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Al menos en mi caso los nombres de Bagdad y Basora pertenecían a Las Mil y Una Noches. Eran las ciudades requeridas para contar las aventuras de Simbad el Marino. Ahora forman parte de nuestra cotidianeidad, pues los antiguos enclaves de Saddam Hussein son noticia dramática desde hace décadas, y hoy son territorio ocupado por los Estados Unidos y sus aliados.

Para uno de ellos la cosa se le ha puesto fea. Funcionarios iraquíes han acusado a las tropas británicas estacionadas en Basora de arrogancia y conducta bárbara, luego de que arremetieran con tanques de guerra contra una estación de policía donde estaban detenidos dos soldados ingleses. Ya no son terroristas partidarios de Hussein o de bin Laden quienes protestan la presencia inglesa. Por unanimidad de sus 41 miembros, el Consejo Provincial de Basora ha aprobado una resolución por la que suspende toda cooperación con los soldados de Su Majestad Británica, hasta que se reciban formales excusas y satisfacciones y compensaciones materiales para los familiares de los muertos y los heridos resultantes. Unos 200 iraquíes—la mayoría policías indignados—protagonizaron una airada marcha de protesta contra Albión, la pérfida. Esto delante de un telón de fondo de continua actividad violenta de los insurgentes.

En Estados Unidos mismos ni la tragedia de Luisiana ha relegado el tema de Irak al olvido. Ya hay analistas que comparan la retórica de Bush sobre la injustificable ocupación con la que empleaba Lyndon Johnson en los días finales de la guerra de Viet Nam. Kathleen Hall Jamieson, Directora del Centro Annenberg de Políticas Públicas de la Universidad de Pennsylvania explicó: «Cuando una guerra es prolongada y no es demostradamente positiva, las líneas argumentales disponibles a un presidente están seriamente constreñidas. Demócrata o republicano, los sesenta o la primera parte del siglo 21, uno va a oír una retórica común». Por ejemplo, al confrontárseles con la evidencia de crecientes bajas, tanto Johnson como Bush aducen como razón para seguir peleando los muertos que ya ha habido.

Naturalmente, los partidarios del gobierno norteamericano niegan cualquier parecido entre Irak y Viet Nam. Pero lo que se está comparando, no obstante, es la similitud retórica de dos presidencias separadas por cuatro décadas. Johnson y Bush, por ejemplo, emplearon ambos alusiones a la etapa formativa de los Estados Unidos para justificar su bélica presencia en tierras que buscarían su libertad y una forma democrática de gobierno. Tal vez el absurdo es más evidente en Bush, que ha dicho: «Tal como los fundadores de nuestra propia nación hace más de doscientos años, los iraquíes están luchando con problemas difíciles, tales como el papel del gobierno federal. Lo que es importante es que los iraquíes atacan ahora esos problemas mediante el debate y la discusión, no frente a un cañón». (¿?)

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