Cartas

El año 2007 puede ser mirabilis u horribilis para Venezuela, dependiendo, primero que nada, de la conducta del enjambre ciudadano. A la larga, es el trabajo de sus mujeres y hombres lo que determinará el progreso del país, y esto es así a pesar de los políticos. Claro que lo político será, como siempre, determinante, pero el conjunto de las acciones individuales de los pobladores de la nación hace la mayor masa, la mayor contribución.

Saldado ese punto, hay que decir que la cosa política se ha estado moviendo bastante, aun en estos días que no terminan de ser navideños. Para ocuparnos de lo más notorio, el gobierno ha estado bastante activo. (De todas maneras esta carta se ha ocupado más recientemente de movimientos en el seno de la oposición venezolana).

Como defensor póstumo de Saddam Hussein, el Ministerio de Relaciones Exteriores emitió un comunicado de radical condenatoria a la ejecución del ex dictador iraquí. La fraseología no deja espacio a la duda: el gobierno venezolano considera el ahorcamiento de Hussein “un crimen político producto de la ilegítima ocupación extranjera en esa hermana nación árabe”. Califica la apresurada ejecución—entre la sentencia a muerte y el patíbulo no transcurrieron ni siquiera tres días—como asesinato, y la considera como culminación de un juicio amañado en tribunales impuestos por las tropas invasoras, encabezadas por el ejército de los Estados Unidos”.

He aquí la clave. El grotesco evento da pie a la retórica antinorteamericana del gobierno de Chávez, que propone una sugestiva comparación: “Al ex presidente de Irak se le acusó por la muerte de alrededor de 150 personas, y por ello fue llevado a la horca. Pero la ocupación militar del territorio iraquí, ordenada por el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, ha ocasionado la muerte de decenas de miles de ciudadanos de ese país y de más de 3 mil soldados norteamericanos y alrededor de 20 mil lisiados de guerra”.

Claro que el horror de Hitler no puede justificar los desmanes de Fidel Castro o Augusto Pinochet, y el MRE ignora los cometidos por Hussein, que fueron muchos, incluyendo algunos de carácter verdaderamente genocida. Pero la verdad es que si Hussein merecía la horca—en “civilizaciones” que sostienen la pena de muerte—entonces el presidente Bush debiera ser ahorcado. Aquí no hay guerras justificadas y guerras injustificables; tan condenable es la agresión de Hussein contra los kurdos o contra Kuwait, como la guerra de Vietnam y la invasión de Irak. Es esta verdad la que soporta la argumentación del rojo gobierno que tenemos contra las ejecutorias de George W. Bush.

Chávez, pues, escoge sus amigos: Fidel Castro, el dictador Mugabwe, Ilich Ramírez Sánchez (el Chacal), Saddam Hussein. Para ellos no tiene condena.

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Luego, la escena local ha estado dominada por el affaire RCTV. A pesar de que durante la campaña electoral el presidente Chávez indicó que consideraba someter a referéndum la revocatoria de la concesión de señal abierta de televisión al grupo de empresas 1BC—por las viejas siglas YV1BC que identificaban a la pionera Broadcasting Caracas—ahora declara que la decisión de no renovar esa concesión está tomada y es irreversible.

El Ministro de Información, William Lara, ha explicado que el gobierno se limitará a la aplicación de leyes aprobadas por el Congreso de la época de Jaime Lusinchi, que no se trata de expropiación y que el grupo 1BC es golpista y el “partido político” de Marcel Granier. Refiriéndose directamente a declaraciones de éste, le incita a mostrar las credenciales que asegura tener, y que sostendrían el derecho de explotación de la frecuencia asignada en la banda VHF hasta, dice Granier, el año 2020. (Uno menos del habitual horizonte reeleccionista de Chávez).

Claro que la tirria contra Granier no es nueva. Sin olvidar que éste estuvo entre quienes procuraron por todos los medios que Chávez no alcanzara el poder en 1998, el mandatario mostró el tramojo muy temprano. Fue en el mismo mes de enero de 1999, recién encaramado en su cargo presidencial. Chávez hacía su primera alocución televisada desde el Salón Ayacucho de Miraflores, con asistencia de los más conspicuos representantes de lo que antaño se llamaba “las fuerzas vivas”. Marcel Granier se encontraba presente en el salón mientras Chávez, inicialmente “razonable”, aseguraba que el gobierno tenía un exceso de automóviles, naves y aeronaves, y que un espíritu de correcta austeridad aconsejaba que se liquidaran las unidades innecesarias. En particular se refirió a ciertos automóviles costosamente blindados. Entonces se dirigió específicamente a Granier para decirle: “Marcel, a lo mejor tú puedes estar interesado en comprarte uno de ésos”. La cámara de televisión se posó sobre el demudado e incómodo rostro de Granier, quien no sabía si el presidente aludía a su conocida afición por los autos o si estaba sugiriéndole que su vida corría peligro y le convenía protegerla tras un blindaje. En cualquier caso, se trató del primer aviso.

Ahora, pues, las horas de RCTV están contadas. En el mes de mayo, según las cuentas gubernamentales, su concesión de señal abierta expira inexorablemente. (Lara, magnánimo, aclaró que las empresas 1BC pueden continuar tramitando ante CONATEL una solicitud de televisión por cable que tienen introducida ante el organismo rector de las telecomunicaciones, y que naturalmente pueden usar sus equipos para la producción de “enlatados” que vendan al exterior, telenovelas y cosas así). No es de esperar que prospere ante el Tribunal Supremo de Justicia una acción defensiva por parte de 1BC; los defensores de RCTV serán la ineficaz instancia de derechos humanos de la OEA y los previsibles colegas de la Sociedad Interamericana de Prensa. Ah, y Manuel Cova desde la Confederación de Trabajadores de Venezuela. Desde que Chávez sugiriera que el cardenal Urosa, que había recomendado reconsiderar la decisión, estaba mal informado, ya no le quedarán ganas de opinar de nuevo sobre este asunto.

No se transmitirán más Primer Plano y el Concurso Millonario, pues RCTV, como Hussein, va a la horca. Los demás canales procurarán alinearse, como notoriamente lo ha hecho ya Venevisión, con esta “Quinta” República.

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Finalmente, cuarenta y ocho horas después de los saludos de Año Nuevo, Chávez ha anunciado los primeros movimientos de bull-pen que tiene preparados. Nada menos que su Vicepresidente Ejecutivo—el tercero tras la nunca bien recordada Adina Bastidas y Diosdado Cabello—José Vicente Rangel, se ha quedado sin oficio. (¿Estará interesado Rangel en la frecuencia de VHF que quedará sin dueño?) En su lugar ha colocado ya a Jorge Rodríguez, mientras compensa al defenestrado Marciano con una “carta emotiva”.

Rodríguez, sabemos todos, ha servido bien a la causa desde el Consejo Nacional Electoral, primero como el más destacado de los rectores del organismo, luego como su Presidente, una vez que el muy sobrevenido Dr. Carrasqueño fuera solicitado para el Tribunal Supremo de Justicia, en reconocimiento por sus dilatados méritos de jurista. Fue Rodríguez quien presidiera el Poder Electoral mientras transcurrían las difíciles circunstancias del referendo revocatorio de 2004. No hay duda de que es inteligente y hábil, y está provisto de las credenciales de hijo de algún mártir revolucionario. Es bastante más joven, por lo demás, que José Vicente Rangel. Con ocasión de anunciar su nombramiento—que ha comenzado a ejercer de inmediato—Chávez expresó su esperanza de que le auxilie “a luchar por los objetivos de esta nueva etapa, contra el burocratismo, la corrupción y la ineficiencia”. (Clodovaldo Hernández escribiendo en El Universal). Son los objetivos que señalara en su discurso triunfal de la noche del pasado 3 de diciembre. (Pero también “todos estos cambios” son para ayudar al “desarrollo económico rumbo al socialismo, rumbo al socialismo”, según reportó Globovisión).

Dentro de “todos estos cambios” otro destituido ha sido el muy vapuleado Jesse Chacón, quien abandona el Ministerio del Interior y Justicia en manos de nadie menos que el famoso diputado Pedro Carreño. Tal vez ya se haya curado, pero Carreño alcanzó su máxima notoriedad cuando asegurara—por mitomanía, mentira flagrante o defectuosa información—que Vladimiro Montesinos, otrora policía máximo de Alberto Fujimori, había sido muerto en alguna base naval peruana, mientras en realidad se había refugiado en Venezuela. Así le aseguraban sus fuentes más confiables. Éste es, pues, el personaje que ahora velará por nuestra seguridad y por el imperio de la justicia.

Vienen más cambios, sin duda, aunque algunos permanecen en sus apetecibles puestos. Uno entre éstos es Rafael Ramírez, el ministro-presidente del discurso rojo rojito en PDVSA. Pero también vendrán purgas.

Consolidado en el poder tras las recientes elecciones, Chávez tiene que mostrar ahora que va en serio contra la corrupción, a la que machaconamente ha declarado la guerra últimamente—al menos de la boca para afuera. (En el acto de su proclamación como candidato presidencial, el año pasado, indicó que se ofrecía al pueblo para “continuar luchando contra la corrupción”, como si el resultado de esa lucha fuera conocido). Aquí aprovechará, entonces, para montar un circo con dos o tres espectáculos notorios, y entre éstos, se asegura, habrá algún castigo a viejos culpables de la “Cuarta” República, pero también freirá en aceita la cabeza de algún compañero de ruta. Así demostrará que tiene guáramo, que no se le enfría el guarapo.

Lleva ya ocho años mandando, y aunque parece contar con una psicología convenientemente olvidadiza, en su fuero íntimo sabe que no ha resuelto problemas fundamentales que desde su inexperiencia de revolucionario de palco creyó sencillísimos. Ya sabe que por comportamientos muy similares, por ineficacias muy parecidas, creyó una vez que era justo y heroico levantarse contra los poderes constituidos. Esto es, que si Pérez se hubiera comportado como él lo hace, en tanto Chávez golpista se hubiera alzado contra sí mismo.

LEA

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