LEADespués dicen que los habitantes de las zonas tropicales somos de clase moral inferior, y que se nos debe imponer—to the natives—la civilización, la democracia y el mercado; si es posible, con la asesoría de Moisés Naím.

El gobierno presidido por George W. Bush no sólo permite y protege la actuación de su cercana Halliburton en Irak; no sólo sostiene a un Fiscal General, Alberto Gonzales, que dirigió el despido de subalternos porque su lealtad partidista estaba en duda (un Rafael Ramírez cualquiera, pues); no sólo forzó—y ahora perdió—la embajada de John Bolton en la ONU, la organización objeto de sus críticas; sino que ahora defiende sin remilgos a Paul Wolfowitz, el autor de las más inhumanas estrategias bélicas de los Estados Unidos, en la presidencia del Banco Mundial, en la que lo impuso contra el malestar de muchos otros países.

El señor Wolfowitz llegó al Banco Mundial como líder de una cruzada contra la corrupción en los gobiernos del mundo. En prosecución de tal política cerró líneas de crédito a una media docena de países. (Como la India, por ejemplo, que ahora se escandaliza porque Richard Gere besó públicamente la mejilla de una de sus mejores actrices).

Pero se ha destapado que el mismo señor Wolfowitz, desde su olímpica presidencia, abogó por una ventajosa transferencia de su girlfriend a un cargo en el Departamento de Estado de los Estados Unidos, mientras ella obtenía un jugoso aumento de sueldo igualmente procurado por su novio, puesto que la funcionaria permanece en nómina del Banco Mundial.

El flagrante y farisaico doble estándar ha caído como plomo derretido sobre los empleados y ejecutivos del Banco Mundial, y ya se habla de una “guerra civil” entre quienes quieren la salida de Wolfowitz y quienes prefieren mantenerlo. (Estos últimos son quienes han sido elevados por él a cargos vicepresidenciales, nacionales de países del Próximo Oriente alineados con los Estados Unidos, principalmente).

Ayer, uno de sus segundos, Graeme Wheeler, director gerente de la institución, solicitó la renuncia de Wolfowitz en una sesión extraordinaria de sus más altos funcionarios, y está recibiendo el apoyo de América Latina y Asia del Este y del Sur, según reporta el Financial Times. El señor Wolfowitz respondió que no tenía las más mínimas intenciones de abandonar su cambur.

Claro, cuenta con el muy moralmente elevado apoyo del presidente Bush. Un vocero de la Casa Blanca anunció antes de que se conociera la petición de renuncia: “El Presidente (Bush) tiene plena confianza en el presidente Wolfowitz”.

Es exactamente lo mismo que dijo Bush sobre el asediado Alberto Gonzales, que hoy deberá explicar al congreso de su país el papel que jugó en la cesantía de ocho fiscales norteamericanos, siete de los cuales fueron defenestrados en la navidad de 2006.

Bush, Cheney, Gonzales, Bolton, Wolfowitz… ¡Qué grupito!

LEA

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