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Eric Voegelin (1901-1985) es descrito comúnmente como filósofo político, aunque su docencia, tanto en Europa como en los Estados Unidos, era ejercida en el reino de la ciencia política. Es tal vez más correcta la primera descripción, y en verdad podría decirse más bien que era un filósofo que se ocupaba de la política. A su consideración llevaba sus estudios de la historia y la conciencia de la humanidad y, muy especialmente, su cultura en materia religiosa.
Nacido en Colonia, recibió su educación superior en humanidades en la Universidad de Viena, de cuya facultad de Derecho llegó a ser profesor de ciencias políticas. En 1938 huyó del nazismo para residenciarse en los Estados Unidos, país del que él y su esposa se hicieron ciudadanos. Seguramente su vida corría peligro, pues en el año del ascenso de Adolfo Hitler al poder (1933), publicó obras críticas del racismo nazi. En 1958 recibió el señalado honor de la cátedra de ciencia política en la Ludwig-Maximilians-Universität de Munich, cargo que había estado vacante desde la muerte del gran Max Weber en 1920.
La Ficha Semanal #122 de doctorpolítico es muy breve, y está construida con los párrafos introductorios y la conclusión de su trabajo Sobre debate y existencia, publicado en 1967 en The Intercollegiate Review desde Filadelfia. Versa sobre la dificultad de debatir racionalmente con personas imbuidas de una ideología (una «segunda realidad»), dado que sus supuestos gnoseológicos no son los convencionales. En la introducción enuncia este problema, y al final declara que las ideologías son una enfermedad que debe ser curada médicamente.
En el texto emplea el término «noético», que se refiere en términos generales a lo intelectual e intuitivo, y en sentido técnico (Husserl) al acto intencional de la conciencia. Una vez establecido el problema, en el trabajo se remonta hasta Santo Tomás de Aquino para describir su debate contra los paganos en la Summa Contra Gentiles, lo que lo lleva a referirse a Aristóteles y Platón, así como luego a Leibniz y Heidegger. Como puede verse, es lenguaje de filósofo, y el estilo de Voegelin fue modelo de lo abstruso. Según él, si el problema a discutir era difícil un estilo difícil era lo indicado, para advertir al lector que debía tener cuidado. Los trozos escogidos, sin embargo, se entienden con poca dificultad, y más todavía si se sabe que Voegelin es el autor de Die Politischen Religionen (1938), donde señala las semejanzas estructurales entre las ideologías totalitarias como el marxismo y el nazismo, y las religiones.
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Realidad segunda
En nuestra capacidad en tanto científicos políticos, historiadores o filósofos, hemos todos tenido ocasión en un momento u otro de involucrarnos en debate con ideólogos—sean éstos comunistas o de algún credo algo más cercano. Y todos hemos descubierto en tales ocasiones que no se podía alcanzar ningún acuerdo, ni siquiera un honesto desacuerdo, porque el intercambio de argumentos era perturbado por una profunda diferencia de actitud en relación con todas las cuestiones fundamentales de la existencia humana—con respecto a la naturaleza del hombre, a su lugar en el mundo, a su lugar en la sociedad y la historia, a su relación con Dios. El argumento racional no podía prevalecer porque el socio en la discusión no aceptaba como obligante para él la matriz de realidad en la que las cuestiones específicas que conciernen nuestra existencia como seres humanos están enraizadas en último término; él ha cubierto la realidad de la existencia con otro modo de existencia que Robert Musil ha llamado la Segunda Realidad.
El argumento no podía obtener resultados, tenía que desfallecer y extinguirse, a medida que se hacía claro que no era que un argumento se opusiera a otro, sino que tras la apariencia de un debate racional acechaba la diferencia de dos modos de existencia, de existencia en la verdad y existencia en la falsedad. El universo del discurso racional colapsa, podemos decir, cuando el terreno común de existencia en la realidad ha desaparecido.
Corolario: Las dificultades del debate conciernen a los fundamentos de la existencia. El debate con los ideólogos es bastante posible en las áreas de las ciencias y la lógica. La posibilidad de debate en estas áreas, que son periféricas a la esfera de la persona, sin embargo, no deben ser tomadas como presagio de la posibilidad futura de que las áreas centrales a la persona (la distinción de Max Scheler de las áreas de la personperiphere y la personzentrale) se moverán asimismo hacia dentro de la zona del debate. Entre los estudiosos de la Unión Soviética existe una tendencia a suponer que el universo del discurso, por los momentos restringido a asuntos y temas periféricos, se expandirá, por virtud del poder irresistible de la razón, para incluir los fundamentos de la existencia. Aunque tal posibilidad no debe ser negada de plano, también debe saberse que no hay evidencia empírica sobre la cual basar tal expectativa. El asunto es de algún interés, porque filósofos del rango de Jaspers se regodean en el supuesto de que hay una comunidad humana que existe al nivel de las ciencias naturales, y de que los científicos forman una comunidad. Esto hace surgir la cuestión filosófica de si es posible establecer al nivel de la ciencia un interés común, y esta es una cuestión que en el presente dista mucho de haber sido pensada por completo.
El fenómeno de la ruptura [del discurso] como tal es bien conocido. Más aún, las distintas Segundas Realidades, las llamadas ideologías, han sido el objeto de extenso estudio. Pero la naturaleza de la ruptura misma, sus implicaciones para el avance de la ciencia, y sobre todo los métodos de tratar esta fantástica situación, no han sido todavía suficientemente explorados.
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Las especulaciones de la metafísica clásica y escolástica son edificios de la razón erigidos sobre la base de la experiencia de la existencia en la verdad; son inútiles en una reunión con edificios de la razón erigidos sobre bases de experiencia diferentes. No obstante, no podemos retirarnos al interior de esos edificios y dejar que el mundo pase, puesto que en tal caso estaríamos descuidando nuestro deber de «debate». El «debate» tiene que asumir, por tanto, la forma de (1) un cuidadoso análisis de la estructura noética de la existencia y (2) un análisis de las Segundas Realidades, tanto en relación con sus construcciones y la estructura que motiva la existencia en la falsedad. El «debate» de esta forma es difícilmente un asunto de razonamiento (aunque sigue siendo asunto del Intelecto), sino más bien de análisis de la existencia que precede a las construcciones racionales; es de carácter médico en cuanto tiene que diagnosticar los síndromes de la existencia falaz e iniciar en su estructura noética, en lo posible, un proceso de curación.
Eric Voegelin
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