No se puede tapar el sol con un dedo. Ni siquiera con el enhiesto puño izquierdo de Hugo Chávez en el mitin del 2 de junio en la Avenida Bolívar de Caracas. La repulsa mundial, y la de la mayoría de los venezolanos, al fin de la concesión de televisión abierta que estaba en manos de las Empresas 1BC, es un verdadero chaparrón que no cesa, y no le ha servido al gobierno guarecerse tras los 300 o 500 mil paraguas que logró reunir el sábado pasado con el empleo a fondo de todos sus recursos. (¿No y que se habían inscrito en el PSUV—por cierto de logotipo idéntico al del Partido Comunista de Cuba (ver página web de Luis Tascón)—unos 4 millones de venezolanos?)
La defensa de la arbitraria decisión por parte de los colaboradores del régimen ha sido, por su mayor parte, insultante, agresiva, paranoica y, sobre todo, inconsistente. El periodista Ernesto Villegas, por caso, decía hace unos días por Venezolana de Televisión que si RCTV se preocupaba genuinamente por sus empleados debía ponerlos a trabajar para sacar su señal por cable o por satélite. (En eco de Jesse Chacón, que lleva meses argumentando que RCTV puede hacer justamente eso). ¿En qué quedamos? Una vez que neutralizo a alguien, impidiéndole que distribuya veneno por los ductos de aire acondicionado, ¿cómo es que no tengo inconveniente en que lo administre con aguja hipodérmica?
Es así como el gobierno ha perdido la batalla de la opinión, local y planetariamente. Son muy pocas las voces que en el mundo defienden el arrebatón del que RCTV ha sido objeto. Por supuesto, los compinches Castro, Morales, Correa, Ortega. (Por orden de aparición). Decepcionante es que se haya sumado al apoyo de la medida el Partido de los Trabajadores de Brasil, al que pertenece Luis Inazio Lula Da Silva. Pero aparte de éstos, y de unos pocos mal informados políticos ingleses y uno que otro columnista aislado, el rechazo internacional es poco menos que unánime. Ah, habría que anotar también entre los aliados de Chávez, seguramente, al cineasta norteamericano Danny Glover—aunque no se le ha consultado—quien recibirá un financiamiento de Villa del Cine—adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Cultura—de 17,6 millones de dólares para hacer una película sobre el héroe haitiano François-Dominique Toussaint Louverture.
Los cineastas locales se atrevieron a expresar su justificado disgusto ante esta erogación, equivalente de lo que su gremio ha recibido del Estado venezolano en los últimos cinco años. (Con ese monto pudiera financiarse 36 películas nacionales). La respuesta del ministro Francisco (Farruco cuando era simpático) Sesto ha consistido en cercenar las relaciones del despacho con la Cámara Venezolana de Productores Cinematográficos (Caveprol) y la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC), bajo el pretexto de que serían “de naturaleza elitista y excluyente, que responden a intereses personales y de pequeños grupos de presión”. Poco le faltó para decir que se trataba de golpistas al servicio del imperio norteamericano, prestos a intentar el magnicidio de Hugo Chávez.
En fin, el gobierno sigue buscándose problemas.
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