El Grupo La Colina no tiene que ver con la urbanización La Colina de Los Caobos. Me habría gustado, sentimentalmente, que así fuera; no por la planta televisora famosa, sino porque fue mi colegio de niñez y primera juventud el de La Salle de La Colina. En cambio, toma su denominación del hecho de reunirse en los predios de «La Colina Creativa», un conglomerado de oficinas incluido en zona rental del campus de la Universidad Metropolitana. Un conjunto de profesionales, los más de ellos egresados de la Universidad Simón Bolívar, se ha constituido en grupo de análisis que escudriña nuestro proceso político con el fin de, no convertirse ellos mismos en políticos actuantes, sino de actuar como analistas e inventores que ponen su trabajo a la orden de políticos.
Uno de los miembros del Grupo La Colina, Leopoldo González, fue quien fuera inscrito por Primero Justicia como «técnico» suyo para la auditoría técnica a las máquinas de votación de Smartmatic. En ese carácter—su propio grupo no es reconocido como actor certificado por el Consejo Nacional Electoral—González encontró a través de su examen experto que después de todo las famosas máquinas electorales guardaban en su memoria la secuencia de votos, de modo que era posible en principio violar el secreto del sufragio, al cotejar esa secuencia con el orden de identificación de los votantes que proviene de las llamadas «captahuellas», en las que cada elector que acudiera a votar debía registrar su huella digital para demostrar su condición de votante inscrito en el Registro Electoral Permanente y así imposibilitar que una misma persona votase más de una vez. Este hallazgo brindó en bandeja de plata a los partidos de oposición el pretexto que requerían para retirarse de unas elecciones parlamentarias que sabían perdidas. Tal hazaña llevó a Olga Krnjajsky (nom de plume Olga K) a decir que González había logrado lo que «no había hecho ni SÚMATE con su tecnología, ni los partidos con su maquinaria, ni Tulio con su informe, ni Oswaldo Álvarez Paz con el 350». Tan justa fama explica la confianza suscitada por el Grupo La Colina, que se expresa claramente en reciente proposición de Gerardo Blyde: que el Grupo La Colina se sumara a Súmate para la organización de las propuestas elecciones primarias de la oposición.
El lunes pasado tuvo el suscrito la oportunidad de asistir a una presentación de miembros de este grupo, centrada sobre el tema de una candidatura unitaria de la oposición. La exposición consistió de un modo muy útil de organizar los elementos fundamentales de este problema, pero fueron tres tajantes afirmaciones de la gente del Grupo La Colina lo que más llamó la atención. Esta gente, que logró descubrir la persistencia de la secuencia de votos en Fila de Mariches, no se montó sobre tal plataforma para exhibirse como los grandes descubridores de un fraude electoral el 15 de agosto de 2004. Todo lo contrario. Lo primero que afirmaron fue que las máquinas de Smartmatic hacían exactamente lo que esta compañía había prometido. Luego, establecieron que el registro secuencial de los votos emitidos no se debía a acción deliberada por parte de Smartmatic o el CNE, sino a un error de Microsoft, uno de cuyos programas off the shelf fue adquirido por Smartmatic para combinarlo con su propio software. Microsoft había garantizado que aquel registro desaparecería, e incluso había mencionado que tal cosa sería así porque la misma condición era requerida por importantes loterías europeas que usaban el mismo programa para garantizar la transparencia de sus sorteos. (Voceros de Smartmatic, por otra parte, han explicado que para que fuese posible emplear la secuencia registrada con intención política dolosa, hubieran tenido que concurrir los partidos de oposición, pues sin la mitad de la llave que abre la caja negra, que estaba en manos de la oposición, no hubiera sido posible acceder a la tal secuencia).
En suma, al conjunto de sólidos argumentos que permiten pensar que el 15 de agosto de 2004, independientemente de otras conductas abusivas y ventajistas por parte del gobierno, hubo más «Noes» que «Síes»—que todas las encuestadoras serias del país así lo predijeron, por ejemplo—se añade la puntilla mortal de la certificación ofrecida con la mayor seriedad y tersura por los colineros: se trata del definitivo certificado de defunción de la hipótesis del fraude electrónico.
Pero todavía dijeron otra cosa los representantes del Grupo La Colina: que en su considerado criterio el sistema automatizado de Smartmatic hacía más fácil que la oposición vigilase la correspondencia con los votos reales y los defendiera; esto es, que resulta más fácil defender la fidelidad de los registros y la transparencia del sistema con las mismas máquinas, que con conteos manuales, que regresarían la pelota a la cancha superada de las actas que matan votos.
Estas son cosas importantísimas, porque rompen el paradigma abstencionista, montado sobre la premisa del fraude electoral. Si se quiere revertir la matriz de opinión a este respecto, construida a partir de la prédica irresponsable de una dirigencia inepta que quiso disimular su ineptitud—dilapidó el enorme capital político acumulado en 2002 y 2003—es de la mayor importancia que se difunda esta valiente y seria evaluación del Grupo La Colina.
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Lo anterior no varió, por tanto, la estimación de esta publicación, que consistentemente ha expuesto que no hubo fraude electrónico el día del referendo revocatorio presidencial. En cambio, interacciones recientes llevan a reconsiderar su posición respecto de la bondad de unas elecciones primarias para determinar un candidato unitario. (El Grupo La Colina, por cierto, señala que una de las desventajas de las primarias, no considerada por otros analistas, es que impedirían la integración de un único gran comando de campaña, dado que los de los candidatos perdedores quedarían diferidos por el comando del ganador).
No es que no se tenga por más profundo e importante que haya en la determinación del candidato unitario una decidida participación de los electores mismos; a fin de cuentas, como advirtiera no hace mucho Humberto Njaim, la democracia participativa es el signo de los tiempos. No es que se haya aducido argumentos inéditos que sean contrarios a las primarias, más allá del último aportado por los colineros. Se trata más bien de notar una persistente coincidencia de criterios en gente muy seria y avezada en política, que no recomienda la celebración de primarias.
Pero seguramente ha modificado la percepción de doctorpolítico, como ocurre con frecuencia en materia perceptual, un pequeño empujón que desplaza levemente el punto de perspectiva. Este nudging, este suave y útil codazo consistió en una aguda, certera y pertinentísima observación, escuchada en labios de Eduardo Fernández.
Fernández observó que si hubiera en el campo un liderazgo opositor claro y fuerte no tendríamos necesidad de primarias; que se piensa en las primarias como un «remedio agónico», un expediente in articulo mortis para solventar esa ausencia de liderazgo.
Tal observación ejerció en el suscrito un efecto retardado y, como se explicó, bastó un leve desplazamiento de la percepción para que se recompusiera en gran medida el análisis del asunto. En efecto, el pensamiento se dirigió a lo esencial, al problema de identificar qué fórmula pudiera constituirse en ese liderazgo fuerte y convincente que hace falta, desde el problema procesal o procedimental de las primarias.
Aquí se propuso (Carta Semanal #180, del 9 de marzo), la dupla de Teodoro Petkoff como candidato a la presidencia y María Corina Machado como su eventual Vicepresidenta Ejecutiva. La fórmula hace sentido porque compone un «antimicótico» de amplio espectro—en términos de derecha e izquierda políticas—y porque toma asiento en las evidentes virtudes de ambos: la indudable estatura de Petkoff como estadista, entre otras cosas, y las manifiestas virtudes ejecutivas de Machado. (Sin contar la combinación de madurez con juventud y la de género, al presentar una dupla de dama y caballero).
Pero las reconsideraciones ya mencionadas llevan a doctorpolítico a pensar en una combinación que tiene aun más sentido político, y ésta es la de Petkoff para la candidatura presidencial y Julio Borges como su Vicepresidente Ejecutivo.
Borges añadiría a la «otra izquierda» de Petkoff su perfil de centro-derecha, pero también lo que Bernardo Paúl estima como su lucha personal por la dignidad. En verdad, Borges ha eludido los intentos de ciertos intereses por controlarlo, al sostener posturas valientes y responsables. No hace mucho que declarara, con coraje y sin pelos en la lengua, lo siguiente: «Los que piensan que acá no hay salidas electorales, pues que organicen su conspiración. Los invito a que lo hagan. Conmigo no cuenten». (El Nacional, 29 de mayo de 2005).
Los mismos intereses aludidos han intentado anularlo, cobrándole su acción personalísima y «no alineada» de votar el 4 de diciembre pasado. Así jugaron a la rebelión en las filas de Primero Justicia, oponiéndole a Blyde y Liliana Hernández y propiciando una revuelta que exigía elecciones internas en el partido. Pues Borges ha comprobado su tino político al conjurar esta rebelión, logrando que los coordinadores regionales de Primero Justicia apoyaran su moción de diferir esas elecciones para 2007 y acordaran que la organización concentrase sus esfuerzos en la promoción de su candidatura.
Es obvio, asimismo, que Borges aportaría una organización que, mal que bien, supera a los tradicionales partidos en preferencia de los electores, y que Primero Justicia no es un partido de «la cuarta república».
Esta fórmula Petkoff-Borges, por consiguiente, pondría en juego una opción poderosísima. La participación de Borges seguramente anularía las legítimas aspiraciones de los Salas Römer, así como robaría sentido a otras candidaturas de derecha, y el eje con Petkoff ofrecería una opción decididamente de peso más pesado que la de Manuel Rosales. (El problema con Rosales no es tanto que el gobierno intente anularle por su participación en el «carmonazo». El problema de fondo es que participó, y que todavía no ha ofrecido una explicación satisfactoria al país a este respecto, sea para defender su posición del 12 de abril de 2002, si es que la considera correcta, o sea para admitir su equivocación y señalar arrepentimiento y propósito de enmienda).
Borges, por otro lado, tiene un discurso natural por delante: «Yo, Petkoff, aspiro al mismo coroto que usted. Pero difiero mi pretensión ante su mayor experiencia de estadista. Soy muy joven, y con la energía suficiente para recibir, en la Vicepresidencia Ejecutiva de la República, las tareas que usted tenga a bien descargar sobre mis hombros». (Lo que está previsto constitucionalmente: Artículo 239. «Son atribuciones del Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva: 1. Colaborar con el Presidente o Presidenta de la República en la dirección de la acción del Gobierno. 2. Coordinar la Administración Pública Nacional de conformidad con las instrucciones del Presidente o Presidenta de la República. 3. Proponer al Presidente o Presidenta de la República el nombramiento y la remoción de los Ministros. 4. Presidir, previa autorización del Presidente o Presidenta de la República, el Consejo de Ministros. 5. Coordinar las relaciones del Ejecutivo Nacional con la Asamblea Nacional. 6. Presidir el Consejo Federal de Gobierno. 7. Nombrar y remover, de conformidad con la ley, los funcionarios o funcionarias nacionales cuya designación no esté atribuida a otra autoridad. 8. Suplir las faltas temporales del Presidente o Presidenta de la República. 9. Ejercer las atribuciones que le delegue el Presidente o Presidenta de la República. 10. Las demás que le señalen esta Constitución y la ley».)
Borges estaría, con tal acto de desprendimiento y de nobleza, no sólo siguiendo una línea consistente con su rectitud y su carácter de hombre serio, sino elevándose en servicio inestimable a la nación, y posicionándose estupendamente para futuras responsabilidades todavía mayores.
Finalmente, esta reconsideración devolvería a la directora de Súmate su rol principal, que no es, por ahora, el de boxeadora, sino el de empresaria de boxeo. Pero es que hay más: María Corina Machado ha expuesto enfáticamente, en reunión de la semana pasada en el IFEDEC dirigido por Eduardo Fernández ante numeroso y expectante público, que considera la más importante iniciativa de Súmate la organización del «congreso federal» de organizaciones de la sociedad civil. En efecto, se trata de una iniciativa valiosísima la recopilación de múltiples quejas y necesidades, así como de soluciones formuladas por centenares de organizaciones no gubernamentales, en una amplia extensión a escala nacional de lo que es una suerte de «Coordinadora Democrática» sin los partidos. Este acervo puede ser de enorme utilidad a un futuro gobierno, sobre todo si Súmate computase el costo global que tomaría la satisfacción de las necesidades de las que hace inventario. Esta claridad de foco, por otra parte, anularía aviesas interpretaciones que sostienen que la insistencia de Súmate en la realización de primarias no es sino un medio de insertarla en papel protagónico en el año electoral de 2006, pues sin esta participación estaría ausente de su calendario. De más está decir, por otra parte, que la significativa construcción de ese «congreso federal», no sustituye una necesidad pendiente: la de fundar una nueva organización política que sostenga el esfuerzo más allá del 3 de diciembre, y que más que una organización de organizaciones debe ser, por la calle del medio, una organización de ciudadanos.
En resumen: doctorpolítico reformula para traer un récipe plus, reforzado. La dupla Petkoff-Borges. No sería ya una candidatura única, sino una fórmula unitaria, a la que deberán apoyar los restantes candidatos y, con generosidad y sin afán protagónico, todas las fuerzas políticas, que pueden aportar su organización desde posiciones discretas y la retaguardia. Tal cosa haría innecesaria la celebración de elecciones primarias, ahorrando su costo colosal en condiciones que aconsejan la concentración de recursos en la campaña frente al presidente incumbente, mucho más rico, y presentaría al país una opción de calidad y fuerza extraordinarias, perfectamente capaz, en virtud del obvio sentido político que contiene, de avivar el entusiasmo y proporcionar la esperanza que necesitamos.
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