Por estos días la noticia más notable del campo opositor ha sido la tirada de toalla por parte de Súmate. Argumentando que la indefinición de ciertos candidatos y el paso inexorable del tiempo ya no permiten cumplir el cronograma técnico que pensaba cumplir, la «organización de ciudadanos» ha declarado que no se ocupará de la realización de elecciones primarias para determinar un candidato único de oposición. Alejandro Plaz leyó un comunicado de la organización que explica: «Las primarias que aspiraban y esperaban los ciudadanos, las que se merece todo el país después de tanta frustración y desconfianza en el sistema electoral venezolano, ya no son posibles». También, con un dejo de amargura en la voz, resolló por la herida: «Todo el país conoce quiénes son los que han trabajado en favor del mecanismo de las primarias y quiénes no, nosotros no queremos hacer señalamientos y atribuir responsabilidades». Es decir, habría «culpables», pero no hace falta que Súmate diga: «Reconócelos, pueblo».
¿Quiénes son? Los del trío BPR, Borges, Petkoff, Rosales, pues los candidatos menores se pronunciaron todos a favor de la realización de primarias, poniendo su confianza en Súmate, a excepción de Roberto Smith, que desde un principio expresó su desacuerdo con claridad. (No debe sorprender a nadie que Vicente Brito o Cecilia Sosa quisieran primarias, pues al menos así vivirían su cuarto de hora de notoriedad, que por su propia cuenta y riesgo les estaría negado).
Es cierto que Julio Borges se mostró como el más convencido de la idoneidad de las elecciones primarias. El año pasado había propuesto, incluso, que tales elecciones se celebraran el 19 de abril de este año. Vivian Castillo reportaba en El Universal el 30 de diciembre de 2005: «La celebración de unas elecciones primarias para escoger un candidato único legitimaría la alternativa opositora, según afirmó Julio Andrés Borges, candidato presidencial y coordinador nacional del partido político Primero Justicia…. Reiteró que unas primarias serían una extraordinaria manera de lograr la expresión de la gente, ‘que el ciudadano diga—entre la constelación de grupos que hay—: nosotros queremos que el capitán sea éste, que el equipo sea este grupo o esta coalición’, dijo».
Pero tan sólo dos meses después ya había bajado su entusiasmo. América Económica le entrevistó el 24 de febrero de este año, y Alba Gil le preguntaba: «Usted propuso celebrar unas elecciones primarias el próximo 19 de abril. ¿Cree que esa fecha y este método se puede mantener?» En esta ocasión dijo Borges: «Ya no hay tiempo para eso. Lo cual no quiere decir que este proyecto no se pueda llevar a cabo. Las fuerzas políticas de la oposición podemos y debemos alcanzar un acuerdo y participar en las elecciones de diciembre. No es necesario realizar un proceso electoral para elegir a un candidato. Con el diálogo podemos llegar a un consenso». Estaba claro que algo le había hecho variar de opinión. Más recientemente, sin embargo, había vuelto al redil de las primarias.
El villano favorito sería Petkoff, pues de los tres fue quien se mostrara más reacio a la realización de primarias. Ayer dijo en la Universidad Católica Andrés Bello que la decisión de Súmate había sido unilateral, al recordar el grupo que se había formado con participación de Súmate, Queremos Elegir y el Grupo La Colina, junto con los representantes de los candidatos. Dijo así a los estudiantes en La Vega que lo escuchaban: «Recuerden que las primarias eran uno más de los métodos previstos y, aun más, el último recurso. Súmate tiró la toalla, su decisión es respetable, pero si es necesario hacer primarias, si los hombres que quieren y tienen la capacidad de llevar las riendas de este país por un camino de paz a la democracia no nos ponemos de acuerdo, entonces iremos a primarias. Y eso será en el momento apropiado, el momento que nos convenga a nosotros, no el que quiera el Gobierno». (Por supuesto, tampoco en el momento que Súmate quiera imponer. Pero Petkoff salía al paso de declaraciones de José Vicente Rangel, convertido desde hace rato en consejero gratuito e inoficioso de la oposición. El Vice había dicho que la retirada de Súmate era una buena noticia para «el sector democrático de la oposición», y opinó que todo lo que estaba «tutelado» por la ONG era «desorientador» ).
El más ambiguo del trío es Manuel Rosales. Todavía, por una parte, deshoja la margarita de la candidatura—a pesar de aparecer de primero entre los tres en la mayoría de las encuestas—y por la otra produjo unas declaraciones en las que sugiere que las primarias pudieran todavía realizarse el 13 de agosto si no el 6, como era la idea de los sumateros. Pero también indicó (según reporta El Universal) que «el método de la consulta conducirá a la oposición por un solo camino. Ya el pueblo de Venezuela está tomando un rumbo y sus calles y su expresión y su manifestación es la de seleccionar a un candidato para que sea el nuevo Presidente de Venezuela». Y rubricó del siguiente modo: «La manifestación de toda Venezuela es que ya hay un candidato nacional que se está perfilando y ese candidato será el próximo Presidente de Venezuela. Ustedes saben quién es ese candidato». No parece probable que se refiera a ninguno de los otros miembros del triunvirato, pero ya le pedirán sus compañeros de trinidad, mañana viernes en Maracaibo, alguna explicación de la críptica frase y su aparente alineación a favor de las primarias.
Por ahora, pues, los disparos de los primaristas apuntarán a Petkoff, que es quien se ha atrevido a hablar más claro y más raspado. A la postre, tal vez sea Borges el más castigado, al endilgársele un presunto doble juego: en apariencia proclive a la realización de primarias, en la práctica coaligado con Rosales y Petkoff en un esfuerzo por disminuir el protagonismo monopólico que Súmate parecía querer ejercer, como única dueña del ring de boxeo candidatural.
En todo caso, Súmate pareciera demostrar que, al menos en este punto, carece del staying power (poder para resistir o permanecer) necesario para defender su posición, al retirarse unilateralmente del concierto primario después de que unilateralmente lo hubiera propuesto y tenido como su propiedad. Cuando el trío BPR emitió el comunicado que amarraba a Súmate junto con el Grupo la Colina y Queremos Elegir, la primera de las organizaciones nombradas atinó a apuntar que el acuerdo tripartito era una desconsideración de los demás aspirantes opositores, pero ahora es Súmate la que, sin considerar a los pares que aceptó a regañadientes, declara que no participará en la organización de las primarias.
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En 1972 exhibieron en Caracas una rara e interesante película que se llamaba «La tienda roja». La cinta fantaseaba sobre la aventura de una expedición italiana hacia regiones árticas inexploradas que dirigía el general Umberto Nobile. Un grupo de expedicionarios voló con él en un dirigible que se estrelló en un inhóspito y desolado paraje. Allí los sobrevivientes pudieron radiodifundir señales de emergencia y pedir auxilio. Tres intentos de rescate, contaba la película, fueron un rompehielos ruso que no pudo llegar a alcanzarlos, la solitaria y trágica figura del noruego Roald Amundsen que se acerca en su trineo y muere en la búsqueda, y, finalmente, un piloto alemán que llega hasta el sitio del accidente en un avión biplaza. Esta circunstancia significaba que podría salvarse uno de los sobrevivientes, pues el aeroplano sólo tenía puesto para una persona más. Quien se salva es Nobile, dejando atrás a sus compañeros, abandonados a una muerte prácticamente segura.
La historia sigue, muchos años más tarde, en el salón de la casa de Nobile, ya viejo. Es de noche y le visitan sus fantasmas. Su conciencia proyecta en la sala la imagen de Amundsen, la del piloto alemán, la de un grumete de la expedición que iba a casarse con la novia a quien adoraba… Es un terrible tribunal que le acosa y le pregunta por qué eligió salvarse él y no salvó a cualquier otro. Nobile responde y se defiende: «Mis influencias como general servirían para organizar una partida de salvamento. Ningún otro hacía más probable el rescate posterior de todos los que quedaban. Me salvé para salvar a los demás».
La discusión prosigue hasta que el fantasma de Amundsen lo emplaza: «Nadie hace nada por una única razón. Siempre hay más de una razón. Pero hay una que en última instancia es la que definitivamente inclina la balanza. ¡Nobile! ¿Cuál fue esa razón para ti? ¿Cuál, entre tantas, fue la que inclinó la balanza hacia tu propia salvación?» El general calla por un momento, sin más recurso que la sinceridad, y exclama: «¡Yo pensaba en un plato de sopa caliente y en una bañera y en una cama en que dormir al abrigo del viento!»
¿Cuál sería la sopa caliente de Súmate? La gente presenta a veces las renuncias con la esperanza de que no les sean aceptadas. Cuenta Manuel Vicente Magallanes—en el tomo tercero de su «Historia Política de Venezuela»—que Antonio Leocadio Guzmán, bajo la jefatura de José Tadeo Monagas, renunció a la Vicepresidencia el 18 de abril de 1849 para estar libre de candidatearse a la Presidencia. Y dice Magallanes: «Pero no contaba Guzmán con que Monagas iba a resultar mejor actor que él. Con el mismo gesto teatral, pero sin soberbia, el Presidente presenta su renuncia dos días después… En total de cuentas Monagas da una severa lección a Guzmán y le desbarata la maniobra a que lo había llevado la impaciencia. Naturalmente, el Congreso rechazó las dos renuncias y Guzmán tuvo que aceptar sin ninguna otra salida la incomodidad y el peso de la subalternidad».
No hay un congreso ante el que Súmate podía renunciar, pero tal vez haya contado con que una multitudinaria manifestación de electores le exija su regreso. Es más probable, no obstante, que su sueño protagónico, el de king maker que seleccionaría al candidato único y le impondría el papel—en sentido literal: un compromiso firmado en papel—de adalid de las condiciones electorales limpias, hubiera sido disipado desde que los «tres grandes» le impusieran actuar en otro trío, esta vez meramente técnico, con otras dos asociaciones, Queremos Elegir y el Grupo La Colina. Al pretexto del cronograma se le ven las costuras. Si haber rebasado la fecha del pasado domingo significa que las primarias no podrían celebrarse el 6 de agosto ¿cómo es que no caben una o dos semanas después, cuando todavía sería posible inscribir una candidatura ante el Consejo Nacional Electoral el 24 de ese mes?
Pero Súmate sin primarias puede resultar peligrosa. Alejandro Plaz también indicó que su organización continuaría «haciendo todo lo que esté a su alcance… por la indoblegable lucha democrática por unas elecciones limpias». Súmate podría sumarse definitivamente a la prédica abstencionista, que en cabeza de no pocos opositores es lo que habría que hacer, en busca de una «crisis de gobernabilidad» que teóricamente daría al traste con el actual gobierno. A fin de cuentas, ya promovió sibilinamente la abstención del pasado 3 de diciembre, y no fue poco lo que tuvo que ver con la del 30 de octubre de 2004, con la prédica de un fraude electrónico que nunca pudo demostrar. A favor de esta tesis de la crisis de gobernabilidad parecieran trabajar temores expresados por Jesse Chacón: que el gobierno desconfía de acordarse con la oposición sobre unas condiciones electorales aceptables para que a última hora se retire el candidato opositor. También ayuda a calentar las cabezas la extraña iniciativa de Carlos Escarrá, quien ha sugerido una «relegitimación» de la Asamblea Nacional, porque ésta fue formada en elecciones con una gigantesca abstención.
Debe anotarse, para ser justos, que Plaz señaló igualmente que Súmate «seguirá haciendo todo lo que esté a su alcance para propiciar la plataforma de unidad nacional», y exhortaba a los candidatos a «la proclamación de un candidato de unidad». ¿Tendrá autoridad moral para exigirla cuando ahora es ella la que se retira de un esquema unitario para actuar por su cuenta?
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