Un debate crucial—así lo calificó el propio presidente Bush—se produce en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. Está centrado sobre el sensitivo tema de la guerra en Irak y, más específicamente, sobre el financiamiento de un aumento de tropas estadounidenses en ese país, que el gobierno federal ha predicado sobre la base del control de la miniguerra civil que por estos días aflige a los iraquíes.
Más de un representante republicano ha saltado la talanquera para alinearse con la crítica postura de los demócratas. Ric Keller, representante republicano por Florida, echó mano de metáforas domésticas: “Imagina que tu vecino rehúsa cortar su grama y la maleza le llega a la cintura, así que decides podar su jardín cada semana. El vecino nunca te agradece, te odia, y a veces saca un revólver y te dispara. Bajo estas circunstancias ¿debes seguir podando su grama por siempre? ¿Envías cada vez más familiares tuyos a cortar su grama? ¿O le dices a ese vecino, mejor te empeñas y cortas tú mismo tu grama, o habrá para ti serias consecuencias?” No hay ambiente en el Congreso de EEUU para aumentar el contingente de tropas en Irak.
Bush, hablando ante el American Enterprise Institute, expuso más coherentemente su propia posición: “Ésta puede ser la primera vez en la historia del Congreso de los Estados Unidos que se vote enviar un nuevo comandante a la batalla y luego se vote para oponerse a su plan, el que es necesario para tener éxito en esa batalla”.
Poco antes, Vladimir Putin pronunció un discurso lleno de acerbas críticas contra la política exterior de los Estados Unidos. Desde la época anterior a Gorbachov no se escuchaban palabras de tan fuerte y amplia censura. Entre otras cosas, Putin dijo lo siguiente: “Un Estado, los Estados Unidos, han sobrepasado sus fronteras nacionales en toda manera… Esto está alimentando una carrera armamentista de países con el deseo de obtener armas nucleares”. Es obvia la alusión al caso de Irán, y es en el Oriente Próximo donde Rusia tiene más posibilidad de molestar los designios estadounidenses, sea mediante el suministro de armas a estados beligerantes en la zona o, simplemente, buscando la afirmación de los precios del petróleo, como probablemente procurará Putin en próxima visita a Arabia Saudita. A los rusos no les interesa que los saudis aumenten su producción.
Una buena noticia: el acuerdo con Corea del Norte, que depone sus planes de armarse nuclearmente para obtener alimentos y energía que necesita con urgencia. Una mala noticia, que el gobierno norteamericano dice tener seria evidencia de armamento transferido desde Irán a Irak. Ahora aumentará Bush las tropas de su país en Afganistán, ostensiblemente en anticipación del recrudecimiento de ataques talibanes al término del invierno. La presencia militar norteamericana en la zona no se reduce; aumenta marcadamente. Que no se le vaya a ocurrir a Bush emprender ahora una guerra contra Irán, como forma de escapar al cerco que parecieran tenderle los demócratas de su país.
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