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Las capitulaciones parecieran estar en el ambiente. Hace nada se pensaba que el affaire del fundo La Marqueseña proveería un mártir instantáneo, un líder prêt-à-porter en la persona de Carlos Azpúrua, pues éste habría asegurado que primero saldría muerto de la propiedad de su familia. Pero ahora Azpúrua nos habla de la amabilidad y generosidad del Presidente de la República, y ha rechazado las manifestaciones de apoyo de colegas ganaderos y estuvo dispuesto a las negociaciones que habría dirigido de su lado el ex Ministro de Hacienda de Jaime Lusinchi, Manuel Azpúrua. La esposa de Carlos Azpúrua, la señora Fifí Pantin, estuvo entre las pioneras de la lucha de calle contra el régimen, cuando sólo unas mujeres aguerridas se atrevieron a marchar para decir: «Con mis hijos no te metas», bastante antes de las megamarchas de 2002 a 2004. ¿Estará el gobierno cobrando eso?

Por los momentos no pareciera ser éste el caso de Lorenzo Mendoza, el Presidente de Empresas Polar, pues ha indicado que peleará la expropiación de sus silos barineses en terrenos tribunalicios. (Con el cinismo que le es tan propio, José Vicente Rangel ha declarado que si Mendoza no se dispone a negociar eso sería su problema, como si no se estuviera «ofreciendo» la negociación con una pistola sobre la cabeza del interlocutor). Pero un Chávez desconocido, ahora más conciliador que su Vicepresidente, le dice a Mendoza que le llamará para conversar y que no se debe romper «los puentes». En esa conversación anunciada ¿cobrará Chávez que a Mendoza lo tienen anotado como asistente a Miraflores el 12 de abril de 2002?

No es Chávez quien cobraría de la CANTV más de trescientos millones de dólares, sino sus jubilados, en cumplimiento de sentencia firme del Tribunal Supremo de Justicia. Pero ¿habrá autorizado Gustavo Roosen a su señora esposa, la indudable especialista en asuntos colombianos Beatriz de Majo, a publicar artículo en El Nacional en el que parece congraciarse con la política exterior del gobierno? Allí dice de Majo: «La hora venezolana en el proceso de paz colombiano está llegando. La posibilidad de convertirse en una pieza clave en la pacificación colombiana y de constituirse en el más importante elemento de la política de los últimos tiempos ha tocado a la puerta del gobierno revolucionario, y Hugo Chávez se ha agachado para recoger el guante. En efecto, el ofrecimiento del gobierno revolucionario de convertirse en acompañante y facilitador de las negociaciones de paz entre el ELN y el Gobierno colombiano es una de las más importantes y sagaces decisiones que este gobierno haya tomado en el plano internacional desde que Hugo Chávez se inauguró en el poder».

El artículo—Jugársela hasta la muerte—es verdaderamente agudo, revelador del profundo conocimiento que la autora posee acerca de Colombia, digno de leerse por lo inteligente y sensato. Pero ¿no hay un cuadre con el gobierno en el planteamiento? Por ejemplo, de Majo escribe de las bondades de la mediación de Chávez: «A la vez, Venezuela limpiaría su imagen de las acusaciones de connivencia con el terrorismo guerrillero, se evidenciaría como el mejor amigo del pueblo de Colombia y daría un portazo en la nariz de los Estados Unidos, esgrimiendo la argumentación de que a pesar de haber invertido 3.500 millones de dólares en colaborar con el Gobierno colombiano, los americanos no han conseguido sino distanciar a las partes del conflicto». A mitad del artículo, por otra parte, la autora menciona a Francisco Galán, el líder del ELN recientemente liberado, para citar sus palabras: «se jugaría hasta la vida por la paz colombiana». Preparación retórica para cerrar el artículo así: «Nadie está más consciente que Uribe que el revolucionario venezolano es de los que saben, al igual que Galán, jugársela hasta la muerte».

Lo que me llevó a recordar un pasaje en thriller de Agatha Christie (Destination Unknown, 1954), y que no debiera ser traducido para preservar el inglés tan inglés de la reina de la novela policíaca:

«When all this comes to an end?» Hilary repeated. «But why should it come to an end?»

«One must have the common sense,» said Dr. Barron, «nothing is permanent, nothing endures. I have come to the conclusion that this place is run by a madman. A madman, let me tell you, can be very logical. If you are rich and logical and also mad, you can succeed for a very long time in living out your illusion. But in the end»—he shrugged—“in the end this will break up. Because, you see, it is not reasonable, what happens here! That which is not reasonable must always pay the reckoning in the end. In the meantime»—again he shrugged his shoulders—»it suits me admirably».

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