chaco, subsidiaria de British Petroleum. A esto se suma otra interrupción, en este caso en la población de El Alto, cercana a La Paz, impidiendo el cruce de pasajeros y carga desde la capital al resto del país y hacia los vecinos Perú y Chile. Para el día de hoy Morales había anunciado otro bloqueo en el departamento de Cochabamba.
¿Cuál es la justificación esgrimida por el MAS boliviano para asfixiar a sus conciudadanos? En el caso de El Alto el pretexto blandido por un grupo distinto al de los cocaleros—dirigentes vecinales—es la exigencia de expulsión de la compañía francesa Suez, empresa que administra el servicio de agua al pueblo en cuestión y también a La Paz, en protesta iniciada el miércoles pasado por las tarifas cobradas por el suministro. En cambio, el movimiento más amplio de los cocaleros se presenta como exigencia al Congreso, para que apruebe la proposición del MAS de incluir en la nueva ley de hidrocarburos un impuesto de regalías de 50% a las compañías petroleras foráneas.
Esta propuesta había sido ya discutida y rechazada en el parlamento de La Paz, y en su lugar se había mantenido la tasa de 18%, pero añadido un nuevo impuesto de 32% a la producción de hidrocarburos. Comoquiera que Evo Morales no fue complacido en sus deseos, optó por la siembra del caos, con la técnica del chantajista o el gángster: «Si no me das por las buenas lo que quiero, te lo quitaré por las malas». Podemos suponer que Morales llamará a eso democracia. De hecho, declaró cínicamente a emisoras de radio lo siguiente: «Las comunidades van saliendo a tomar caminos, no porque quiera Evo Morales ni el MAS. sino ya es un sentimiento nacional, un interés nacional, un pensamiento del pueblo, de que la Cámara de Diputados debe aprobar 50 por ciento de regalías para el Estado».
Apartando el efecto político, y la grave disrupción generada por los bloqueos, la incertidumbre causada sobre cuál será finalmente la legislación boliviana respecto de actividades petroleras y de producción de gas—todavía no ha sido discutida en el Senado—descarrila totalmente el esquema de negocios elaborado pacientemente por Bolivia, que esperaba concretar importantes acuerdos en materia gasífera con Perú, Argentina y Brasil.
La situación es incierta. Por una parte, el Congreso podría desestimar la dimisión de Mesa, forzándole así a permanecer en el cargo que asumió hace diecisiete meses y debía entregar en 2007. (En agosto). En cambio, de aceptar el parlamento la renuncia, el encargado de la Presidencia sería el Presidente de su cámara alta, Hormando Vaca Díez.
Por otro lado, no han dejado de producirse manifestaciones a favor de Carlos Mesa. Al conocerse sus intenciones, centenares de paceños se agolparon en la Plaza de Murillo, justo enfrente del palacio de gobierno, así como en la céntrica zona de El Prado. Para hoy varias organizaciones de vecinos convocaron a más amplias manifestaciones de apoyo al exigido presidente.
Pero este movimiento contrario, del que falta conocer la magnitud que asumirá y cuán popular sería, se produciría dentro de una ciudad asediada, prácticamente paralítica, bloqueada en sus comunicaciones habituales. Si Morales se sale con la suya, es muy difícil imaginar que pueda impedírsele la toma del poder, con lo que un violento demagogo—éste sí de estirpe chavista—interrumpiría, tal vez por mucho tiempo, la sensatez y la inteligencia que Carlos Mesa había impreso a los asuntos bolivianos desde que echara sobre sus hombros la responsabilidad de sacar al país de una delicada crisis. Muy mala noticia sería para los bolivianos. Morales no es Tabaré Vásquez. Por esto, lamentablemente, la determinación tomada por Carlos Mesa no es signo de su fortaleza política, menos cuando dijo a Morales en su alocución: «Tenga tranquilidad porque aquí no van a haber muertos bolivianos ni en mi espalda… siéntase cómodo y bloquee».
Como para demostrar que es en realidad un clon de Chávez, Morales había dicho—después de que nuestro mandatario hubiera declarado que el 12 de octubre debía tenerse por el comienzo de un genocidio de cinco siglos, y justo a la asunción de Mesa a la Presidencia de Bolivia—que estaba pensando en demandar por daños y perjuicios de 500 años al gobierno de Aznar en España. En aquel entonces esta carta emitió la siguiente opinión: «Por las primeras declaraciones del nuevo presidente Mesa pudiera pensarse que tal vez Bolivia represente el regreso del péndulo de la barbarie a la civilización. En su primera alocución arrancó los más nutridos aplausos de las bancadas partidistas del congreso boliviano al anunciar que compondría su gabinete prescindiendo de los partidos, con puros independientes. Expuso que su gobierno debiera ser entendido como transición breve, mostrándose dispuesto a convocar elecciones para fecha anterior a la conclusión del período que le toca. Remitió al referendo popular cuestiones de economía del Estado que han dividido a la población. Y no dejó de advertir que el Estado boliviano no puede satisfacer todas las necesidades que la población exprese. Por esto hay que apostar al éxito de Mesa». Es triste registrar que el péndulo de La Paz parece haberse devuelto, como en el fondo hacen todos los péndulos.
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