Este próximo domingo los franceses elegirán un presidente para su República—también la Quinta—y optarán por alguna de las dos más fuertes candidaturas: la de la socialista Ségolène Royal y la del conservador Nicolás Sarkozy. (Ségo y Sarko, para los íntimos).
Anoche sostuvieron un debate televisado de dos horas y media, que se estima fue observado por la audiencia récord de unos 30 millones de televidentes franceses. Algunos sondeos dan a Royal—Le Monde, por ejemplo—como ganadora de la contienda, pero aun si esto fuera representativo es difícil creer que una sola confrontación pueda producir una migración de más de un millón de votos en favor de la candidata de izquierdas, que ha estado por debajo de la intención de voto a favor de Sarkozy durante las últimas cinco semanas al menos.
Apartando los estilos exhibidos—pragmatismo en Sarko, empatía en Ségo—las agendas expuestas por ambos candidatos no lucieron muy diferentes. Tan sólo difirieron marcadamente en dos puntos: Sarkozy daría un renovado impulso a la energía de origen nuclear, mientras que Royal preferiría energías más «verdes»; esta última «se tomaría un tiempo» para considerar la admisión de Turquía en la Unión Europea, pero su contendor la rechaza frontalmente.
De resto, el debate incluyó los habituales ataques ad hominem, y en esto se mostró Royal más agresiva. Comoquiera que Sarkozy fue muy específico en la descripción de más de una política concreta, Royal logró acosarlo con una simple pregunta: ¿por qué Sarkozy no había implementado esas políticas a su paso por los ministerios del Interior y de Finanzas, cargos que ha ocupado por cinco años en conjunto en el gobierno de Jacques Chirac? Aparentemente fue ese punto el que llevó a una mayoría de los consultados por Le Monde a considerar que Royal había ganado la confrontación. Era, por otra parte, un logro de Royal, que había entrado a la discusión en desventaja teórica, basada en la conocida capacidad de Sarkozy para el debate y la polémica.
Pero un tema brilló por su ausencia durante la discusión: la guerra en Irak. (Tampoco discutieron los candidatos las relaciones de Francia con los Estados Unidos). De esta manera evitaron llevar al patio galo una contaminación proveniente de los problemas en los que se ha metido, casi solo, el muy enredado presidente norteamericano. (Se espera en Inglaterra una importante derrota del laborismo de Blair en inminentes elecciones locales).
Es lo probable que la mayoría de los votos que irían a un disminuido Le Pen, vaya en favor de Sarkozy. La derecha radical nunca ha visto con buenos ojos a Royal. Francia se apresta, en consecuencia, a un viraje a la derecha.
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