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En discurso pronunciado ayer el Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, pareció dar su brazo a torcer en lo que respecta a una disminución significativa de la presencia militar norteamericana en Irak. Aunque insistió en que no aceptará nada menos que una victoria completa, y que las tropas estadounidenses se quedarán hasta que «cumplan su misión», indicó que el mismo año que viene permanecería en aquel país un contingente de soldados bastante menor que el actual y se confiaría a las fuerzas iraquíes la mayor parte de la responsabilidad por la seguridad del territorio.

Bush había venido resistiendo una evaluación bastante extendida entre sus comandantes militares: que sólo una disminución de las tropas norteamericanas en Irak obligaría a las fuerzas iraquíes a asumir el control de la seguridad de su nación, y que la mera presencia de sus soldados—percibidos por la mayoría de los habitantes como fuerza de ocupación—estimula las acciones insurgentes.

A este respecto, pues, la administración Bush ofrece signos de estar entrando en razón, al aceptar aparentemente tales argumentos. Sería corrección de rumbo motivada por los recientes reveses del gobierno norteamericano, en una suerte de vorágine de malas noticias.

Quizás, entonces, pueda esperarse también que se rinda ante la evidencia ecológica. Mediciones hace poco reveladas indican que los niveles atmosféricos actuales de anhídrido carbónico representan el nivel más alto de los últimos 650.000 años, según registros obtenidos con perforación profunda de capas de hielo polar. No puede ya caber duda de que molestamos grandemente a la Madre Tierra, que revira malhumorada con profusión de huracanes, inundaciones y terremotos.

Después de que concluya su nueva iniciativa, en materia de control de inmigración, tal vez pueda la administración Bush mostrar mayor aquiescencia a las previsiones del Protocolo de Kyoto, del que hasta ahora se ha mostrado tan reticente. Es buena cosa que un gobernante tenga tiempo para la rectificación, así sea luego de hacerse el testarudo por largo tiempo.

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