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La desafiante conducta de Irán en relación con su programa de desarrollo nuclear ha permitido que Europa y los Estados Unidos convenzan a Rusia y China de sumar hoy su voto, en la Agencia Internacional de Energía, a favor de remitir el asunto a la consideración del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Tras este acuerdo está la promesa europeo-norteamericana de esperar al menos un mes antes de decidir cualquier tipo de sanción contra los iraníes.

Esta última concesión se justifica porque Irán ha concedido por su parte, luego de resistirla, que la proposición de Rusia de asumir el trabajo grueso de transformación de uranio para Irán puede ser una solución, y que ulteriores conversaciones pudieran perfeccionar esa salida. Esto es, que Irán admitiría procesar el uranio «comercial» a gran escala, para fines energéticos, fuera de su territorio, en Rusia. El mes de espera debiera ser suficiente para el «perfeccionamiento» del acuerdo ruso-iraní.

Pero con esto no desaparece la totalidad de las suspicacias. Irán continuaría operando programas de «investigación»—de escala no comercial—que todavía pudieran permitirle refinar uranio para uso militar. De allí que algunos expertos no se satisfagan con la proposición de los rusos y exijan para Irán el mismo tratamiento que se dio a Libia en 2003. Este país aceptó que todos los equipos que pudieran emplearse para el enriquecimiento de uranio fueran extraídos de su territorio, y facilitó información acerca de sus suplidores, suficiente para impedir los manejos de una red paquistaní de contrabando de aquellos equipos.

Sin embargo, mientras subsista la asimetría entre los países que disponen de armamento nuclear y los que pudieran tenerlo, quieren tenerlo y no se les permita, subsistirá asimismo la tensión y la inconsistencia lógica. La mejor manera de impedir que alguna nación «peligrosa» use armas nucleares es proscribirlas totalmente en la esfera de las naciones-Estado. El arsenal nuclear existente debiera ser puesto íntegramente bajo el control de las Naciones Unidas. (Porque se considerase «prudente» no destruirlo de un todo para contar con él ante una eventual invasión de origen extraterrestre, o para emplearlo en el bombardeo de aerolitos ominosos, escenarios ambos que la ciencia moderna no está dispuesta a declarar imposibles).

Todas las naciones (salvo Alemania) que quieren llevar el caso de Irán ante el Consejo de Seguridad son ellas mismas potencias nucleares. Desde el punto de vista iraní esa postura es un insulto, pues equivale a decir: no les permitiremos tener esto que nosotros ya tenemos porque ustedes están locos. Tal cosa es, justamente, lo que sostienen las alarmadas cancillerías occidentales, sobre todo después que el presidente Ahmadinejad declarase que Israel debía ser borrado del mapa. Pero a nadie le gusta que lo llamen loco.

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