Cartas

Hace poco que el Dr. Gustavo Linares Benzo estimara por la prensa nacional (El Universal) que la carrera por la candidatura unitaria de la oposición se había en realidad reducido a tres candidatos de peso: Borges, Petkoff y Rosales. En la estimación del suscrito el último de los nombrados no es un candidato viable, y la fuerza de las cosas está dejando sólo dos caballos en la carrera: Julio Borges y Teodoro Petkoff.

Sobre Manuel Rosales pende un lastre del que no podrá desprenderse a corto plazo. Dicho de otro modo, ese lastre gravitaría inevitablemente sobre una candidatura suya en 2006. Otra cosa es un futuro posterior, pero para las elecciones de diciembre le será imposible correr con liviandad. La referencia, naturalmente, es a la participación pública y notoria de Rosales como cohonestador de las actuaciones autocráticas e inconstitucionales de Pedro Carmona Estanga. A juicio de esta publicación (Carta Semanal #176 de doctorpolítico del 9 de febrero de 2006 y Carta Semanal #111, del 4 de noviembre de 2004) ese punto sería un ineludible issue de la campaña, independientemente de si el Tribunal Supremo de Justicia encuentra méritos para el enjuiciamiento del gobernador del Zulia.

Claro que la actual solicitud de la Fiscalía General ante el TSJ, que justamente busca la declaratoria de méritos para el enjuiciamiento, pudiera generar un efecto paradójico: que Rosales llegara a creer que, como en el caso de López Obrador en México, estaría en mejor condición de defenderse penalmente si lanza su candidatura; que si va a ser procesado de todas formas, entonces más le vale lanzarse para aparecer como víctima por razones políticas, porque «se teme» que pudiera ganarle a Chávez. De hecho, bien pudiera estar el gobierno propiciando esta posibilidad, pues también pudiera entender que el lanzamiento de Rosales asegura la división de la oposición. (Como ha propiciado la abstención: primero dejando correr la especie del fraude del revocatorio, puesto que esa matriz de opinión aumentó la propensión a abstenerse en las elecciones sucesivas; luego saludando que la oposición crea que tiene un miedo cerval a la abstención masiva luego del 4 de diciembre. En este último caso, una estrategia superficial leería: ¿es a esto que Chávez teme? Entonces hay que abstenerse).

De modo que en opinión de doctorpolítico la candidatura Rosales no es viable en ningún caso. (Por razones obvias Acción Democrática empleará todos los argumentos que aconsejen esa candidatura, siendo que Rosales, a pesar de su propio movimiento político, es visto todavía como acciondemocratista, lo que fue oficialmente en el pasado de sus comienzos en el oficio).

Si este análisis de inviabilidad fuese cierto, no es necesario mucho más para descartar de una vez las candidaturas de William Ojeda y Roberto Smith, que no han logrado colocarse en el mapa, después de que fuesen las únicas dos figuras que admitieron hasta ahora su intención candidatural públicamente, luego de que Julio Borges fuese el pionero en mayo del año pasado. Para propósitos prácticos no existen.

No todo el mundo ha descartado aún, por otra parte, la candidatura de Salas gallo o Salas pollo, pero ambos vienen de perder sus últimas confrontaciones con el chavismo, y no se encuentra ninguno de los dos en la situación de Salas Römer en 1998, cuando éste fuera percibido, luego del desplome de la candidatura Sáez y la defenestración de Alfaro Ucero a manos de sus propios compañeros, como el único que tenía alguna oportunidad de competir con Chávez. Es, pues, opinión del suscrito que ninguna de estas candidaturas valencianas podrá arrancar.

Quedaría por determinar si hay planes de presentar una candidatura nítidamente definida como de derecha. Marcel Granier o María Corina Machado. Por lo que respecta a esta última, ha sido muy enfática en asegurar que no será candidata presidencial en 2006. (Ver entrevista concedida a Pedro Pablo Peñaloza en el libro editado y publicado este mismo mes por Fausto Masó: Chávez es derrotable, Editorial Libros Marcados. «Hasta cuándo me van a preguntar si aspiro a una candidatura presidencial? ¿Cómo quieren que les diga que no seré candidata presidencial?»)

El caso de Granier no es tan claro. No es un secreto para nadie que ha venido aumentando su exposure en tiempos recientes de modo muy marcado, pero en general ha asegurado que no está pensando en candidaturas. En su más reciente exposición ha asegurado ayer en el programa de Leopoldo Castillo que el grupo de personas que comenzó a ser designado como el «movimiento 4 de diciembre» no tiene intenciones políticas, pero también, ante acicate del periodista sobre su posible lanzamiento, ha contestado: «Yo nunca he sido candidato…» Tal cosa no parece ser un compromiso irreversible a futuro, pero igualmente, para propósitos prácticos, su nombre no está en juego, al menos todavía. Se ha mostrado públicamente, eso sí, partidario de la participación en las elecciones de diciembre—sin cejar en la lucha por condiciones electorales aceptables—y de una candidatura única para enfrentar a Chávez.

Esta carta, por otro lado, ha estimado así la viabilidad de la candidatura Granier (#176, 9 de febrero de 2006): «Pero una candidatura Granier sería una equivocación, la misma que se cometió al suponer que pudiera trocarse directamente a Chávez por el polo opuesto del Presidente de Fedecámaras en abril de 2002. Granier tiene una redondez y multimensionalidad casi equivalente a la de Petkoff, pero sería difícilmente tragable por un electorado que tal vez quisiera salir de Chávez pero no execrarlo con un bandazo pendular de opuesto signo».

Todo lo cual nos regresa al comienzo. La verdadera carrera es entre Borges y Petkoff.

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¿Cómo dirimir esta disyuntiva? La propia María Corina Machado ha sostenido que el mecanismo ideal es el de unas elecciones primarias. Tanto porque se da así participación a la «sociedad civil» en la determinación del candidato (más democracia participativa), como porque la celebración de aquéllas generaría un movimiento de masas que está haciendo falta a una oposición desmovilizada, gracias a la terca prédica sobre el hipotético fraude del 15 de agosto de 2004. Machado razona que no es un motivo para no celebrarlas la anticipación de una guerra interna entre candidatos, que pudiera dejar algo ajado y maltrecho al candidato que emergiese victorioso. Desde su punto de vista, ese peligro no desaparecería si no hubiese primarias.

En este punto creo que Machado tiene razón. Más aún, Petkoff y Borges son dos caballeros que pudieran dar una lección de decencia política al país, protagonizando una competencia seria y respetuosa, que no necesita descender a los sótanos de la agresión y la procacidad a las que Chávez nos tiene acostumbrados. Borges y Petkoff son perfectamente capaces de una discusión a la inglesa, o al elegante estilo de los feroces pero urbanos debates de las legislaturas españolas.

Hasta donde se sabe, Petkoff ha sido renuente a la idea de primarias: «Teodoro Petkoff tampoco es partidario de primarias. Recuerda las del MAS, que afectaron grandemente la unidad del partido del que fue fundador. Ofrece, en cambio, un ejemplo que no deja de ser persuasivo para basar su recomendación de que los distintos candidatos y fuerzas se ‘inteligencien’ para zanjar el asunto. Al término del régimen de Pinochet, como consecuencia del referendo en el que se le derrotara, los principales partidos de Chile encontraron en su interlocución que no podría sucederse un régimen de derecha por uno del extremo contrario—error que aquí se cometió, por cierto, con Carmona Estanga—y por tanto convendría buscarse una solución al centro derecha. De allí la candidatura de Aylwin, democristiano. Sólo después de su presidencia y la de Frei pudo llegar un socialista, Ricardo Lagos, a la Casa Rosada». (Carta Semanal #171, 5 de enero de 2006).

En cambio, Borges se había mostrado como entusiasta partidario de elecciones primarias. Vivian Castillo reportaba en El Universal el 30 de diciembre de 2005: «La celebración de unas elecciones primarias para escoger un candidato único legitimaría la alternativa opositora, según afirmó Julio Andrés Borges, candidato presidencial y coordinador nacional del partido político Primero Justicia (PJ)». «Reiteró que unas primarias serían una extraordinaria manera de lograr la expresión de la gente, ‘que el ciudadano diga—entre la constelación de grupos que hay—: nosotros queremos que el capitán sea éste, que el equipo sea este grupo o esta coalición’, dijo».

Ahora, sin embargo, parece recular. En entrevista concedida a Alba Gil (www.americaeconomica.com), publicada el viernes 24 de febrero de 2006, recibe la siguiente pregunta: «Usted propuso celebrar unas elecciones primarias el próximo 19 de abril. ¿Cree que esa fecha y este método se puede mantener?» Ésta es su contestación: «Ya no hay tiempo para eso. Lo cual no quiere decir que este proyecto no se pueda llevar a cabo. Las fuerzas políticas de la oposición podemos y debemos alcanzar un acuerdo y participar en las elecciones de diciembre. No es necesario realizar un proceso electoral para elegir a un candidato. Con el diálogo podemos llegar a un consenso».

Este viraje, no poco característico de su discurso, puede muy bien obedecer a su innegable posición de ventaja en los estudios de opinión. (Una vez que conociera el Estudio Perfil 21 #65, de Consultores 21, correspondiente a febrero de 2006, con cierre de la recolección de datos el 7 de ese mes, o 17 días antes de la entrevista mencionada). Es claro que en una «inteligenciación», para usar la terminología de Petkoff, o con el «diálogo (con el que) podemos llegar a un consenso», si se emplea la descripción de Borges, éste pondría sobre la mesa la carta alta de su posición de vanguardia en los sondeos, aunque el primero pudiera aducir respecto de su caso: «Rondón no ha peleado». Es así como probablemente Petkoff tuviera más que ganar en unas primarias que Borges.

Pero lo importante, desde el punto de vista estratégico, es que la oposición ganaría cosas de valor inestimable (más allá de lo anticipado por María Corina Machado) con el proceso de primarias. La primera es que el año electoral de 2006 quedaría partido en dos tramos: el que va desde ahora (completado con la definición de la candidatura Petkoff) hasta la definición de la candidatura de unidad mediante primarias; el que sigue, desde esta definición y la inscripción del candidato unitario hasta las elecciones del 3 de diciembre.

Por este medio, entonces, se lograría de modo automático una condición estratégica varias veces recomendada en esta publicación y entrevista ya en 1987 para condiciones similares. Que la campaña del contendor de Chávez se inicie lo más tarde que sea posible:

«Por diversas razones el tiempo de lanzamiento de la candidatura con posibilidades debe ser lo más tardío posible. Por un lado está el problema de los recursos: es improbable que un verdadero outsider pueda conseguir los fondos necesarios a una campaña prolongada. Por otra parte, el intento debe ser hecho contraviniendo los intentos de actores muy poderosos. En tales condiciones una guerra de atrición no es sostenible. No puede un outsider trenzarse en una larga ‘guerra de trincheras’ contra Acción Democrática y COPEI, pues caería en el asedio. Nuestro outsider se encuentra en la situación de Israel, país pequeño y rodeado de enemigos mucho más numerosos y de mayor poder. Así, su estrategia indica un golpe sorpresivo y contundente y definitivo. Por último, el tiempo debe ser tardío porque lo que es necesario producir corresponde a lo que los psicólogos de la percepción llaman un gestalt switch. Es un cambio súbito en la manera de percibir una misma cosa. De este modo, o el cambio de percepción se produce o no se produce, o se entiende o no se entiende, y para esto no es necesaria o correcta una campaña de convencimiento gradual, sino una argumentación suficiente que tienda a producir una respuesta más instantánea». (De la Ficha Semanal #57 de doctorpolítico, del 2 de agosto de 2005, en reproducción de una sección del estudio Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela, de septiembre de 1987. La misma recomendación se encuentra en trabajo inserto en el libro Chávez es derrotable, ya mencionado, en su capítulo Tío Conejo como outsider).

La interpolación de las primarias produce el mismo efecto, al diferir la definición del candidato unitario. Y si el dicho de la política norteamericana es válido—you can’t fight somebody with nobody—su recíproco también funciona: you cant’t fight nobody with somebody. Esto es, Chávez no podría sino continuar peleando con George W. Bush, que no es candidato en Venezuela, mientras la oposición no defina quién terminará oponiéndosele.

Lo que dicho sea de paso alteraría a favor de la oposición el modo habitual de los tiempos recientes: la reactividad de la oposición a terminologías y agendas fijadas por Chávez. No hay incertidumbre respecto de la candidatura oficialista; no hay duda, es la candidatura de Chávez. Así, mientras la candidatura opositora no esté definida, la atención política estará sobre esa definición; la curiosidad política se fijará sobre lo que termine haciendo la oposición.

Por último, lo más importante: una mayoría de electores venezolanos cree en las bondades del método de primarias para dilucidar la candidatura de oposición. (Según el Perfil 21 #65, un 68,8%. Incluso dentro de los encuestados que dicen confiar en Chávez, un 54,5% prefiere el asunto. La proporción sube entre quienes declaran no confiar en él hasta 86,5%, y alcanza a 96% entre quienes dicen confiar en la oposición). ¿Puede arriesgar la oposición ir a contracorriente de esta opinión?

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