Notas giradas

El desempeño reciente de los Estados Unidos en política exterior bajo el gobierno de George W. Bush—invasión de Irak, renuencia a la cooperación ecológica, Abu Dhabi y Guantánamo, el muro contra los mexicanos, la pretensión de inmunidad ante acusaciones de violación de derechos humanos en cortes internacionales—así como el crecimiento del poder ejecutivo sobre los ciudadanos norteamericanos, en medio de escándalos como los de Libby, Wolfowitz y Gonzales, han debilitado grandemente la autoridad moral norteamericana para hablar de ciertos temas.

La intervención de la secretaria de Estado Condoleezza Rice en la reciente sesión de la Organización de Estados Americanos fue ciertamente eficaz en términos retóricos, mas no en los prácticos. Sus dos referencias al tema de la concesión de RCTV fueron argumentalmente impecables, y su observación final, luego de la primera andanada del canciller Maduro, irrebatible: «En cualquier asunto, estoy segura de que será difícil para cualquier comisión debatir, investigar y criticar más las políticas de EE.UU., de lo que se hace cada noche en CNN, ABC, CBS, NBC y en varios canales estadounidenses más pequeños. Esto es democracia, que los ciudadanos de un país tengan la garantía de que las políticas de su gobierno pueden ser sometidas a la crítica de una prensa libre e independiente, sin interferencias del Gobierno. Los ciudadanos estadounidenses tienen esa garantía. Espero sinceramente que los venezolanos también la tengan».

En efecto, el espacio para la disención democrática en los Estados Unidos es amplio, y no se encuentra amenazado ni siquiera por el gobierno de Bush.

Pero Rice fracasó en su moción para que la OEA enviara observadores a Venezuela que dieran cuenta de la situación de la libertad de expresión en el país. Es la segunda vez que los Estados Unidos dejan de lograr una decisión del organismo en contra de políticas venezolanas, y se suma el último incidente a la derrota de su candidato a la Secretaría General de la OEA. Últimamente, pues, las cosas no le han ido bien al país norteño en el seno del organismo interamericano.

Es una lástima que de pie a Hugo Chávez para que restriegue sus heridas, y a Nicolás Maduro para decir algunas verdades, junto con las consabidas mentiras.

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Cilia quedó loca

En culminación de una semana de muy inteligentes acciones de protesta, la representación estudiantil que acudió a la Asamblea Nacional para expresar su rechazo al cierre de RCTV y repudiar las falsas acusaciones que algunos diputados—Luis Tascón, Desireé Santos Amaral e Iris Varela—les endilgaran, ejecutó brillantemente un ataque relámpago, para retirarse incólume, evadiendo el teatro que el oficialismo parlamentario quiso montar.

Cilia Flores, la Presidenta de la Asamblea Nacional, quedó balbuceante, pretendiendo establecer que la astuta táctica de los estudiantes sugería que sus recientes acciones formaban parte de un siniestro plan desestabilizador. Durante largos minutos repetía, agónicamente, la retórica pregunta «¿Cómo no pensar…»?

Lo que había que pensar, por supuesto, era la única contrarréplica que se le ha ocurrido al gobierno para defenderse de la admirable presión estudiantil: que son manejados desde los Estados Unidos para la ejecución de un «golpe blando». (Apunte de mi señora esposa: «El Sr. Chávez, que dijo al Senado brasileño que repetía como loro lo que piensa Washington, tiene la Asamblea Nacional repleta de sus propios loros»).

Mejor papel que Flores—a quien convendrían cursos de castellano, razonamiento y oratoria—hicieron los estudiantes que apoyaban al gobierno. Hablaron mejor que la Presidenta de la Asamblea Nacional.

Naturalmente, no dejaron de exponer sus prefabricados lemas: «Tenemos un solo proyecto de país, tenemos una forma de ver este país y tenemos un solo líder que es el presidente Chávez». Admitida la culpa: líder, partido y pensamiento únicos.

Seguramente irritó sobremanera a Cilia Flores que los estudiantes en protesta no se prestaran al circo que tenía montado, que dieran un rotundo mentís a la interesada y falsa especie de que forman parte de una conspiración inconfesable. Sobre todo ha debido arderle que, en gesto elocuentísimo, los representantes estudiantiles que asistieron con franelas de color rojo rojito se las quitaran ante las cámaras de una cadena nacional de radio y televisión que ella misma gestionó, luego de decir: «No queremos estar uniformados».

La furia del líder único de la única revolución debe haber llegado a extremos indecibles. Primero el ministro Willian Lara le pone en ridículo con el anális semiológico de Globovisión, y ahora Cilia Flores se deja derrotar por unos imberbes.

Allí quedan las palabras de Douglas Barrios: «Los estudiantes no somos socialistas, somos seres sociales. No somos neoliberales, somos libres. No somos oposición, tenemos proposición. Soñamos con un país donde podamos ser tomados en cuenta sin tener que estar uniformados. Sin más nada que decir nos retiramos ¡Por ahora!»

LEA

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