LEA, por favor
Hay que ser caradura para afirmar, como lo hacen constantemente el presidente Chávez y sus acólitos, que en Venezuela reina la más amplia libertad de expresión. No hay registro en la historia del país, ni siquiera en épocas de sus peores dictaduras, de tanta y tan prolongada violencia en contra de sus medios de comunicación y sus periodistas, saña alimentada por el propio gobierno en forma mendaz y traicionera.
Ahora ha cometido éste su arbitrariedad más evidente, con su negativa a renovar la concesión a Radio Caracas Televisión. No habían pasado tres minutos del inicio de la transmisión inaugural de TVes, el nuevo canal al servicio del despótico presidente, cuando ya transmitía la imagen y la voz de este ciudadano, con el pretexto de comentar la Copa América 2007. La nueva televisora, dirigida por quien—Lil Rodríguez—en 2000 se airara hasta el límite de la irracionalidad por el cierre de El Diario de Caracas (porque quedaba desempleada)—ahora también en manos proclives al régimen—es obscenamente pro chavista, financiada por empresas públicas que, como Pequivén, anuncian en sus cuñas que son “industrias socialistas”.
Como se lo enrostrara hoy la Unión Europea, no hay justificación para que, a la extinción del lapso de la concesión, se prescinda de una licitación que asignara el uso de la frecuencia ya arrebatada. El gobierno, pues, ha actuado como usurpador, y no posee un ápice de razón justa para adueñarse de otra frecuencia en el espectro—para no considerar la grosera expropiación ordenada por un complaciente Tribunal Supremo de Justicia—cuando dispone de VTV, Vive, Telesur, las arbitrarias cadenas y las arbitrarias cuñas, y la asquerosa y cobarde aquiescencia de Televén y Venevisión. (Anoche, artistas y periodistas de este último canal dieron un magnífico ejemplo de valentía y solidaridad pues, arriesgando su puesto de trabajo, se acercaron hasta los estudios de Globovisión para manifestar su apoyo a RCTV y su disgusto por el cierre de este canal. Gledys Ibarra lo puso sucintamente: “Nos han quitado un pedazo de la lengua”).
La Ficha Semanal de hoy, 29 de mayo de 2007 (#146), reproduce el artículo principal—El enjambre—de una de las primeras Cartas Semanales de doctorpolítico (cuando todavía ni siquiera se llamaban así). Fue un número extra (16A), escrito en la madrugada del 10 de diciembre de 2002, luego de conocer la violenta y extensa acción coordinada de bandas que agredieron un sinnúmero de medios de comunicación privados por todo el país.
Como se verá del texto, el suscrito tenía esperanzas en que la presión del paro de esos días forzaría un cambio político importante, a pesar de no haber estado de acuerdo con su lanzamiento. (Todavía la oposición venezolana estaba muy herida y debilitada a raíz del gravísimo error del 12 de abril de aquel año). Esas esperanzas se vieron frustradas, pero el razonamiento del artículo sigue siendo, creo, esencialmente correcto y vigente.
El cierre de RCTV es un error político garrafal de parte de Hugo Chávez. Ya es notorio el novísimo factor de la protesta. Por primera vez desde que comenzara el despropósito chavista, es la juventud estudiantil la que asume un papel de protagonista. Por ahora se trata de enjambres tranquilos. Pero pudieran africanizarse.
LEA
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El enjambre
Era la Mérida de 1962. Presidía la República Rómulo Betancourt. No hacía mucho que las fuerzas de seguridad venezolanas habían descubierto, en costas del estado Miranda, un desembarco de armas provenientes de Cuba, destinadas a alimentar la subversión en nuestro país. A Betancourt no sólo quiso eliminarlo Rafael Leonidas Trujillo, alias «Chapita», dictadorzuelo brutal y corrupto, sin más ideología que la de su propio provecho, a costa de sangre y de muerte. También Fidel Castro, esta vez un dictador ideologizado en el marxismo, que veía en la incipiente pero promisoria democracia venezolana una amenaza para sus propósitos.
Mérida fue en ese entonces pieza clave de la infancia de nuestra democracia, pues fue en La Azulita, a escasos kilómetros de la ciudad de Febres Cordero, donde comenzó la guerrilla sesentosa venezolana.
Allí, en Mérida, a comienzos de la prodigiosa década de los sesenta, escuchábamos a un experto en el combate político duro; ese que busca el poder por la violencia. Nos explicaba cómo era posible, a un simple cuarteto de terroristas de oficio, provistos de sendos revólveres, disolver una marcha de diez mil manifestantes, en una ciudad con la topografía urbana de Mérida, provocando el caos y la muerte sin herir directamente a nadie.
La receta era sencilla. Cada conjurado, con su revólver, por supuesto, debía apostarse al término de cada calle de una esquina, en cada ramal de una bocacalle de ciudad construida según el patrón que los urbanistas conocen como cuadrícula española. Allí acecharían hasta que el grueso de la marcha llegase a la intersección.
Entonces, y sólo entonces, cada matarife desenfundaría, y uno de ellos haría un disparo al aire. Provocaría, sin duda, una estampida de la gente en la dirección contraria. Entonces dispararía, de nuevo al aire, sin herir persona alguna con la bala, un segundo conjurado. El resultado sería el previsible: la masa humana volvería atropelladamente sobre sus pasos, buscando quizás un curso de escape perpendicular. Pero un tercero haría nuevos disparos al aire desde el polo de la nueva dirección, y al reflujo de la desesperada masa respondería, en eco siniestro, el cuarto pistolero. La manifestación se mataría ella misma, aplastada por sus propios pisotones. Un equipo de cuatro.
En enseñanza menos luctuosa, a quienes nos iniciábamos en el tráfago estudiantil de las universidades, ya habíamos aprendido cómo se boicotea una asamblea de quinientas personas. Sólo es preciso sembrar una decena de agitadores en sitios dispersos de la sala de asamblea. Una rechifla desde un asiento de atrás a la izquierda, el eco en gritos amenazantes desde el centro, la repetición desde asientos delanteros, coreada ahora de nuevo desde atrás y a la derecha. Pandemonio.
La técnica es siempre la misma. No se necesita que sean muchos los revolucionarios profesionales. Basta un pequeño número, bien adiestrado, inmisericorde, violento. Adina Bastidas no necesitó más de una treintena de camaradas de su hijo para sembrar la desazón en la Universidad Central de Venezuela, durante más de un mes. Los tomistas del Rectorado de la UCV, alimentados logísticamente por la propia Vicepresidencia de la República dizque bolivariana de Venezuela, fueron capaces de romper la paz de Los Chaguaramos en contra de la voluntad de decenas de miles de miembros de la comunidad universitaria.
Una treintena de policías aprendió de ese modelo «universitario». O mejor dicho, recibió del dramaturgo el mismo libreto. Prevalidos de la noche tomaron el centro más neurálgico de nuestra policía de metrópoli, y allí aguardaron, seguros del apoyo, hasta que fuera tomada desde arriba por completo. Lo que no pudieron lograr en la UCV lo obtuvieron en la Policía Metropolitana.
¿Por qué se tomó la Policía Metropolitana? Porque el libreto estratégico dice que no es bueno que la PM ande por allí fuera de nuestro control mientras asaltamos a Venevisión, RCTV, Globovisión, Televén, Meridiano, TRT, etc. (Y no queremos olvidar a todos los demás canales, periódicos, estaciones de radio. Rogamos su benevolencia para no desviarnos de la ruta que traíamos. Una relación tal vez parcial de la madrugada se encontrará bajo este texto).
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Si algo está en minoría en Venezuela es la violencia real organizada. La de los ataques de ayer. No son muchos los atacantes. Nunca lo han sido. Y ahora pretenden, luego de las batallas de Cotiza y Maripérez, no ya tomar un buque o una estación de gasolina, sino tomar al ciudadano, que existe en millones.
¿Cuántos cubanos podría traerse? ¿Cuántos sicarios y guerrilleros de Colombia? ¿Cuántas Linas Rones tiene? Tiene, no hay duda, oficiales de estado mayor y de campaña. Rodríguez Chacín, García Ponce, García Carneiro, Diosdado, de un lado; Otayza, Freddy, del otro. Pero muy pocos sargentos como Lina. ¿Por qué ha tenido que multiplicarse Lina Ron en tantas batallas? Porque no hay muchos o muchas como ella. Ni siquiera porque hubieran ochenta círculos peligrosos en Petare, como se afirma. ¿Cuántos petareños podrá tener un círculo? ¿Treinta? Dos mil cuatrocientos en total. ¿Cuántos habitantes tiene Petare? ¿Medio millón?
¿Doscientos contra uno?
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Dictaduras mucho más estrechas que la que Chávez aspira a completar, como la de Reza Pahlavi en Irán, con un estado que era la admiración del planeta por lo eficaz de sus policías, especialmente de su policía política, y amigo de los Estados Unidos, cayó estrepitosamente. Chávez no puede durar eternamente. El castrismo no puede ejecutarse en cámara lenta, porque mucho antes de asegurarse la parálisis del cuerpo social, éste se manifiesta como enjambre, como una eruptiva de incendios simultáneos en tantos sitios que el gobierno de una era totalmente informatizada ya no puede apagar.
Es el enjambre, Presidente, lo que puede perfectamente matarle. No un asesino a sueldo, no un asalto militar. Ud. pudiera morir como Mussolini sin Petacci. Si Ud. continúa en su libreto, y busca dominar a Venezuela como Castro sojuzga a Cuba; si Ud. manda a atacar ahora a una decena de urbanizaciones en Caracas, para aterrorizar las casas de sus enemigos; si Ud. llegare a ordenar una vez que se eche el común delincuente, con la seguridad de resultar impune, sobre los pobladores que le adversan, en alguna persecución de nombre y apellido, sepa que está sellando su suerte.
Las abejas son usualmente inocuas hacia el hombre o las bestias. Pero son letales para el más grande de los animales. Hasta el mayor de los elefantes sucumbe a los mil aguijones envenenados de un enjambre. Como mil hipodérmicas sobre un hombre, cada una de las cuales inocula la milésima parte de una dosis mortal. Ojalá no. Pero si llegara a ser, en desagravio a Bolívar, que su cuerpo colgara de un poste, amoratado, herido de mordiscos y cuchillos, mojado de saliva ajena, desnudo y de cabeza de un árbol de la Plaza Bolívar, Ud. recordará otro árbol señero, al que nunca conoció frondoso, ante el que una vez juró su desatino.
Los fascistas morían a manos de las turbas ciudadanas. No sólo el jefe.
Por eso su derrota no depende de la coordinadora, ni de la gente del petróleo, ni de la iglesia, ni de la banca, ni de los medios, ni de nadie. Si pudiera eliminar, que no puede, cada grupo, cada institución, cada poder, todavía quedaría el poder del enjambre. Lo mataríamos inevitablemente, porque Ud. habría africanizado estas abejas.
Si Ud. quiere salvarse, repliéguese. Retire sus círculos de la calle. Sepárese temporalmente del cargo. No presida la República en diciembre. No diga que no puede porque la Constitución (234) se lo permite. Regálenos veintisiete días de paz. ¿Es mucho pedirle, Presidente? ¿O es que Ud. necesita aniquilar en navidades?
Los otros, los que se pararon, que recuperen ahora en el trabajo, que estarán después más fuertes y centrados.
Tome Ud., Presidente, veintisiete días de retiro. Repase su estrategia y su concepto.
Pero le decimos. También en enero será derrotado. Se lo apostamos. Y eso no lo evitará la muerte de algunos apostadores.
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Relación de medios atacados el 9 de diciembre de 2002
Globovisión, RCTV, Meridiano Televisión y Venevisión, así como los medios del estado Aragua, el diario “El Aragüeño” y el canal regional TVS.
El canal Promar TV, en el estado Lara, también sufrió los ataques de los oficialistas, así como el diario El Impulso de Barquisimeto.
También fueron rodeados el diario El Siglo y El Aragüeño en Maracay.
Los chavistas rodearon y tomaron las sedes de TV Táchira, Radio Valera y Radio San Juan de los Morros en Guárico.
Globovisión Zulia sufrió destrozos en sus instalaciones.
TVO Anzoátegui: estaba cerrada (ellos sólo transmiten hasta las 9 de la noche), sólo destrozos en la fachada.
Fueron atacados simultáneamente en todo el país, todos los medios de comunicación televisivos e impresos.
Desde hace varias horas rodean el Hotel Gran Meliá Caracas.
10 de diciembre de 2002, 3:46 a.m.
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