Fichero

LEA, por favor

Entre 1994 y 1998 el suscrito escribió y publicó un informe mensual sobre temas de política nacional, cuyo nombre era referéndum. Se presentaba como publicación de «análisis, interpretación y proposición» política. Era, si se quiere, la precursora de la Carta Semanal de doctorpolítico, cuando aún no existían las enormes facilidades que la Internet presta a la comunicación.

El primero de los números, aparecido en febrero de 1994, contenía como artículo principal el trabajo «Los rasgos del próximo paradigma político», una elaboración más desarrollada sobre conceptos adelantados formalmente nueve años antes, exactamente en febrero de 1985. Previamente, había diagnosticado que la «insuficiencia política» venezolana se debía no tanto a la presunta maldad de nuestros políticos, sino a su «esclerosis paradigmática». Así conté el asunto en KRISIS: Memorias Prematuras (Ex Libris, 1986), al relatar una reunión de comienzos de 1984:

«La primera parte de la exposición versó sobre mi teoría de la crisis paradigmática de la política venezolana. Tomé prestado ese agobiante término de las teorías de Tomás Kuhn sobre la evolución de la práctica científica. (La primera vez que empleé el término en público para referirme a un proceso venezolano fue en la reunión del «grupo Santa Lucía» en las Islas Bahamas, donde hablé de un «paradigma jurídico-militar»: desde la Primera República habían sido presidentes de Venezuela personas adiestradas en el dogmatismo de nuestro derecho latino deductivista o personas del campo militar, muy imbuidas de una forma catequística de pensar. Era notoria la excepción del médico José María Vargas, quien de todos modos no había durado mucho en el cargo. Más tarde la nueva excepción sería Jaime Lusinchi. Luego, y simultáneamente con personas como Ignacio Ávalos y Marcel Antonorsi, utilicé la expresión a mi paso por la Secretaría Ejecutiva del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, entre 1980 y 1981. Allí me referí a los «paradigmas» que soportaban las políticas científicas venezolanas y latinoamericanas). Tomás Kuhn se había dado al estudio de las revoluciones en la ciencia. De sus investigaciones concluyó que el desarrollo histórico de la ciencia podía entenderse como la sucesión de épocas en las que dominaba un cierto paradigma, una cierta concepción o teoría general, a las que una revolución o crisis del paradigma central ponía fin con la introducción de un paradigma distinto y más completo. Newton destronando a Aristóteles para ser destronado a su vez por Einstein. Un fenómeno análogo, argumenté, se estaba produciendo en política. Las concepciones fundamentales que daban sentido a la acción política de nuestros partidos ya no servían ni siquiera para describir la realidad social, afirmación que me apresuré a justificar. Esto significaba que era de crucial importancia el desarrollo de un nuevo enfoque de lo político y que a la vez, por no tratarse de un desarrollo académico, era asimismo importante que un movimiento social fuese el portador del nuevo paradigma. Si un movimiento existente quería asumir ese papel sería necesario que sufriera grandes cambios, inclusive cambios traumáticos, pues lo necesario era nada menos que sustituir el marco ideológico ya obsoleto por una nueva plataforma conceptual. Tales cambios llevarían implicadas modificaciones profundas en la estructura y modo habituales de conducirse del partido o movimiento que pretendiera ser el portador de las nuevas concepciones».

La Ficha Semanal #109 de doctorpolítico reproduce una sección—La metáfora cortical—de Los rasgos del próximo paradigma político, el trabajo de febrero de 1994.

LEA

Metáfora cortical

Resulta científicamente válido estudiar la arquitectura de los sistemas biológicos para obtener claves que orienten el diseño de sistemas políticos viables. Desde la emergencia de la cibernética como cuerpo teórico consistente ha demostrado ser muy fructífero el análisis comparativo de sistemas de distintas clases, dado que a ellos subyace un conjunto de propiedades generales de los sistemas. El descubrimiento de la «autosimilaridad», en el campo de las matemáticas fractales, refuerza esta posibilidad de estudiar un sistema relativamente simple y extraer de él un conocimiento válido, al menos analógicamente, para sistemas más complejos. Esto dista mucho de la ingenua y ya periclitada postura del «organicismo social», que propugnaba una identidad casi absoluta entre lo biológico y lo social. Con esta salvedad, vale la pena extraer algunas lecciones del funcionamiento y la arquitectura del cerebro humano, el obvio órgano de dirección del organismo.

Para comenzar, el cerebro humano, a pesar de constituir el órgano nervioso más desarrollado de todo el reino de lo biológico, no regula directamente sino muy pocas cosas. Más específicamente, la corteza cerebral, asiento de los procesos conscientes y voluntarios de mayor elaboración, sólo regula directamente los movimientos de conjunto del organismo, a través de su conexión con el sistema músculo-esquelético. La gran mayoría de los procesos vitales son de regulación autónoma (muchos de ellos ni siquiera son regulados por el sistema nervioso no central, o sistema nervioso autónomo). La analogía con lo económico es inmediata. La economía, según la observamos, tiende a funcionar mejor dentro de un ambiente de baja intensidad de regulación.

La corteza cerebral puede emitir órdenes incuestionables al organismo… por un tiempo limitado. Puede ordenar a los músculos respiratorios, por ejemplo, que se inmovilicen. Al cabo de un tiempo más bien breve esta orden es insostenible y el aparato respiratorio recupera su autonomía. Este hecho sugiere, por supuesto, más de una analogía útilmente aplicable para la comprensión de la relación entre gobierno y sociedad.

Más aún, es sólo una pequeña parte de la corteza cerebral la que emite estas órdenes ineludibles. (La circunvolución prerrolándica, o área piramidal, es la única zona del cerebro con función motora voluntaria, la única conectada directamente con los efectores músculo-esqueléticos). La corteza motora, la corteza de células piramidales, abarca la extensión aproximada de un dedo sobre toda la superficie de la corteza cerebral.

Un tercio de la corteza restante es corteza de naturaleza sensorial. A través de los cinco sentidos registra información acerca del estado ambiental o externo; a través de las vías sensoriales propioceptivas se informa acerca del estado del medio interno corporal.

La gran mayoría de la superficie cortical del cerebro humano es corteza asociativa. Emplea la información recibida por la corteza sensorial, coteja recuerdos almacenados en sus bancos de memoria, y es la que verdaderamente elabora el telos, la intencionalidad del organismo humano. Es interesante constatar este hecho: en la corteza cerebral hay más brujos que caciques.

En cambio, en nuestro aparato político la participación de actores de tipo asociativo es muy reducida, a pesar de que cada vez su necesidad sea mayor. (Úslar y Liscano, en los artículos citados en la introducción de este estudio, no estaban pidiendo caciques, ni conciliadores de intereses. Estaban expresando la necesidad de la asociación de ideas políticas, de la invención política). A fines de 1991, el presidente Pérez, no sin razón, se quejaba de las críticas a su «paquete» económico y retaba: «Bueno, si no es éste el paquete ¿entonces cuál es el que debemos aplicar?»

COPEI recogió el reto, anunciando que en breve presentaría un «paquete alternativo». La presentación anunciada se produjo a mediados de febrero del año siguiente, un tanto retrasada por los acontecimientos del día 4. La formulación alternativa consistió en propugnar una «economía con rostro humano» y en la proposición de constituir un «consejo consultivo» que debiera proponer soluciones. Como recogió el punto un periodista local, «En síntesis, el Dr. Fernández ha propuesto que otros propongan».

En el fondo, la proposición del consejo consultivo va en la dirección correcta. El político convencional se ocupa del exigente proceso de la conciliación de intereses, del delicado asunto piramidal de emitir instrucciones, y no tiene ni el tiempo ni el adiestramiento requerido por una función de corte asociativo. Que el Consejo Consultivo nombrado con alguna resistencia por el presidente Pérez no haya tenido mucho éxito se debe a otros factores. Por un lado, a la enorme presión y al acusado grado de inestabilidad del régimen en esos momentos, cuando la natural reacción del Presidente era la de sostener sus puntos de vista so pena de pérdida de autoridad. Por el otro, al método y al concepto empleados en la operación y la composición del consejo mismo. Se trató de un cuerpo de acción temporal que se dedicó a ensamblar una lista inorgánica de medidas puntuales, mediante el expediente de entrevistarse con un número reducido de notables personalidades de la vida nacional. Todavía el presidente Velásquez, que había formado parte del Consejo Consultivo de 1992, creyó que ésa era una fórmula correcta y que debía incluso ampliarla. Así, a las pocas horas de asumir la Presidencia de la República, anunció la formación de «cuatro o cinco» consejos consultivos—nunca fueron creados—e indicó su esperanza de que los futuros miembros de los mismos dedicaran un tiempo importante a su labor, «al menos unas dos horas semanales».

La necesidad de una «corteza asociativa» del Estado venezolano es evidente, pero su espacio debe ser determinado como permanente, y su composición y métodos establecidos según lo conocido ahora en materia de la disciplina denominada policy sciences (ciencias de las políticas, no ciencia política), luego de varias décadas de elaboración conceptual y metodológica a este respecto. He aquí un campo para que Venezuela logre distinguirse como pionera, a nivel mundial, en un rediseño de la arquitectura del Estado que aloje de modo permanente y adecuado, la función asociativa de la generación de políticas.

LEA

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