En Para leer mientras sube el ascensor, colección de textos humorísticos por el español Enrique Jardiel Poncela, se encuentra una narración muy preocupante. Dos amigos discuten. Uno de ellos ha propuesto la siguiente descripción: «El hombre lleva siempre a la fiera atroz en su corazón».
La discusión lleva a una apuesta. Quien sostiene la tesis asegura que logrará hacer surgir tal bestia de dos tranquilos viejecitos, que conversaban sentados en un parque protegidos por una verja de hierro. Allá va a molestarles, llamando su atención con un bastón y constantes gritos: «¡Eh, fieras!»
Al principio, los ancianos respondían con gran paciencia y dulzura, siempre con calma y respeto, y argumentaban que puesto que sólo eran dos ancianos inofensivos se les permitiera conversar en paz. Al final, luego de un larguísimo período de hostigamiento verbal y punzante con el bastón, los ancianos rugían, echaban espuma por la boca, mordían los barrotes de la verja y amenazaban con la peor de las muertes a su torturador. Quod erat demostrandum.
Esta historia viene al caso porque las tempestades de la oposición fueron antes vientos sembrados por el gobierno. Desde la primera amenaza que profiriera en vivo, en su primera alocución desde el Salón Ayacucho en Miraflores, Hugo Chávez no ha cesado de puyar y vejar verbalmente al enemigo. Y la matriz de opinión de buena parte de quienes rechazan absolutamente al gobierno incluye la convicción de que el Consejo Nacional Electoral es tramposo, noción que el mismo CNE estimuló, bajo la insensible estrategia revolucionaria de inducir que la oposición se diera un tiro en el pie, propiciando en sus filas una abstención que daría triunfos fáciles y abrumadores al gobierno.
Toda la conducta del gobierno en materia electoral ha ido en esa dirección. La fase destemplada y amenazante de Carrasquero, el sojuzgamiento de la Sala Electoral por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, la impune admisión de Chávez de que la lista de Tascón había cumplido «su función».
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Primero Justicia ha emitido anoche un exquisito comunicado para anunciar, por boca de Gerardo Blyde—que el 28, el 28, el 28, aseguraba que el secreto del voto estaba protegido y había que ir a votar—el retiro de Primero Justicia de las elecciones previstas para el próximo domingo. La exquisitez consiste en haber encontrado un argumento para desdecirse. El comunicado dice: «Cuando le hemos pedido el voto a los venezolanos por Primero Justicia le hemos dicho también que se lo defenderemos, y lamentablemente, en virtud del terremoto político que está ocurriendo—otra vez la sismología borgiana—no podemos responsablemente pedir su voto sin tener la capacidad para defendérselo y eso nos obliga a reconocer la realidad del proceso del próximo 4 de diciembre y tomar la decisión de no poder participar en este proceso». Nada menos que una sola cláusula castellana con dieciséis verbos, requirió el partido de la nueva generación «centro-derechista» para exponer azoradamente el motivo de su retirada. En posterior remate de estudiado gesto, indica su apoyo a lo que puedan decidir candidatos presos o procesados.
¿Por qué ya no puede Primero Justicia defender el voto de los venezolanos al retirarse Accion Democrática, Proyecto Venezuela, COPEI y Venezuela de Primera de la contienda, que es lo que había cambiado desde que Blyde, como un Chamberlain ilusamente alborozado, certificaba que el secreto del voto estaba asegurado? ¿Cómo es que a pesar de que ahora no puede defender votos ciudadanos a su favor podría defender los que votarían por Julio Borges el año próximo? Porque es que el comunicado no omitió contestar inconsistentemente: «¿Qué le ofrece Primero Justicia a los Venezolanos? Seguir liderizando a una nueva generación, consolidarnos como la alternativa democrática, construir una nueva mayoría donde tengan cabida todos los venezolanos y por eso con más fuerza y mayor compromiso con Venezuela nuestro candidato presidencial a la cabeza de Primero Justicia será la alternativa del nuevo liderazgo para la elección presidencial del 2006».
Es lo mismo que me había escrito un protocandidato presidencial—aún no ha declarado formalmente que pretende la Presidencia de la República—sólo que no ayer, sino el 31 de octubre: «…estamos preparando un retiro masivo de candidatos… seguido de un evento espectacular de lanzamiento de campaña 2006». Es decir, hace un mes, bastante antes de la auditoría que pondría en evidencia la posibilidad de generar una nómina Tascón 2.0, que se preparaba lo que hemos visto en estos días.
La revisión en la que técnicos de Primero Justicia demostraron que la secuencia del voto quedaba almacenada en las máquinas de Smartmatic, no arrojó dudas sobre el respeto al voto en sí, sino sobre su carácter secreto. (Aparece a estas horas tardías, sí, el informe de un «grupo interdisciplinario», los nombres de cuyos miembros se mantienen «en reserva», donde se asegura haber probado, por fin, cómo es que un triunfo del «Sí» por cinco puntos porcentuales, fue convertido en uno del «No» por veinte el 15 de agosto de 2004). Esto es, los partidos que se han retirado de las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional no alegaron que habían descubierto cómo el CNE podía alterar la votación, sino que este organismo podría proporcionar al gobierno una herramienta de control social espiando la privacidad del votante, que quedaría expuesto a los métodos de un régimen paciente, que se toma su tiempo para apretar. La semana próxima habrá juicio contra María Corina Machado.
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El mismo 28 de noviembre—cuando una caricatura de Weil arengaba «¡Viva el 27 N! ¡Mueran los golpistas!»—la Organización de Estados Americanos decía en nota de prensa: «…en una reunión del pasado domingo 27, la Misión recibió de los dirigentes de los partidos políticos que conforman la alianza Unidad la solicitud de transmitir al Consejo Nacional Electoral (CNE) la petición de no utilizar las máquinas captahuellas, para asegurar el secreto de voto y la plena participación de dichos partidos en las elecciones del 4 de diciembre. En la reunión participaron Henry Ramos (AD), César Pérez Vivas (COPEI), Julio Borges, Gerardo Blyde y Juan Carlos Caldera (Primero Justicia), Leopoldo Pucci (MAS), Adalberto Pérez, Enrique Márquez y Ana Ferrer (UNTC), y Enrique Mendoza. Como es habitual en toda Misión de la OEA, la mencionada petición fue transmitida a las autoridades del CNE. En el día de hoy la Misión estuvo presente en la reunión en la que el CNE accedió a dicha solicitud y los partidos políticos de la Unidad se comprometieron a participar en la contienda electoral y a instar a la ciudadanía a salir a votar el 4 de diciembre, afirmando que ‘el secreto del voto en este proceso no va ser vulnerado’. Además expresaron que de no ocurrir un hecho excepcional sobreviniente, las garantías ofrecidas hasta el presente permiten convocar a la participación de la ciudadanía en los comicios del domingo, sin realizar nuevas peticiones».
Habrá que ver que opinará la OEA después de que, sin mediar otro «hecho excepcional sobreviniente», la oposición haya ejecutado «un retiro masivo de candidatos», pero lo cierto es que el factor internacional está muy presente. Una firma local de analistas destaca: «Los partidos cristiano y socialdemócrata han alegado parcialidad pro gubernamental de parte del Consejo Nacional Electoral (CNE) para justificar el boicot. La movida llega justamente un día después de que el CNE concediera un número de exigencias técnicas adelantadas por los partidos de oposición y en medio de una escalada de tensión en las relaciones de Estados Unidos y Venezuela». (En la que el incidente de la comisión parlamentaria estadounidense en Maiquetía es un escalón).
¿Puede afirmarse que esa oposición partidizada está apostando a que la creación de una crisis fundamental llevaría a una intervención norteamericana? Muy probablemente no, pero en todo caso tal intervención sería opuesta por una importante defensa de Chávez en América del Sur. Ayer Luiz Inacio Lula Da Silva, en presencia de Kirchner, saludó el posible triunfo de Evo Morales en Bolivia y dijo: «Miren el retrato de las elecciones en Sudamérica en estos últimos tres años y vamos a percibir que en ningún momento histórico tuvimos tantas posibilidades de tener una Sudamérica realmente orientada a su gente… Le dije a Kirchner, hace poco, imagínate lo que significó la elección de Chávez en Venezuela; imagina lo que significa si Evo Morales gana las elecciones en Bolivia. Son cambios tan extraordinarios que ni nuestros mejores politólogos podrían escribir porque no había antecedentes mostrando que eso sería posible». Esto después de lo acontecido en Mar del Plata y la polémica Fox-Chávez y la polémica venta de equipos españoles a las Fuerzas Armadas de la República Bolivariana de Venezuela.
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En este momento se abre un cauce de posibilidades a partir del retiro de candidaturas oposicionistas. (Que puede ser producto de una estrategia anticipada o cascada ineludible de reacciones, como un «efecto dominó», como el comienzo inescapable de la Primera Guerra Mundial. Lo importante es que dejan al gobierno solo ante las urnas).
Primero, dentro de las filas gubernamentales mismas hay radicales que, estando muy molestos con Jorge Rodríguez porque se dejó cazar y habría hecho demasiadas concesiones a la oposición, propugnan la extremidad de un «fujimorazo», olvidados ya de instituciones burguesas como los parlamentos. El 28, el 28, el 28 había quienes preguntaban la dirección de María Corina Machado, para enviar allí motorizados a amedrentarle.
La paranoia gubernamental tiene cómo alimentarse. Hace unos meses que leía en el «Informe Waller»: «Para las elecciones de 2006 debe ponerse en práctica un nuevo proceso y modelo electoral para desanimar o por lo menos entorpecer la clase de fraude que ocurrió en 2004. Es probable que el régimen sabotee la implementación de cualquier nuevo proceso. Esto, por sí mismo, ayudará a consolidar el cambio de paradigma en la percepción precisa del gobierno venezolano como una dictadura». Muy poco tiempo después (31 de mayo), María Corina Machado era recibida en la Oficina Oval por George W. Bush, en vísperas de una reunión de la OEA en Florida, cuando el gobierno norteamericano intentó, sin conseguirlo, introducir un mecanismo interamericano que permitiera monitorear y certificar—o más bien descertificar—al gobierno venezolano.
Esos radicales del chavismo aducirán que la conducta de la oposición es consistente con su expectativa de que el gobierno saboteara los cambios, y que al ser desarmada por las concesiones de Rodríguez (auditoría de 47% de las urnas, limitación de los cuadernos electrónicos y eliminación de máquinas «captahuellas»), habrían tenido que delatarse al retirar sus postulaciones. No habrían previsto los opositores, para su desconcierto y desesperación, que el CNE no se cerraba como pensaban que lo haría y necesitaban.
Pero la oposición también alberga radicales paranoicos, que encuentran signos que confirman sus peores presunciones. De allí que probablemente quieran presumir que la retirada, el «vuelvan caras» que iniciara Acción Democrática y ha terminado por acatar Primero Justicia, es un golpe que pondrá muy mal al gobierno, al punto de que sería el preludio de su caída. Que de la ausencia electoral habría que pasar a la activación del artículo 350 constitucional.
Entre estos extremos estarán las líneas principales de lado y lado. A pesar del drama—María Corina Machado reitera ominosamente su invitación a los templos y el Arzobispo de Caracas se apresura a declararlos impropios para actividad política—todavía no ha llegado la sangre al río. COPEI llegó a sugerir la posposición de las elecciones, y es de suponer que Primero Justicia aspira a que el sorpresivo movimiento táctico de la retirada inicie una reformulación aceptable de todo el mecanismo electoral, dado que pretende perseverar con la candidatura Borges, que tendría que ser administrada por un sistema del que ahora dice desconfiar. Lo que no deja de ser ingenuo, puesto que un nuevo Consejo Nacional Electoral sería escogido por una nueva Asamblea Nacional, en la que la mayoría oficialista sería enorme.
Por el lado gubernamental, la propaganda se centrará en un hecho fácilmente comprobable: los estudios de opinión indicaban que la oposición no habría arrastrado, en cualquier caso, un significativo caudal de votos a su favor. Esto sería, ha destacado el propio Chávez, la razón del repliegue opositor: «las uvas están verdes», como habría apuntado Samaniego. Ya antes de conocerse la decisión de Primero Justicia, el CNE había sacado las cuentas y señalaba que las organizaciones que se retiraban de las elecciones eran un 0,6% de los partidos inscritos (446) para participar. (También acusó el golpe, al excusar al CNE asegurando que este organismo desconocía la vulnerabilidad encontrada en la auditoría fatal).
Del lado opositor la cosa estará más complicada. El asunto será mostrado como triunfo heroico de la oposición, y como tal varios actores querrán reivindicar su propiedad. En la medida en que hayan sido más tardíos, esta pretensión será más difícil de mantener. Por ejemplo, Acción Democrática sostendrá que tiene más títulos que Primero Justicia, que se sumó de último, ya que los blancos iniciaron el movimiento. Pero también los recalcitrantes competirán por el trofeo: Tulio Álvarez, Oswaldo Álvarez Paz, Alejandro Peña Esclusa, pues mucho antes desahuciaron la vía electoral que ahora abandonan los partidos de oposición. (Salvo un chiripero exiguo e insignificante).
Aunque tal vez un ente de posicionamiento «intermedio» emerja como campeón: Súmate, que sin haberse enredado en lo del 350, emite señales de sintonía religiosa que resonarán con Castillo Lara, y que emprendió una larga y consistente campaña totalmente enfilada contra el Consejo Nacional Electoral. En la lógica oposicionista profunda, quien logre echarle más vaina al gobierno se legitimaría como el líder, como el San Jorge que vence al dragón de Barinas. Sólo que en vez de jinete varón, una Juana de Arco tecnocrática y mantuana, María Corina Machado, aspiraría a la Presidencia desde ese aura triunfadora.
Si hay elección el domingo, como parece que habrá, va a depender de la capacidad de movilización del gobierno que pueda sobreponerse al imprevisto ataque oposicionista. Lo que logre por encima de una participación de 30%—la encuestadora Hinterlaces medía intención abstencionista de 71% en octubre—podría presentarlo como triunfo, sobre todo cuando se viene de una abstención admitida por el CNE de 73% en las últimas elecciones. En este caso, los partidos de oposición habrían cometido, una vez más, un «suicidio post mortem», para emplear el agudo concepto de Luis Alberto Machado. De lo contrario, una concurrencia muy delgada señalaría una acusada debilidad del gobierno, y una base de legitimidad harto precaria de la próxima Asamblea Nacional.
Pero claro, quien certificará el grado de la abstención será el mismo Consejo Nacional Electoral en tela de juicio y ¿quién querrá creerle? El 2006 tal vez sea, en estimación de Primero Justicia, un año muy sísmico. Quizás no tanto, pero por lo menos turbulento y huracanado.
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