Cartas

Es totalmente evidente que las últimas semanas de nuestra política han recibido un hálito refrescante, una brisa vivificante que cobró vida con las acciones estudiantiles de protesta por las más recientes amenazas a la libertad de expresión, concretadas en el arrebatón del que fuera objeto RCTV.

El discurrir estratégico y táctico de los líderes estudiantiles ha sido poco menos que impecable. Con mucha claridad, por una parte, se han alejado de caracterizaciones ideológicas—“Los estudiantes no somos socialistas, somos seres sociales. No somos liberales, somos libres”—y de apegos partidistas que pudieran mancharles. Ni siquiera quieren identificarse con RCTV, y aclaran que manifiestan por la libertad de expresión, por la conciliación y por el diálogo. Este último objetivo es, precisamente, lo más refrescante dentro del fenómeno, diferente a lo que la oposición radical recomienda, que se niega sistemáticamente al diálogo. Así, sobre todo en estudios de televisión, han coincidido estudiantes que apoyan al gobierno con los que protestan su arbitrariedad y su imposición de pensamiento único. Se han vuelto a encontrar, luego de que se vieran por primera vez el 7 de junio en la Asamblea Nacional, de donde los protestantes escaparon incólumes, después de detonar sus cargas de profundidad—un único discurso sucinto y eficaz y el acto mismo de la salida—, de la trampa circense que había montado Cilia Flores.

Contrástese esa actitud—que ha dialogado hasta con las fuerzas policiales destinadas a reprimirlos—con la de los irredentos e inmortales patriotas de la iracundia ritual. Por ejemplo, un correo electrónico que invitaba para la marcha de ayer, Día del Periodista, fijaba objetivos (se ruega excusar la fea escritura, que se copia sin alterarla): “La manifestacion de hoy en Caracas, es una oportunidad unica para exigir y lograr doblegar al gobierno, en la reapertura de la señal de RCTV. Ello implica una derrota politica del gobierno y una primera escala en ruta derribar al gobierno de facsinerosos encabezados por Hugo Chavez. Las condiciones para lograr doblegar al gobierno son las siguientes: 1. Que la manifestacion sea multitudinaria (+-500 mil personas). 2. Expandir la direccion del movimiento de protestas incorporando los grupos de la sociedad civil y partidos politicos de la oposicion. 3. Enfrentar y derrotar contundentemente a las pretensiones de saboteos de las hordas chavistas. 4. Pasar a niveles superiores de la lucha y olvidarse de dialogos infructuosos con las instituciones secuestradas por el gobierno. 5. Profundizar y extender las protestas en las fabricas, mercados y transporte publico de todo el pais sin excepcion alguna de ciudades. 6. Exigir a la FF AA pronunciarse en favor de la restitucion de los derechos civiles y a la libertad de expresion”.

La consigna que encabezaba esa pieza, modelo de torpeza política, reedición del camino que llevó al «carmonazo» y al paro, es la siguiente: “A la calle. Todos con los estudiantes por la libertad de expresión”. Si los estudiantes de la protesta debían evadir la trampa que Cilia Flores les tenía tendida, con igual o mayor agilidad deben alejarse de apoyos como ése. Menos mal que los protagonistas de la marcha de ayer, que culminó por los lados de Quinta Crespo, donde RCTV tiene sus oficinas y estudios, no fueron los estudiantes, sino los periodistas, que escogieron conmemorar su propio día con una manifestación. Así, la presencia anunciada de fuerzas políticas—como la de Un Nuevo Tiempo—no logró todavía contaminar la hasta ahora pura protesta estudiantil. Lo que ocurrió ayer no se diferencia en casi nada de las marchas promedio convocadas por la Coordinadora Democrática en su efímera época de oro, y más de uno entre los marchistas, concluida la romería y la lectura de un manifiesto, tomó de regreso un mototaxi hasta algún buen restorán español de La Candelaria, para almorzar patrióticamente, con festiva libación incluida, por la libertad de expresión. Los restoranes de la amable parroquia hicieron su agosto en junio, repletos de parroquianos que gritaban «libertad» mientras despachaban unas chistorras. Es una necedad suponer que una cosa así va a “doblegar” al gobierno.

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Un buen amigo me comentaba ayer que estaba preocupado. Pensaba que las inminentes vacaciones escolares amortiguarían la contundencia del admirable movimiento estudiantil, pues ya no se verían las caras con tanta frecuencia los compañeros de protesta. Por mi parte respondía que las vacaciones me parecían una bendición justamente por eso. Ya es difícil mostrar originalidad y espontaneidad en cada nuevo acto. Ya comienzan a verse demasiado estructurados. Reunir en un estadio a quienes están de acuerdo de antemano para que escuchen diagnósticos y consignas repetidas no lleva consigo mucho futuro.

Lo que en inglés se llama “sabiduría convencional”, sin embargo, aconseja “mantener caliente la calle”. Se había perdido la presencia callejera al término de la campaña electoral de 2006, y los estudiantes la resucitaron. De allí el júbilo en mucho corazón opositor. Pero no es la reiteración de la protesta, en episodios cada vez menos imaginativos, algo que vaya a restituir la autorización de señal abierta a RCTV. Aunque según algunas interpretaciones, así como según algunos intereses, “lo que hay que hacer” es continuar escenificando marchas y manifestaciones. No son pocos, como hemos visto, quienes sinceramente creen que de esa manera “caerá el gobierno”.

Ha habido logros indudables, por supuesto: el gobierno ha perdido mucho en la opinión nacional e internacional y ha emergido una barrera disuasiva de otras arbitrariedades e imposiciones. En estos momentos es más difícil al gobierno apretar un poco más a una ya bastante oprimida libertad de expresión o intentar un ataque frontal contra la autonomía universitaria. Ya sabe que experimentaría una resistencia nada despreciable, la de la mayoría de los jóvenes del país. Esto no significa, naturalmente, que cejará en sus pretensiones de control social absoluto.

Ahora bien ¿qué van a hacer los estudiantes? Sobre todo ¿qué proposiciones traerán a la mesa del debate nacional, que ellos mismos han solicitado? Cuando, en la Asamblea Nacional, hablaba Douglas Barrios en representación de la protesta juvenil, no sólo caracterizó a los estudiantes como seres sociales libres, en lugar de socialistas o liberales; también dijo: “No somos oposición, tenemos proposición”. ¿Cómo van a proceder para formularla primero y anunciarla después? ¿Cuál será el ámbito de esa proposición? ¿Se limitará a los temas de la libertad de expresión y la autonomía universitaria, o se extenderá hasta los confines de la anunciada reforma constitucional? Si asisto a la Asamblea Nacional con franela roja, y luego me la quito diciendo que aspiro a un país donde pueda ser tomado en cuenta sin que tenga que estar uniformado, estoy haciendo una declaración política, ciudadana, y ésa es una declaración que trasciende lo meramente estudiantil.

Pero sería malo que a pesar de decir explícitamente que no se es oposición sino proposición, el movimiento estudiantil asumiera un papel meramente opositor. En los últimos años se repite un dato fundamental, que usualmente es desatendido, acerca de la estructura de la opinión nacional. En marzo de hace dos años—VII Monitor socio-político de Hinterlaces, marzo 2005—la distribución de la opinión era ésta: 37% de chavismo, 11% de oposición, 51% de desubicados. En el #197 de esta carta, del 3 de agosto de 2006, se reportaba una medición de Hinterlaces sobre entrevistas hechas dos meses antes: 35% de los entrevistados se identificó como chavista, 15% se declaró opositor y 49% “ni-ni”. En marzo de este año la misma encuestadora midió de modo muy similar: 34% de partidarios del Presidente, 13% de oposición y 43% indefinido. (En esta última distribución se ha separado 10% de quienes dijeron no saber o se negaron a contestar). Si los estudiantes se dejan asimilar a la categoría opositora, estarían representando a algo menos del 15% de los electores. (Aun tomando en cuenta que el cierre de RCTV, como medida específica, es rechazada por una mayoría de la población, y que el apoyo a Chávez ha bajado unos buenos puntos desde el 3 de diciembre de 2006).

Lo que es mayoría sólida en Venezuela es el amplísimo contingente de ciudadanos que no están convencidos ni por Chávez ni por la suma de ofertas opositoras. A pesar de esto, me escribe alguien que excomulgó a Gustavo Dudamel (sustituiré el nombre del escritor por un conjunto de letras repetidas): “…esta Venezuela nuestra vive días trágicos. Aquí ya no hay lugar para el guabineo… lo que sí es cierto es que ya no hay espacio para el acomodo. Abreu, Ugalde, Alcalá y NNNN, todos estamos en la balanza. No es que Chávez nos ha llevado a parecernos a él. Es que ha llegado el momento de las definiciones”.

Ésa no puede ser la ruta, porque en Chávez hay cosas atinadas y en la oposición cosas equivocadas. La mejor de las oposiciones a Chávez—alta y urgentemente necesaria, vista su malignidad—tendría que empezar por anotar las cosas positivas que Chávez ha traído, que las hay. Tendría que reconocer que tiene razón en más de un punto. (Tal vez incluso en su paranoia anti-magnicida: los documentos liberados esta semana de viejos archivos de la CIA confirman que, como se sospechó abiertamente en medios norteamericanos en 1972, el organismo estadounidense de espionaje intentó el asesinato de Fidel Castro, empleando para eso a muy concretos gángsters de la mafia, uno de ellos Sam Giancana).

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Seguramente surgirán de las filas del movimiento estudiantil de 2007 próximos líderes políticos. Quienes tengan más tripas o ganas para lo público, entre los jóvenes que ahora sorprenden a Chávez—si a ver vamos, al país entero—serán dentro de poco líderes políticos en todo el sentido del término. De más de una lucha estudiantil ha salido un político del futuro. (Nicolás Sarkozy, por ejemplo, que en el mayo francés de 1968 se ubicó en el bando gaullista, contrario al prometedor pero perecedero lado de Daniel Cohn Bendit, y ahora es Presidente de Francia. Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, entre nosotros, fueron dirigentes de movimientos estudiantiles).

A los jóvenes estudiantes, por otra parte, les asiste una ventaja biológica. Su menor edad les confiere flexibilidad mental, pues no han tenido tiempo de cristalizar sus propios paradigmas. Esto no es ningún mérito especial; la juventud es una enfermedad pasajera, y es muy posible encontrar jóvenes biológicos que parecen chochos dinosaurios de opinión. La juventud o la decrepitud verdaderas están en el cerebro y en el corazón, no en la frescura de la piel o el número de la cédula de identidad. Son las ideas y la pasión lo que hace joven al hombre.

Hasta ahora, por fortuna, han evitado el error de Julio Borges—que siempre quiso justificar su partido simplemente porque sus dirigentes eran jóvenes—o de Marcel Granier, que en una época promovía su Grupo Roraima como la generación de relevo que derrotaría al Estado omnipotente. Hasta ahora, entonces, el movimiento estudiantil se mantiene puro y receptivo, flexible y no comprometido. Sobre todo quienes, entre sus líderes, se visualicen en una carrera a largo plazo, deberán dedicarse al estudio de nuevos paradigmas y conceptos políticos y estratégicos. Por ahora son brillantes y valientes tácticos a la busca de estrategas idóneos. Debe haber uno que otro por ahí.

LEA

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