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¿Quién, entre los venezolanos, pudiera no celebrar el triunfo maravilloso de los Medias Blancas de Chicago dirigidos por Oswaldo José Guillén Barrios? ¿Quién entre nosotros pudiera no sentir orgullo por el magistral lanzador venezolano Freddy García, sobre cuya labor bastó una íngrima carrera para que el equipo de Alfonso Carrasquel se proclamara campeón mundial del béisbol de este año 2005?

La noche de anoche fue verdaderamente memorable: un manager venezolano condujo a su equipo a lo largo de toda la campaña, hasta coronar el esfuerzo con el máximo campeonato. Nunca habíamos visto nada así, ni siquiera porque desde Carrasquelito el país no ha cesado de llenar el firmamento de «la gran carpa» con innumerables estrellas.

Pero no fue sólo el triunfo patiblanco lo que hizo esa noche algo especialísimo, pues también la más rara nobleza le impuso su sello a la extraordinaria velada deportiva. Guillén, por ejemplo, en la primera entrevista que concediera tras el éxito definitivo, declaró con magnanimidad: «Si quieren echar a alguien la culpa de cuando perdimos búsquenme a mí; el triunfo lo lograron los jugadores».

Y ¿qué decir de los peloteros del equipo derrotado? En una lección insólita también celebraron en el campo, junto a los campeones, mientras los aficionados de Tejas les agradecían, sin moverse del estadio, el esfuerzo y la estimulante experiencia. («Thanks for the ride», rezaba un cartel improvisado por algún tejano). No creo que haya memoria de un comportamiento tan inusual. En lugar de sumirse en la depresión, los Astros manifestaron la alegría de haber dado lo mejor de sí y de saberse tan buenos como sus victimarios.

Lo que resuena perfectamente con una cuña que desde hace pocos días se repite en la televisión venezolana: una pieza de las Empresas Polar en honor de nuestra divisa vino tinto, al término de su esperanza de participar en el próximo mundial de fútbol. Y dice: «No perdimos. Ganamos. Gracias, Vino Tinto, porque ganamos una pasión».

Nada más justo. Antes de la labor de la Vino Tinto, de los muchachos de Richard Páez, nunca estuvimos en el mapa del fútbol mundial. ¿Quién hubiera creído antes que algún día daríamos tres goles contra cero a la venerable agrupación uruguaya en su propio terreno? Gracias a las Empresas Polar, al creativo publicitario que haya creado el concepto, a quien sea que haya tenido la idea, por hacernos rebotar hacia arriba.

¿No hay en esto una moraleja buena para la política?

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